Prólogos

No sé si casarme o comprarme un perro

El prólogo de Liliana Viola para su nueva edición

Tusquets acaba de reeditar, junto con Página/12, No sé si casarme o comprarme un perro, escrito por Paula Pérez Alonso en 1995. "El título proponía a quemarropa una duda existencial y absolutamente femenina. Claro que el material y los términos de ese subgénero denominado 'chic lit' en manos de Paula Perez Alonso aparece hecho trizas, completamente desguazado". 

Por Liliana Viola.

 

En cuanto apareció esta novela, a mediados de los años 90´, se volvió un boom. La historia de la muchacha que pone un aviso en el diario buscando un hombre capaz de competir con todas las bondades de un perro labrador… ¡y ganarle! admitía ser decodificada como una provocación, un grito de alerta y sobre todo, un enigma. El título proponía a quemarropa una duda existencial y absolutamente femenina. Claro que el material y los términos de ese subgénero denominado “chic lit" en manos de Paula Perez Alonso aparece hecho trizas, completamente desguazado. Aquí está presente la lista de los amores, de los desengaños, la lista de las perspectivas, una especie de balance y una tipología de los varones en plaza que incluye en primerísimo plano al más fuerte de todos, el que es capaz de sufrir “como una mujer”.

Tratado de la angustia de género en formato pret à porter, No sé si casarme o comprarme un perro, era todavía más que su propia promesa. Para empezar, habrá que reconocer que aquello que aparece formulado como una duda, es una afirmación. El foco está en el pensamiento de la mujer que fluye mientras afirma “no saber” y no contentarse con eso. En su paso arrasará con los esquemas que encierran a hombres y mujeres en un juego de malos entendidos, una aventura atrapante que no renuncia a ni siquiera en un renglón a investigar qué es lo que hace tan crueles los lazos.

A tantos años de aquella edición primera, cuando los discursos feministas se encuentran popularizados y multiplicados, este libro cobra otra dimensión. Explota toda expectativa de calma. Entramado íntimo y filosófico compuesto por diferentes capas, va al fondo con una pregunta que sobrevuela a la peripecia: “¿Qué hacer con la soledad?” Pero, atención, no con la soledad de la solterona ni de la despechada, sino aquella que impone el contacto con los otros. Paula Perez Alonso construye una narrativa del deshacerse sin perder de vista el mundo concreto y próximo donde se producen las vidas con una lógica personal donde la conjetura se ha vuelto la mejor compañía.

Ya sea por una diversión macabra o por una pulsión experimentadora, la narradora anuncia en el diario de turno: "El labrador es inteligente, sensible, apuesto, leal. Tierno, honesto y de muy buena salud.” Advierte además: “Agresivos y moralistas abstenerse. Mujeres también.“ ¡Había pedido hombres en el anuncio y solicita que se abstengan mujeres! Esta sutileza en relación a los géneros y a las identidades es un hilo delgado y brillante que recorre todo el discurso de la protagonista de este libro. De vuelta de los hombres, todos ellos se han convertido por su obra y gracia en la lente desde donde tratar de definirse. Porque esta narradora tiene una condena y un secreto, como casi todas las personas que han transitado los años 70 en la Argentina. Ella es en sí misma una cámara lucida —no confundir con irónica— que todo lo observa y que, consciente de sus múltiples máscaras, es capaz de narrar lo nimio, ese lugar tan escurridizo, donde se encuentran todas las cartas robadas: “Hacia las ocho me había aplacado; reafirmé mi máscara, recuperé sus gestos más prominentes, y definí sus rasgos. Había resuelto reírme de mí misma. Lentamente caminé hacia el bar. Me estaba esperando. Me senté frente a él. Este hombre era atractivo. Me gustó. ¿En cuál de mis múltiples máscaras se detendría? Blas ya no era parco, era cauto, inteligente, escuchaba, veía. No me indagó, no me acosó. El tomaba whisky; yo, Bloody Mary.”

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