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Fortaleza y Debilidad IV

La autora de Humedal cierra su maravillosa serie de poesía con Roberta Iannamico y su mundo "esbozado por los versos de manera ingenua e inquietante".

Selección y comentarios de Daiana Henderson.

Al leer los libros de Roberta Iannamico no puedo evitar sentir que ella no podría no haber sido poeta. Sucede algo raro, algo paradójico: en los versos que construye cautelosamente a base de musiquitas, observaciones e imaginación, conviven una aprendiz y una maestra, o una niña y una madre superpuestas en una sola voz.

El mundo es esbozado por los versos de manera ingenua e inquietante. En cada poema Roberta inventa su relación con el universo, con la atención y la paciencia de una niña que durante toda una tarde observa el comportamiento de los escarabajos.

“¡Al fin! / ¡salir afuera! / ¡al sol! / ¡hola sabio! / ¡instrúyeme! / Instrúyeme hormiga / instrúyeme bicho bolita / instrúyeme viento / que yo baile y cante con tu fuerza / con tu suavidad / instrúyanme / niños”, dice su poema “Discípula”, que parece ser un rezo o un canto a los animales que intentan decirle algo y que ella quiere entender. Hay toda una mitología en la poesía de Iannamico: zorros, burros, perros, pájaros, bichos bolita, escarabajos, caballos, murciélagos hacen sus apariciones y muestran su nobleza ("Un pájaro llama a mi puerta / con un canto / cuando se hace silencio / estoy sola / y no sé qué hacer / si abrirle o no"). La sierra, el bosque, el campo abierto constituyen su hábitat natural, donde hasta el más sobrio de los seres vivos puede hacer su gracia, pero donde también al llegar la noche las siluetas de las cosas muestran un revés sinuoso y sutilmente perturbador.

a

Frente al castillo

pero lejos

unos árboles tensos

como brujas

atrás otros

sauces llorones petrificados

más atrás el bosque

brumoso

mis pasos son un susurro

en el pasto húmedo

miro a mi perro

el Bandido

y no lo reconozco

es igualmente negro

pero otro animal

tengo que preguntarle

¿sos el Bandido?

es el Bandido

pero transformado

completamente.

a

Los poemas de Roberta me hacen acordar en algo a esa nueva gama de dibujitos animados del estilo de Hora de aventuras o Regular Show, donde cada capítulo inicia su relato en un ámbito de “normalidad” pactado con el lector/espectador hasta que en cierto punto indetectable hace una fuga hacia una realidad a la vez deforme y maravillosa. Me recuerda también al concepto de “Poesía marciana” auspiciado por Craig Raine y Christopher Reid por allá por los 80: una especie de surrealismo en el cual los objetos y los modos en que el mundo funciona son descriptos de una manera infrecuente, haciendo que la mirada-marciana del novato que visita la tierra aporte un modo de pensar y sentir fresco y diferente de aquello que sabemos de memoria. Lo extraño y lo familiar trastocándose uno a otro.

Esto es lo que hace Roberta. Sus poemas tienen un carácter hipnótico. Uno entra en su aldea seducido por la inocencia del paisaje, o empieza a escuchar una historia contada junto a una fogata y no registra cómo todo lo que permanecía mudo alrededor comienza a tornarse desafiante e irremediablemente inquisidor.

Hay un verso de Daniel Durand que sentencia que el poema perfecto no necesita lector. Yo pienso que los poemas de Roberta podrían jamás salir de sus cuadernos y aun así seguirían siendo verdaderamente importantes.

a

de El zorro gris, el zorro blanco, el zorro colorado (Vox, 1997)

Vinieron el zorro blanco, el zorro gris, el zorro colorado.

Me olisqueaban Los dedos de Los pies.

Yo levantaba una pata y la otra como una flamenca.

Entonces vinieron el zorro azul, el zorro plateado, el zorro verde.

No sabían hablar pero se hacían entender clarísimo con movimientos de

sus colas.

Después aparecieron el zorro naranja, el zorro

overo y el zorro violeta.

Se acercaban con falsa timidez.

Más atrás el zorro negro, el zorro púrpura, el zorro

de agua.

Hacían pis para marcar el territorio.

Yo me senté en el pasto y, antes de que empezaran

a comerme poco a

poco, me puse a tejer una cola para igualarlos en

belleza.

Vino la tormenta y los zorros empezaron a correr en

círculos.

No podían pasar las fronteras que ellos mismos

habían marcado.

Me agaché, agarrándome las rodillas hice pis, y se

abrió una puerta.

Salieron los zorros.

Me llevaban en andas sobre sus lomos como una

princesa.

La lluvia los desconcertaba. Los ponía loquitos.

a

*

a

Un tío gordo me dice te saqué la nariz.

Y yo lo vi jugando de dedo en dedo con mi nariz

por el borde de las cosas.

¿Y ahora qué hace mi tío gordo con una nariz que no es suya?

Él tenía nariz de higo y le daba miedo que algún

pájaro se la comiera.

Hacía pan dulce para la navidad.

En el verano tenía el patio lleno de árboles.

Yo iba a la siesta y me probaba narices. Una semilla

de jacarandá, un

limoncito, una ciruela, una aceituna.

a

*

a

De tanto cruzar el océano los nadadores se

destiñen.

Les crecen naufragios en la espalda.

Desde una punta de la isla la mujer arroja una

media de red.

Cansados se dejan pescar: tienen los dientes

hermosos.

Sonríen y ella toca el xilofón con una ramita de

tamarisco.

Estirando la media arma un tendal y los pone a

secar al sol.

Pálidos se balancean.

Cantan igualito al mar.

Ella les peina las algas y los cubre de tatuajes.

Juega todo el día con los nadadores.

A la noche los tira al mar amarrados de los tobillos.

a

*

a

La vaca se acuesta sola en el medio de la pampa
sobre la letra P de la provincia de buenos aires
mira las estrellas
el cuerpo lleno de lagunas
por ahí navegan sabores
sol que rumia para que se le haga amarillo entre los dientes
en la noche larga la teta se le enciende como un farolito
la luz mala
como un planeta de cinco puntas.

a

*

a

El baldío es abierto como un mar
lo cruzamos yo y mi amiga
el burro por delante
pinchan los yuyos en las patas sin medias.
En el verano venía el circo
no nos interesaban ni los elefantes ni los tigres
ya los conocíamos de las películas
pero sí un caballito enano
que tenía un ojo de cada color.
Sarco.
Un ojo azul y otro marrón se llama sarco.
Después vinieron los chistes
tiene un ojo marrón y otro a- zu- lado
pero era para disimular que al caballo lo queríamos para nosotras
nos habíamos enamorado de él
puede estar un día en cada patio
o en el baldío.
El sarco en el baldío.
Si se puede mirar descampado y saber si viene tormenta
yo voy a mirar los ojos de mi caballo
el azul si quiero ver el mar
el marrón si quiero ver la tierra.
Por la ventana que da afuera me dicen
sabías que Pascual se fue al cielo
yo digo que sí pero es mentira
el caballo y el abuelo corren por el mar abierto
por el campito de la muerte baldía
se pinchan las patas.
Justo cuando estoy por la mitad
tengo que volver para tomar la leche
no sé qué hay en el fondo del baldío
nunca llegué hasta la tormenta.

a

de Tendal (del Diego, 2001)

La medialuna

Yo cuando era chica
no sabía hacer la medialuna
cuando llevaba los brazos al suelo
no me animaba
a despegar las piernas
daba pataditas bajas
como los potrillos
en cambio las otras chicas
todas hacían la medialuna
algunas podían cruzar el patio entero
haciendo una medialuna
atrás de la otra
eran estrellas
girando
girando
en el momento en que la cabeza está abajo
y las piernas dibujan
un círculo de compás
el pelo roza el piso
como una escoba de seda
cuando se vuelve de la medialuna
hay que descansar los ojos
algunos segundos
yo aprendí a hacerla de grande
en sexto grado
practicaba a escondidas
lloraba a escondidas
de pronto supe
algo obvio
algo natural
como cuando por primera vez se comprende
que para flotar en el agua
no hay que hacer nada
mi cuerpo abierto
sobrevolaba
la superficie de la tierra
un contacto veloz
con cada una
de mis cuatro puntas
una flor más
en el aire primaveral.

a

Ruta

Parábamos en la ruta
y mi mamá y yo
corríamos a hacer pis
bajábamos
al túnel
debajo de la ruta
nos agachábamos
daba risa escuchar los autos
arriba nuestro
con el culo al aire
a mí me vino
el viento en contra
y me mojé
nos reíamos
nos reíamos.

a

de El collar de fideos (Vox, 2001)

Todas nos empezamos a parecer a nuestras mamás

cuando pasa el tiempo

nos ponemos grandotas

percheronas

la mirada

más hermosa

como de alguien que puede

defenderse de todo

como de alguien que está

enamorada de sí misma

en los momentos

de soledad.

Era un animal

todo de fuego

hermoso en su peaje

despeinado

su presencia

se oía desde lejos

en mi corazón

como palitos que se quiebran

de noche

no podía esconderse

en ningún lado

aun dormido

seguía brillando

pobrecito.

Donde yo veía el camino

hay una planta de zapallo

es una guirnalda

con enormes faroles

las hojas se rozan

y hacen ruido de cartón

o de un cuero liviano

a la sombra vive el sapo

rey solitario

que a la noche viene

hasta la puerta de mi casa

ni loca

lo beso.

Noelia

junta flores secas

por el camino

arma unos ramitos

preciosos

estaba juntando

un yuyo seco

y algo se movió

por debajo de la hiedra

ya me voy

dijo Noelia

ya me voy.

Todas las madres

guardan la memoria de la primera

mi bisabuela se suicidó

cuando mi abuela tenía

siete años

–una traición de amor–

tomó el veneno y estrelló

la jarra contra la pared

delante de su hija

dicen que primero

se preparó

se pintó

se puso las alhajas

se peinó el pelo rubio

frente al espejo

sin dejar de mirarse

con ese gesto que repite

todos los días mi mamá

y que yo

estoy empezando

a repetir.

a

de Muchos poemas (Voy a salir y si me hiere un rayo, 2008)

Si alguien te lleva de la mano

te das cuenta

de que la mano tiene corazón

dos manos juntas

se entienden más

que todas las personas

que todos los seres

están juntas

completamente

si alguien te lleva de la mano

solo la mano vive

el resto del cuerpo

está desmayado

la mente duerme

y vas

como un barrilete

a cualquier lugar

que siempre te sorprende.

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