Manos / Hands
Martes 21 de agosto de 2012
La selección de Jorge Fondebrider, que inauguró la sección de poesía, termina con un poema inédito de la irlandesa Moya Cannon traducido por él y en su idioma original.
Así introduce Fondebrider el último poema, "Manos", de Moya Cannon:
Para terminar, elijo un poema, por ahora inédito –pronto va a aparecer publicado en la editorial Bajo la luna–, de la poeta irlandesa Moya Cannon (1956), a quien traduje con enorme placer y con quien tuve el gusto de pasar unos días en las islas Arán, sobre la costa atlántica de Irlanda. Se trata de un texto donde nuevamente están presentes el yo y el patetismo, pero combinados con un infinito pudor y una extrema delicadeza. Cometo la infidencia de contar que Eamonn es uno de los hermanos de Moya y que Kathleen es su mujer, una de las más extraordinarias arpistas irlandesas. Con ellos y con Moya pasamos una velada magnífica en Galway, en lo que ahora parece otra vida. Por eso, aunque más no sea para recordar esa noche, aquí va el poema.
Por Moya Cannon.
Para Eamonn y Kathleen
Fue en algún lugar sobre la costa noreste de Brasil,
sobre Fortaleza, una ciudad de la que nada sé,
salvo que está llena de gente
cuyas vidas son un misterio
mayor que el río Amazonas;
fue ahí, mientras el avioncito del monitor de vuelo
se desplazaba al ecuador
y viraba al este hacia Marruecos,
cuando empecé de nuevo a pensar en las manos,
en lo extraño que es que nuestras vidas
–la vida de la francesita pelirroja a mi izquierda,
la vida del niño argentino a mi derecha,
mi vida y las vidas de todos los pasajeros dormidos
que están siendo rápidamente transportados en la oscuridad
sobre el oscurecido Atlántico–,
todas esas vidas ahora estuvieran siendo sujetadas
por las manos del piloto,
y pienso en otras manos que pueden sostener nuestras vidas,
las manos del cirujano
a quien tendré que volver a ver cuando llegue a casa,
las manos de la inteligente enfermera de cabello negro
que desenrolló de mi cuello el cordón umbilical,
las suaves manos de mi madre,
las manos de esos otros
que me quisieron
hasta que parece casi
como si esto fuera lo que es la vida humana:
ser pasado de mano en mano,
ser, improbablemente, llevado sobre un océano.
For Eamonn and Kathleen
It was somewhere over the north eastern coast of Brazil,
over Fortaleza, a city of which I know nothing,
except that it is full of people
the life of each one a mystery
greater than the Amazon river,
it was there, as the toy plane on the flight monitor
moved over the equator
and veered east towards Marrakech,
that I started to think again of hands,
of how strange it is that our lives –
the life of the red-haired French girl to my left,
the life of the Argentinean boy to my right,
my life, and the lives of all the dozing passengers,
who are being carried fast in the dark
over the darkened Atlantic-
all of these lives are now being held
in the hands of the pilot,
in the consciousness of the pilot,
and I think of other hands which can hold our lives,
the hands of the surgeon
whom I must meet again when I return home,
the hands of the intelligent, black-haired nurse
who unwound the birth-cord from my neck,
the soft hands of my mother,
the hands of those others
who have loved me,
until it seems almost
as though this is what a human life is,
to be passed from hand to hand,
to be borne up, improbably, over an ocean.