Recuerdos encubridores
Martes 14 de enero de 2014
Un poema inédito del autor cordóbes.
Por Silvio Mattoni.
Mi madre jovencísima lloraba, desgarrada
y sin poder moverse. Mi padre no podía
mostrarse destrozado. Iban a terminar
las grandes esperanzas, la política
tenía que terminar. Vine al mundo
esquivando espinas, desvalido, rollizo,
dando los gritos necesarios. Mientras
me debatía en las manos de un padre adolescente,
luchando contra mi ropa de goma,
apenado, pensé que era mejor
enojarme con el pecho materno.
Y cuando vi que el rencor era inútil
y que nada se gana gritando, traté
de tranquilizarme, sonreír. Día tras día,
se extinguían los humos de los años sesenta,
ardían otros hierros, y aprendí
a gatear. Todas las noches, sin falta,
simulaba una sonrisa sólo en busca
del placer y del sueño. Vi después
brillando frente a mí racimos dulces
de la vida que pasa. Atrás, un arbolito
lleno de flores pálidas. Pero llegó
la edad disciplinaria, los libros sagrados
y las órdenes de guardapolvos blancos.
Algún tipo disfrazado de atleta
barato y resentido pronunció su ramo
de amenazas: chau, flores, chau, racimos.
En la oscuridad me fue a buscar
aunque lo vi de lejos lamiendo un tajo
en la corteza del arbolito. Otra vez
se acostó el verdugo a dormir la siesta.
Mis padres todavía no crecían, pero
ya estaban bastante asustados. La política
no había terminado, era un invierno
de crematorio clandestino. Como una víbora
el miedo se acostó bajo mi cama,
como un camaleón se confundía en la luz
con el follaje tímido del arbolito.
Le pegué en la cabeza y su sangre
fría ensució las raíces de mi infancia.
Pero ya se acabó la juventud, ahora
tengo canas, me debilito y espero
las muertes sucesivas que me tocará ver.