Tres poemas de Paula Trama
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Tomados de Señora Fantasía
Miércoles 15 de abril de 2020
Poeta, música y licenciada en Letras, Paula Trama lanzó discos como solista y con Los Besos (el último, Matemática sentimental) y en el dúo Susi Pireli. Ahora, Ediciones Neutrinos acaba de lanzar Señora Fantasía: "Un conjunto de potentes visiones, que se suceden en un ritmo sostenido y persistente", en palabras de Francisco Garamona.
Foto de Maru Rasdoslky.
Paula Trama nació en Temperley en 1982. Es poeta, música y licenciada en Letras. Trabaja como profesora de literatura y coordina talleres de escritura de canciones.
Publicó los libros de poemas Biblioteca Nacional (autoedición, 2006), La yegua y el caballo no existen (Diatriba, 2010) y Rosa y negro (Determinado Rumor, 2013). Como solista lanzó el LP AAAAAAAAAAA (2011). Con la banda Los Besos editó los EP 1 y 2 (2012), los discos Un disco de Los Besos (2016), Helados verdes (2017), Copia viva (2018) y Matemática sentimental (2019), y el cancionero Copia viva. Un libro de Los Besos (Triana, 2018). Integra el dúo Susi Pireli, con el que editó los discos Susi (2016) y Porcelana (2019).
Señora Fantasía acaba de ser lanzado por Editorial Neutrinos, y de él tomamos los tres poemas que siguen:
Lago
La poesía y la expresión, ¿combinan? La poesía y la ansiedad, definitivamente.
¿En qué momento escribimos un poema largo? La felicidad sólo me permite dibujar, bailar o trasladarme, la pintura y las fotos parecen listas para mostrar, pero la poesía para escuchar tiene muchas prerrogativas. Repetir nombres, estructuras, hacer listas. Los estados de ánimo van bien con la poesía para escuchar: cae el sol, los nervios se agitan.
El final del día y el malestar combinan desesperadamente. La noche y la luna de verdad combinan. Pero la poesía y la ansiedad son adornos a motor: se cuelgan del cielorraso, crecen, y brillan para angustiarme; si tuviese mucha suerte y mi cuerpo fuera un lago, podría reflejarlas.
Turismo
Estoy escondida leyendo a la poeta. El jefe me busca, pero yo me subí al mueble más oscuro y no me puede ver. Tengo vértigo y mi libro de poemas. Qué suerte que se desarma, hay poco espacio. Qué suerte que tiene letras fosforescentes, no hay casi luz. Alrededor, un monte de pelusas. Por debajo de los estantes, la librería en sí. Algo me corta el antebrazo: es una plaqueta de hierro, de una editorial fundida. Trae un poema feo calado a fuego que cae con ruido y vuelve obvia toda la situación. Tengo que bajar ya a atender, con mi libro en la mano. Caigo parada debajo de los spots y me reflejo en la vidriera: soy un bicho de pelusa con un tajo en una pata. Digo “hola!” cuando un grupo de clientes se arrebata “¡¿qué libro leíste, qué libro fue?!”. Toda la tarde vendo el libro de la poeta hasta agotarlo. Algunos se abalanzan sobre los últimos ejemplares y otros dejan señas y lágrimas. Los que salen felices sin el libro van a tatuarse los nombres de sus novias en la piel.
Bicho
Un tipo dice que un libro verdadero tiene el poder de hachar un océano congelado. Yo sin darme cuenta le regalé un libro venenoso. Un libro verdadero entra con una frase que destroza el juicio. El libro venenoso es una fosa. Una novela, siempre. El protagonista es un escritor, radical y excéntrico, que habla como soñabas hablar cuando tenías 18, y que tiene los libros que a veces vas buscando. A los tres días de regalarle el libro, empieza a suspenderme las salidas. Me doy cuenta de lo que pasa, pero ya está. Perdí. Oigo cómo zumba el bicho raro en su garganta.