Poemas para soldados de Nicolás Guillén
Versos del poeta cubano
Jueves 14 de diciembre de 2017
Poeta del son, máximo representante de la llamada «poesía negra» centroamericana, Nicolás Guillén perdió a su padre asesinado por soldados del régimen conservador durante las contiendas de la guerra civil cubana de 1917. Y a su padre le dedica, luego, el libro Cantos para soldados y sones para turistas: aquí, algunos de esos versos.
Su nombre completo era Nicolás Cristóbal Guillén Batista y había nacido en Camagüey en 1902. Falleció en La Habana, 87 años después, y entremedio fue un poeta, periodista y activista que estudió y abandonó la carrera de Derecho.
Autor de libros como Sóngoro consongo, El son entero y Negro Bembón, publicó sus primeros poemas a los 18 en revistas literarias. Fue el primer escritor en ganar el Premio Nacional de Literatura de Cuba, en 1983.
A sus 15 años, su padre -senador de Camagüey por el partido liberal, de ideas igualitarias que Nicolás heredaría en su lírica- murió asesinado por soldados del régimen conservador durante las contiendas de la guerra civil de 1917 que terminaron con la ocupación estadounidense de Cuba.
Es a su padre a quien le dedica el libro del que extraemos los poemas que siguen: Cantos para soldados y sones para turistas.
Soldado, aprende a tirar...
Soldado, aprende a tirar
tú no me vayas a herir,
que hay mucho que caminar.
¡Desde abajo has de tirar,
si no me quieres herir!
Abajo estoy yo contigo,
soldado amigo.
Abajo, codo con codo,
sobre el lodo.
Para abajo, no,
que allí estoy yo.
Soldado, aprende a tirar:
tú no me vayas a herir,
que hay mucho que caminar.
No sé por qué piensas tú
No sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo,
si somos la misma cosa
yo,
tu.
Tú eres pobre, lo soy yo;
soy de abajo, lo eres tú:
¿de dónde has sacado tú,
soldado, que te odio yo?
Me duele que a veces tú
te olvides de quién soy yo;
caramba, si yo soy tú,
lo mismo que tú eres yo.
Pero no por eso yo
he de malquererte, t;
si somos la misma cosa,
yo,
tú,
no sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo.
Ya nos veremos yo y tú,
juntos en la misma calle,
hombro con hombro, tú y yo.
Sin odios ni yo ni tú,
pero sabiendo tú y yo
a dónde vamos yo y tú...
¡No sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo!
Soldado así no he de ser
Soldado así no he de ser,
que así no habrán de mandarme
a herir al niño y al negro,
y al infeliz que no tiene
qué comer.
Soldado así no he de ser.
¡Mira al caballo en dos patas,
y al soldado encima dél,
con ojos llenos de furia,
con boca llena de hiel,
y el machetón, que lo mismo
mata viejo que mujer!
Soldado así no he de ser.
¡Ah de los trenes de tropas,
fríos al amanecer,
en duros rieles de sangre
corriendo a todo correr,
para aplastar una huelga
o estrangular un batey!
Soldado así no he de ser.
¡Ah de los ojos con vendas,
porque vendados no ven!
¡Ah de las manos atadas
y la cadena en los pies!
¡Ah de los tristes soldados
esclavos del coronel!
Soldado así no he de ser.
Si a mí me dieran un rifle
les diría a mis hermanos
para qué sirve.
A mis hermanos soldados
para qué sirve.
Pero a mí no me lo dan;
porque sé para qué sirve,
por eso no me lo dan.
Ni a ti te lo dan, ni a ti,
ni a ti, ni a ti... ¡Qué soldados
íbamos a ser nosotros
en caballos desbocados!
Soldado así quiero ser.
El que no cuide el central,
que no es dél,
ni reine, como un rey tosco
de cuartel,
ni sobre el campo de caña
tiras arranque de piel,
feroz igual que un negrero,
y aún más cruel.
Soldado libre, soldado
no más que al esclavo fiel:
soldado así quiero ser.