Tres poemas de Efraín Barquero
Poesía chilena
Lunes 03 de junio de 2019
Tomados de El pan y el vino, tres poemas del Premio Nacional de Literatura chileno.
Premio Nacional de Literatura en Chile, Efraín Barquero nació en el pequeño poblado de Piedra Blanca, cerca de Teno, provincia de Curicó, el 3 de mayo de 1931. Vive alternativamente entre Chile y Francia, país donde estuvo exilado y trabajó desde 1075 a 1990 y donde permanece una parte de su familia. Ha viajado y residido en países del Extremo Oriente, América Latina y Europa, como China, México, Colombia, Cuba.
Entre sus libros publicados se cuentan Árbol marino, La piedra del Pueblo, Enjambre, El pan del hombre, Poemas infantiles, El viento de los reinos, Arte de vida, A deshora,
La mesa de la tierra y El pan y el vino, publicado por LOM en 2008 en Santiago de Chile, del que tomamos los tres poemas que siguen:
Un pozo / un árbol
Veo al mismo extraño en el jardín
detenerse ante un árbol
acariciar su tronco
-el mismo que muere en mí cuando me voy muy lejos
-el mismo que me aguarda florido
entre la puerta y el pozo
-diciéndome que todos los caminos del hombre se parecen
que un extraño
es el sueño de un invierno muy largo
al olvidar el rincón donde nació
la mesa donde comió con los suyos.
Al olvidarlos
perdió como el hilo que une una vida con otra.
Y hoy camina por dentro de sí mismo
donde nunca se halla la puerta
dando vueltas
alrededor de un pozo sin fondo.
El lugar / el instante
Al hablarme de ese lugar
me siente más cerca
con ese gozo secreto de verlo por fin en los ojos de otro.
Y saber que si él se muere antes
yo quedaré bajo su hechizo.
Desde ese momento me considera más que a un hermano
más que si nos hubiéramos bañado en el mismo río de origen
-el suyo que él conoce de fuente a desembocadura.
Porque yo oigo su rumor cuando me habla de ese lugar
a donde nunca vuelven los hombres
sino los hijos del hombre.
Desde ese momento él siempre se adelanta a mi paso
como si quisiera mostrarle lo que existió antes
de mi nacimiento
algo que yo veo ahora en sus ojos
cuando calla
cuando desaparece tras sus palabras.
La distancia entre el cielo y la tierra
Yo lo vi acercarse como si fuera un extraño
y cuando cruzaba sentí ese olor a niebla profunda
que envuelve a todos los viajeros
al encaminarse a su destino.
Yo sentí de nuevo ese primer impulso que nos hace ser hombres
cuando es invierno
cuando todo se cierra en torno
-quise romper el gran silencio de la tierra y el cielo.
El desconocido se volvió como si el eco de mis pasos
tropezara con los suyos
haciendo de todos los caminos
el único camino por donde los hombres se conocen.
Se detuvo
me miró como buscándome a través de los años.
Yo lo reconocí de inmediato después de ver
que la distancia entre el cielo y la tierra
era la misma de antes.