Para qué sirve la sed
Tres poemas de Antonio Machado
Lunes 26 de junio de 2017
"Los que están siempre de vuelta de todo son los que nunca han ido a ninguna parte", sabía el poeta sevillano, cuyas "aficiones" eran pasear y leer. Una breve selección de su obra, tomada de la antología que acaba de publicar ediciones Universidad Diego Portales.
“Nací en Sevilla una noche de julio de 1875. Mis recuerdos de la ciudad natal son todos infantiles, porque a los ocho años pasé a Madrid, adonde mis padres se trasladaron, y me eduqué en la Institución Libre de Enseñanza. A sus maestros guardo vivo afecto y profunda gratitud. Mi adolescencia y mi juventud son madrileñas. He viajado algo por Francia y por España. En 1907 obtuve cátedra de lengua francesa, que profesé durante cinco años en Soria. Allí me casé; allí murió mi esposa, cuyo recuerdo me acompaña siempre. Me trasladé a Baeza, donde hoy resido. Mis aficiones son pasear y leer”, se lee en una breve nota autobiográfica de Antonio Machado, redactada en 1917, autor de obras como Soledades (1902), Campos de Castilla (1912) y Nuevas canciones (1924).
A continuación, tres poemas suyos, tomados de Para qué sirve la sed, antología publicada por Ediciones de la Universidad Diego Portales, en Chile, con selección de Andrés Braithwaite e Ignacio Echavarría.
Me dijo una tarde
de la primavera:
Si buscas caminos
en flor en la tierra,
mata tus palabras
y oye tu alma vieja.
Que el mismo albo lino
que te vista sea
tu traje de duelo,
tu traje de fiesta.
Ama tu alegría
y ama tu tristeza,
si buscas caminos
en flor en la tierra.
Respondí a la tarde
de la primavera:
Tú has dicho el secreto
que en mi alma reza:
yo odio la alegría
por odio a la pena.
Mas, antes que pise
tu florida senda,
quisiera traerte
muerta mi alma vieja.
Consejos
Sabe esperar, aguarda que la marea fluya
—así en la costa un barco— sin que al partir te inquiete.
Todo el que aguarda sabe que la victoria es suya;
porque la vida es larga y el arte es un juguete.
Y si la vida es corta
y no llega la mar a tu galera,
aguarda sin partir y siempre espera,
que el arte es largo y, además, no importa.
Noche de verano
Es una hermosa noche de verano.
Tienen las altas casas
abiertos los balcones
del viejo pueblo a la anchurosa plaza.
En el amplio rectángulo desierto,
bancos de piedra, evónimos y acacias
simétricos dibujan
sus negras sombras en la arena blanca.
En el cénit, la luna, y en la torre,
la esfera del reloj iluminada.
Yo en este viejo pueblo paseando
solo, como un fantasma.