Tres poemas de Lila Zemborain
De sus obras reunidas
Lunes 10 de junio de 2019
"Zemborain vuelve promesa cada poema, cada instante": Bajo la Luna acaba de publicar la obra reunida de la poeta nacida en Buenos Aires en 1955 y residente en Estados Unidos. De allí tomamos los poemas que siguen a continuación, gentileza de sus editores.
"Embarcada en un proyecto cuyos límites desconoce pero que a los lectores nos resulta fascinante, Zemborain vuelve promesa cada poema, cada instante: cifrar y revelar con palabras, otra vez, con mantras como el que da constante resonancia a su extraordinario Matrix Lux, con sílabas o nubes de meditación, sonidos que se
llaman, que se unen o se pierden como copos de una gran nevada", escribe Arturo Carrera.
Bajo la Luna acaba de publicar la obra reunida de la poeta nacida en Buenos Aires en 1955 y residente en Estados Unidos. De allí tomamos los poemas que siguen a continuación, gentileza de sus editores:
Una mujer que va a parir
es una heroína que se entrega
a la batalla
con la cara al viento
Deponer toda armadura
es la consigna vital
El viento va y viene
Azota con su ritmo
Una mujer que va a parir
se afloja al embate del agua
Se afloja y resiste
porque sabe que ésa
es la consigna del triunfo
Una mujer que va a parir
mira los acantilados
pero no se arroja
El abismo la llama
y ella no responde
porque sabe que en la caída
no hay trofeo
Una mujer que va a parir
sabe que su cuerpo
es una máquina expulsora
sabe que no es dueña de su cuerpo
ni del cuerpo por nacer
Su sabiduría se forma
durante la gestación
Hay tiempo suficiente
para aceptar aquello
contra lo que se rebela
Una mujer que va a parir
aprende a dejarse fluir
en un ritmo incontrolable
Lo que se avecina después
no lo puede prever
Pero sabe que no dejará de ser
sino un evento más
un acontecimiento al fin
en una vida que transcurre
Mamá está tejiendo en la sala a la hora de la siesta. Una sala oscura y fresca en las tardes de verano. Cerca de una ventana grande que alcanza a iluminar sólo un rectángulo. El piso de la sala brillando de olor a cera. Los pájaros agobiados de calor cantando en el parque. Mamá sentada y en una mesita baja la máquina de tejer. Cerca, un cigarrillo sobre un cenicero verde transparente. El ruido de la trama del tejido que crece con cada pasada. Es lana verde también. El ovillo lo hicimos antes. Había que ovillar la madeja. Pasar las manos y quedarse quieta, sentada, yo de un lado moviendo los brazos, mamá del otro. Ella haciendo unos ovillos gordos, perfectos, parejos, ni apretados ni flojos, tratando que no se enrede la lana porque me distraje. Ovillar, ovillar y pensar que aprendí a tejer con dos palitos y un pedazo de lana colorada con las niñeras que charlaban debajo de la magnolia. Llevarle a mamá ese tejido apretado, sucio, desprolijo. Ponerme cerca de ella y sentir su cuerpo perfumado y con cierto olor a cigarrillo recién prendido. Mamá fumando de una manera muy atractiva. Sus manos de uñas nacaradas y pellejos hasta casi sangrar. Mamá mirando mi tejido y yo a ella, oliéndola, sintiendo su voz muy cerca mío, los ojos siempre tapados por los anteojos negros. Sus manos tratan de explicarme impacientes como aprolijar
mi
tejido.
Ra Ma Da Sa Sa Se So Hung
El blanco no es un color
es un color acromático
de claridad máxima
y de oscuridad nula
que se percibe como consecuencia
de la foto-recepción
de una luz intensa constituida
por todas las longitudes de onda
del espectro visible
Se asemeja al color de la nieve
aunque otras sustancias de máxima
refractancia
como la magnesia y la baritina
resultan ejemplares también
Del latín vulgar blancus
éste del germánico
blank
brillante
forma extendida de la raíz indoeuropea
bhel–
brillar destellar quemar
En idioma castellano comienza
a usarse en 1140