Tres sonetos ingleses de Pessoa
Poesía portuguesa
Miércoles 08 de abril de 2020
Tomados de la edición de Leteo, con prólogo y traducción de Esteban Torre, tres de los poemas publicados por primera vez en inglés en 1918 y casi desconocidos en castellano.
Traducción y prólogo de Esteban Torre.
Entre las múltiples máscaras que recubren el rostro, o mejor, que conforman el verdadero rostro de Fernando Pessoa, hay una relativamente poco conocida y sin embargo esencial para una adecuada comprensión del autor y de su extensa y multiforme producción literaria: la faceta del metaphysical poet, “poeta metafísico”, en lengua inglesa y según el modo de ver de la literatura anglosajona. La obra capital, a este respecto, es 35 Sonnets, “35 sonetos”.
Tomados de la edición de Leteo, con prólogo y traducción de Esteban Torre, tres de los poemas publicados por primera vez en inglés en 1918 y casi desconocidos en castellano.
V
¿Cómo voy a pensar, a decidirme,
cuando la prisa del vivir diario
no cesa de acuciarme y oprimirme,
en un mundo febril y necesario?
¿Cómo voy a dejar mi pensamiento
libre para la acción que el alma espera,
cuando debo pensar, cada momento,
en esa angustia que olvidar quisiera?
La moneda que tanto necesito
para el palacio que mi Musa añora
se me va de las manos día a día,
y me siento mendigo de infinito,
igual que un pobre pecador, que llora
por ese cielo que alcanzar querría.
XVI
No nos alegra tanto la alegría
que siga siendo alegre su añoranza,
ni la añoranza entristecer podría
la alegría que nunca más se alcanza.
Alegre es la alegría, y nos alegra,
o alegría pasada es solamente;
blanca alegría, pesadumbre negra:
¿se siente la alegría que se siente?
¡Vanas palabras! La alegría sabe
ser alegría, no razonamiento.
La mera reflexión nos asegura
un simple espejo, donde luz no cabe.
La mayor prueba para el pensamiento
no es pensar, es sentir esta amargura.
XVIII
Oscuro espacio, que en la noche abierta,
como un solo misterio se derrite;
estrella errante, cuya luz incierta
rubrica ese misterio y lo repite;
ríos de tiempo, donde fluye vida;
silencio azul, vacío hasta de nada;
laberinto del alma, sin salida,
donde la clave se quedó olvidada:
cuando miro estas cosas, y me miro,
soñador de estos sueños, que no entiendo,
portador de una carne que no piensa,
plantado aquí, en el aire en que deliro,
la oración de mi asombro se va hundiendo
en la absoluta soledad inmensa.