Tres poemas de Inge Müller

Poesía alemana
Miércoles 07 de julio de 2021
Con traducción de Geraldine Gutiérrez-Wienken, Editorial Llantén acaba de publicar la antología ¡Que no me asfixie de hacer tanto silencio! de la poeta alemana nacida en 1925. Fue poeta, autora de libros infantiles, obras radiofónicas y piezas de teatro. Dejó también una novela incompleta.
Presentación y traducción de Geraldine Gutiérrez-Wienken.
Inge Ursula Elsa Meyer nació en Berlín, el 13 de marzo de 1925 y se suicidó el 1 de junio de 1966. Poeta, autora de libros infantiles, obras radiofónicas y piezas de teatro. Dejó una novela incompleta: Yo, Jonás. En 1945 es juramentada como soldado de las Fuerzas Armadas Alemanas, recibe el uniforme color gris campaña (feldgrau) con la insignia de la esvástica. Es instruida para conducir los camiones de la Fuerza Aérea. En el frente, tan agresivo como indignante, toca a ratos el acordeón. Intenta escapar en repetidas oportunidades, pero es detenida. Un fragmento de Inge escrito a máquina reza: «Las excepciones y la regla. Las asistentes de las Fuerzas Armadas obligadas a dormir con los oficiales fingíamos un sangrado dos veces al mes». El 29 o 30 de abril de 1945, cerca de las 4 am, hora en que se solían suspender los bombardeos y las ayudantes eran enviadas a por agua, Inge quedó enterrada viva, junto a un perro, bajo los escombros de un edificio que se derrumbó cuando ella regresaba de buscar agua. A los tres días es rescatada. Camino a casa en medio de las ruinas haya el edificio de sus padres destruido. En el sótano yacen los cadáveres de sus progenitores y de algunos vecinos. Ella misma los levanta y los lleva al cementerio en una carretilla.
«Que no me asfixie/de hacer tanto silencio» es un diario de guerra de una mujer que siempre se movió en contra del viento. Cada verso marca la hora cero y los segundos de respiración de Inge. El tono de sus versos que juega con el lenguaje coloquial e inmediato, su alegría de vivir, su voluntad de intensificar la existencia, de discutir y denunciar, a través de la lectura y la escritura, logra suspender, por segundos, el verdadero escándalo humano: tener que morir, «Si he de morir», dice la poeta, y en la anticipación del instante de felicidad, el tiempo, que corre hacia la muerte, se detiene inesperadamente. El lugar para esta experiencia es el poema, un pedazo de papel. Para escapar. Sin máscaras.
Mi madre no me quería tener
Prefería un hijo
Pero llegué yo
Y a mi hermano aún no lo habían enterrado.
Alemania, madre vieja
Quería un hijo
Pero llegaron uno y –
Mil cañones en lugar de manteca.
Fritz y Krupp y Karl, el fuerte
Sagrada nación
Sí, ya lo sabemos
Es nuestra tierra y nuestra marca distintiva.
Y el mundo se rompió en pedazos
Alemania, un pedazo de él
Pedazo de nación
Favorita cuando se habla de mortandad.
Nuestros pensadores y poetas
Tuvieron que irse
La madre permaneció de pie frente a la lápida
En el embudo de Nuremberg.
Mi madre no me quería tener
Yo tampoco la quise
Por eso no tuve rostro
Hasta que me enterraron.
A los 33 yo era una niña creyente
Mis padres eran buenos y trabajadores
Me hice adulta a los 39
Cuando estalló la guerra.
Oí esto y aquello
Contra Hitler y después a favor de Stalin
Vi: que este hizo eso y este lo dejó
Cuando eso se hizo cargo de él.
Tuve mi primer amor cuando estalló la guerra
Y cuando se marchó al frente
Lloré. Yo era una cosa tonta
Un ser inferior en relación a la nación.
Antes de caer regresó a mí
Totalmente destrozado por el crimen
No supe nada mejor que decirle: ven quédate aquí
Felices nunca hemos sido.
En el 45 todo el mundo era anciano
Yo no quería vivir y tampoco morir
Vi la herencia sin herencias
Y la movilización fue el precio.
Porque tuve que marcharme me fui
Busqué una razón
Y pensé en los árboles del parque
Y en sus labios suaves.
Bombas y cañones
Me enseñaron a tener paciencia
A considerar a los que sangran
A pensar: qué significa la culpa.
Pregunta
Yo también estuve en prisión
Tres días en el sótano
Por desmoralizar a las tropas
No quise aceptar la Cruz de Hierro
(Otorgada por la suprema solapa)
Por algo sobrentendido
No quise
Dejar agonizar heridos y moribundos
No quise la cruz
Y todavía cargo el peso
En el sótano.
Quise escribir
Encontrar colores
Entender palabras
Amar
Ver
Seguir andando.
¿Pero quién
Está detrás de mí?