Escribir no es importante
Tres poemas de Vicente Luy
Miércoles 24 de junio de 2020
Publicada por Caballo Negro editora, la antología del autor nacido en Córdoba en 1961 y fallecido en 2012 guarda los tres poemas que compartimos a continuación.
Poemas de Vicente Luy.
Los poemas que siguen corresponden al libro La vida en Córdoba, incluido en la antología Escribir no es importante de Vicente Luy publicada por Caballo Negro Editora, donde leemos: "Libro autopublicado en Córdoba en 1999. Se trata de una edición de lujo, muy grande, que cuenta con diseño de Hernán, reproducciones digitales de Walter Bosque e ilustraciones y curaduría general de María Angélica Vaca Narvaja. Aunque al final del libro hay una dedicatoria y agradecimiento más extenso, en la página 7 dice “a mi padre”. La Vida en Córdoba llevó casi tres años de trabajo. El original tipeado por Angie en la Remington de Vicente fue y vino desde Salsipuedes hasta Buenos Aires montones de veces. También yo. Las jornadas de trabajo arrancaban a la mañana temprano en completo silencio. Recién al final del proceso volqué los poemas a un archivo para la imprenta. Desde la primera lectura de Verbonautas (noviembre 1995) Vicente leyó poemas que incluyó en La Vida en Córdoba. Ni la imprenta ni yo pudimos convencerlo a Vicente de aprovechar mejor los pliegos de papel. El libro de 22 x 31 centímetros pesa 1,70 kilos" y firma Hernán.
Caminé horas bajo la parra, junto a tu ausencia,
hablando de lo que fuera; enredaderas, ladrones
de autos. Y si bien reconozco que te parecés mucho
al concierto número 22 de Mozart, el tiempo igual pasa.
Tus cartas están en un cajón de mi escritorio, junto
a un huevo de pascua y la foto esa en la que tu
vestido se parece mucho mucho al concierto
número 22 de Mozart.
Pero ya no las leo. ¿Para qué?
Vos en tu momento, yo en mi momento, ambos
vamos a morir;
y los avatares serán sólo eso, avatares.
Como una vaca choca contra otra
el hijo del lunático sale a la calle.
Regresa con ensalada de tomate.
Se lava los dientes, se enamora
y si copula, se marea.
Luego sube al techo
crece, tose
se deja crecer las patillas y se compra un mono.
Juega con el mono.
Baila con las manos en los bolsillos
involucrando al mono.
Pero al mono no le place, y no baila.
Así que el tipo se enfurece
y se tira de cabeza al patio.
Rebota contra una baldosa
y contra otra
y luego en el pasto, y va perdiendo fuerza
como una vaca que chocó contra otra.
Al final viene el padre, chaqueño, veterano de Saigón;
sí, chaqueño, veterano de Saigón
y lo recaga a trompadas.
Imaginate los vecinos.
Una seguidilla de besos en la boca como pelos debajo
de la lengua; pelos limpios y rubios; una bola que se
agranda y empuja mi lengua en dirección al cerebro.
Prefiero pedir perdón ya.
Yo lloro me relajo y me acostumbro a lo que sea.
Pero que no me besen más. Que no me besen.