Sobre la poesía IV
Martes 29 de abril de 2014
Última aparición de la exquisita serie en la que cuatro estadounidenses reflexionaron sobre la poesía, curada por Ezequiel Zaidenwerg, poeta y traductor. Se despide con James Laughlin.
Selección y traducción de Ezequiel Zaidenwerg.
James Laughlin, poeta y editor, fundador de New Directions Publishing, nació en Pittsburgh, Pennsylvania, el 30 de octubre de 1914 y vivió hasta 1997. Entre sus obras se cuentan En otro país, La casa de luz, Angelica, y La habitación secreta.
El poema que sigue, en idioma original, puede leerse aquí.
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La profesión vergonzosa
Durante años intenté ocultarle a la gente del pueblo que escribía poesía
para que no supieran que era un bicho raro
Yo no quería que los pibes que vienen a comprar en camioneta al almacén cajones de cerveza supiesen que era un maricón
Me pareció prudente dejar de comprar Página y pedirle al diariero que me mandara el Diario Popular.
Una vez que quemaba todos los borradores de mis poemas, recién ahí sacaba la basura,
los chicos meten mano por ahí, los cartoneros son curiosos
Tomaba todos los recaudos
Pero en un pueblo chico no es fácil mantener secretos, todo el mundo conoce a todo el mundo, y se cuentan los chismes cuando van a dar la vuelta al perro
Las cosas comenzaron a precipitarse
Apareció un muchacho con acento porteño y pelo largo y empezó a preguntar por los negocios dónde era la casa del poeta
Después se rompió un caño y el plomero contó que había visto un montonazo de libros apilados en el sótano, algunos en idiomas extranjeros
Al día siguiente vino el jefe de Bomberos Voluntarios, y se hizo el que miraba la instalación eléctrica
Yo me empecé a poner un poco paranoico; el patrullero, que supuestamente tiene que vigilar los caminos rurales una vez por semana, pasó tres días seguidos por la entrada de mi casa
Todo empezó a pudrirse cuando no sé bien cómo un periodista de un diario de la zona escuchó los rumores y escribió una notita: Conocido poeta detenido por exceso de velocidad. Podría revocársele el registro.
Mi vida cambió mucho desde entonces
Nadie se me rió en la calle todavía (mido más de uno ochenta, peso ciento diez kilos, y estoy -para mi edad- en buen estado físico) pero me miran raro
Ya no voy a comprar al almacén porque una nena que se metía el dedo en la nariz me señaló y le dijo algo a la cajera; ahora compro todo en los pueblos vecinos o pido que me manden
Mi vida es diferente ahora que ellos saben que escribo poesía
Pero si piensan que van a lograr que me avergüence y que deje de hacerlo, no saben cómo se equivocan
No estoy contraviniendo ley alguna
Voy a seguir haciéndolo a menos que declaren que soy una amenaza para la sociedad, y que me encierren en algún psiquiátrico
Oí que en el loquero hay un tipo que dice ser Lugones. Seguro que él me entiende y quiere ser mi amigo; podemos recitarnos el uno al otro poemas, si acaso nos prohíben tener papel y lápiz.