Sumergirse en la poesía de Francisco Madariaga
Por Alicia Genovese
Lunes 17 de abril de 2017
Francisco Madariaga y los esteros correntinos volados por el agua de su mirada en la última entrega de la curaduría de Alicia Genovese. "Su poesía parece el resultado de una cruza entre gato montés y figura de caballero erguida galopando lejos de los mundos oficializados de la poesía".
Por Alicia Genovese.
Sumergirse en la poesía de Francisco Madariaga (1927-2000) implica redescubrir la naturaleza de los esteros correntinos. Un paisaje anidado de ríos y anudado a lo animal que habita en la lejanía de los mundos urbanos. “Adiós mono”, dice en un poema, “tu odio virginal es idéntico a cuando se cruza mi alma con el mundo”. En cada exhalación de sus poemas, una impronta humana rescatada en su inocencia y proveniente lo que él llamaba su “destino antiverbal”. Su poesía parece el resultado de una cruza entre gato montés y figura de caballero erguida galopando lejos de los mundos oficializados de la poesía.
Los juncos, los troperos, los yacarés, los caballos, los tembladerales crean el paisaje de los esteros sin que haya descripción mimética. El dolor, una emoción puede pintar de oro todo el paisaje a la manera de Gauguin que pintaba las montañas del color que se le ocurriera, justificado quizás por un efecto lumínico.
Tembladerales de oro
In memoriam Alfredo Martínez Howard
El dolor ha abierto sus puertas al agua de oro del oro que
arde contra el oro el oro de los ocultos tembladerales
que largan el aire de oro hacia los rojos destinos
pulmonares con el acuerdo de los fantasmas de oro
coronados por los juncos de oro bebiendo los
caballos de oro los troperos de oro envueltos en los
ponchos de oro -a veces negro a veces colorado
celeste verde- y el caballero que repasa las lagunas de
los oros naturalmente populares el que se embarca
en las balsas de oro con todos los excesos de
pasajeros de oro que manejan los caballos de oro con
los rebenques de oro bebiendo en la limetilla de oro
del barro de oro de los sueños de los frescos del
oro entre la majestad de las palmeras de oro y de los
ajusticiados y degollados en las isletas de oro bajo de
yacarés de oro del oro del Amor
De Tembladerales de oro (1973)
Lagrimas de un mono
Yo quiero cautivar tu desesperación, oh mono
adiós.
Tiemblas tanto en tus islas negras, oh mono
adiós.
En los embarcaderos el color encendido en tus
ojos tiene tanta fe.
Oh mono, retén el equilibrio de tu asombro.
Yo ya tiemblo en tus islas, mono adiós.
Tu odio virginal es idéntico a cuando se cruza
mi alma con el mundo.
De El pequeño patíbulo (1954)
Arazá-ti rincón
1
¡Pleamar de loros y de tigres
enterrados...
Algún potro alguna vez,
algún jinete
que ya tiraba lazos de salvación
invadieron esta zona sagrada.
Yo no le pedí apoyo al eucalipto
extranjero,
me co-alumbré debajo de las
palmas.
El gato montés
orinaba
verdes tecitos
sobre mi alma
Llegada del jaguar a la tranquera (1980)