Columnas

Literatura en voz alta: Onetti, Rulfo, Cortázar y David Foster Wallace

Cuatro audios para atesorar

"La literatura quiere volver a ser canto. La literatura quiere volver a la gente reunida alrededor del fuego contando una historia, cantándola. La literatura quiere volver a ser lo que nunca dejó de ser en lo más hondo: música", escribe Luciano Lamberti y nos deja cuatro videos con lecturas en la voz de sus autores.

Por Luciano Lamberti.

 

Al hombre casado le gusta leer en voz alta. No sabe si lo hace bien o mal, ni le importa. Las veces que escuchó su voz grabada tuvo una sensación que es un lugar común: la de desconocerse, la de preguntarse si esa era realmente su voz. Pero le gusta hacerlo. Hay algo en la lectura en voz alta que lo retrotrae al centro de la literatura, a la parte más primitiva y más profunda del hecho, que a veces, entre tanto freelanceo y taller literario, tiende a olvidar.

La literatura como cuestión comunitaria. La literatura como centro, más que de una persona, de una generación entera. La literatura como pan multiplicado. La Odisea cantada en los bares griegos. Los mitos que un país entero modificó y corrigió hasta que alcanzaron su forma definitiva (que nunca es tal). Los cuentos que los hermanos Grimm recogieron, pulidos por generaciones de padres y abuelas que adornaron con ellos las pesadillas infantiles. La literatura como regalo, como advertencia, como guía para la vida. El hombre casado recuerda que antes de la invención de la imprenta, en los claustros de los monjes católicos, que eran donde estaban todos los libros manuscritos del mundo, la lectura se hacía en voz alta, y que por ahí (no recuerda dónde) se habla de un hecho sorprendente: el de un monje leyendo para sí, en silencio.

La literatura quiere volver a ser canto, piensa el hombre casado, que ayer les dijo eso a sus alumnos en el taller. La literatura quiere volver a la gente reunida alrededor del fuego contando una historia, cantándola. La literatura quiere volver a ser lo que nunca dejó de ser en lo más hondo: música. Lean en voz alta sus cuentos: a sus parejas, a sus amigos, a su perro, les dice el hombre casado a sus alumnos. Todos los errores les saltarán a la cara como cascotes de barro. Las repeticiones, las cacofonías, el ritmo. Cuando se enseña a escribir un cuento, poco se dice sobre el ritmo. Cuando se enseña narrativa, poco se dice sobre la música interna de las palabras. ¡Gran error! Cualquiera que haya leído un puñadito de poesía buena o mala sabe que cualquier cuento, aparte de ser trama, estructura, artificio, oficio, personajes, es también música. En los grandes cuentos, en los que nos quedan grabados en algún lugar de la mente o el corazón o lo que sea, esa condición está presente. La lectura en voz alta es la última de las correcciones: si algo que escribieron sobrevive después de eso, bueno, entonces es indestructible.

Al hombre casado le gusta leer en voz alta y escuchar a sus dioses leyendo, también, en voz alta, para recuperar tanta riqueza perdida. Acá van, como piedras preciosas.

 

Rulfo leyendo “Luvina”, en un grave y sonoro mexicano: 

 

 

Onetti con “Bienvenido Bob”, un clásico: 

 

Cortázar con sus erres arrastradas y francesa regalándonos “Casa tomada”

 

 

Y el gran David Foster Wallace, en inglés (pero no importa):

 

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