El arte de la alusión
Xi Chuan
Viernes 22 de julio de 2016
Última entrega de la serie de Miguel Ángel Petrecca, poeta, editor, librero y traductor de lujo que nos acompañó todo un mes. Para cerrar, su especialidad, la poesía china, donde "toda cosa siempre puede ser sospechada de significar otra".
Selección y notas de Miguel Ángel Petrecca.
Los chinos siempre han sido maestros en el arte de la alusión, pariente de la ironía: toda cosa siempre puede ser sospechada de significar otra cosa, todo texto admite al menos dos lecturas. En el campo de la poesía, esta forma de leer dominó y codificó durante siglos la recepción de sus textos más antiguos, como El clásico de la poesía y las Elegías de Chu, donde una elegía amorosa podía esconder la queja de un letrado injustamente exiliado por el soberano, y donde los objetos se iban cargando con una creciente carga alusiva. Más cerca en el tiempo, se podría recordar el caso de la ópera que a mediados de la década del sesenta prendió la mecha de la revolución cultural, luego de que a alguien se le ocurriera leer, en el drama acerca un ignoto funcionario de la dinastía Song, una crítica a la figura de Mao. En la poesía contemporánea las cosas son diferentes; los poetas trabajan en buena medida en contra de esta tradición alusiva, a la que consideran alienante, en la medida en que coloca el centro del poema fuera del poema. Un poema como Anales del mosquito, sin embargo, opera con el fantasma de la alusión, creando una especie de espejismo alusivo que nos lleva a preguntarnos si el poema no habla de otra cosa. El poema, en todo caso, está construido sobre una alianza insólita entre lo pequeño y lo grande, entre el género de lo mayúsculo (la historia) y el ser más intrascendente y genérico (un mosquito). Es un poema también, en ese sentido, sobre lo no dicho, o sobre lo que no tiene historia. Una historia apócrifa, una contrahistoria chistosa. Xi Chuan (1963) es uno de las figuras más importantes de la poesía china contemporánea. Gran lector de Borges y de Ezra Pound, sobre quien escribió su tesis, su primera etapa está marcada por un fuerte lirismo y un tono exaltado. Desde principios de la década del 90, luego de la masacre de Tiananmen y de la muerte de dos de sus mejores amigos (uno suicidado, el otro por un infarto) su poesía cambió radicalmente, adquirió un tono más irónico y ambiguo y comenzó a experimentar con el poema en prosa. Anales del mosquito es un poema de 2003.
Anales del mosquito
Diez mil mosquitos unidos conforman un tigre; nueve mil mosquitos conforman un leopardo; ocho mil mosquitos, un orangután inmóvil. Un mosquito, por último, es solamente un mosquito.
Los mosquitos, junto con las sanguijuelas y los vampiros, pertenecen a una misma clase; a esta pueden agregarse los burócratas, los terratenientes y los capitalistas. Todos los seres vivientes pueden clasificarse de acuerdo con sus costumbres alimenticias, en carnívoros, herbívoros y chupasangres.
En los intersticios de la Historia, por todos lados se encuentran mosquitos. Presenciaron e incluso participaron de ejecuciones y descuartizamientos, sabotajes y venta de niños; sin embargo, a lo largo de las 25 dinastías, no hay ni una sola mención a los mosquitos.
Los mosquitos con los que nos topamos hoy en día son los descendientes de los de la época de Nuwa (Nuwa era una hermosa mujer, o al menos eso se afirma en La creación de los dioses). Nuwa tenía un amor innato por los mosquitos, pero en La creación de los dioses no se dice una palabra de esto.
La vida de un mosquito, sin embargo, es muy breve, comprendida casi entre un amanecer y un atardecer, o dos amaneceres y dos atardeceres, por lo cual un mosquito, en promedio, llega a ver durante su vida a unas cuatro o cinco personas, o unos veinte o treinta cerdos, o un caballo. Esto explica por qué que los mosquitos nunca han sido capaces de elaborar la noción del bien y del mal.
Cierta persona mantiene puertas y ventanas cerradas, por temor a que entren los mosquitos: esta persona se encuentra, de hecho, bajo la custodia de los mosquitos. Otra persona entra al baño de la esquina, y al ser picada descubre que la picazón es inusualmente fuerte pero tolerable.
Uno de los objetos de mi venida al mundo es ser mordido por los mosquitos. Insertan sus agujas en mi piel, se reúnen en mi sombra a disfrutar del fresco, pierden el conocimiento y mueren en mi respiración envenenada.
En la noche profunda, un hombre tendido en su cama, a medias despierto, a medias dormido, se da a sí mismo una cachetada. No es que esté reflexionando sobre sus propios errores, sino que ha escuchado el zumbido de un mosquito. Cuanto mayor es la fuerza con la que se golpea, más alta la probabilidad de matar un mosquito, más serio parece su mea culpa.
Entonces, ¿en quién se convierte un mosquito después de muerto? Ese hombre que pasa volando histéricamente frente a mí, zumbando, debió ser un mosquito en su vida anterior. Una chica demasiado delgada suele recordarnos también a un mosquito.
Proteger la naturaleza implica proteger a los mosquitos y demás, incluido al dios de la malaria. Proteger la naturaleza e impulsar a la vez la industria de las cremas antiinflamatorias: es hacer lo necesario para expulsar a los mosquitos de la naturaleza. Pero la realidad demuestra que esto es muy difícil.
Traerse un mosquito en el avión o en el tren, trasladarlo a una tierra extranjera, puede contribuir a agravar nuestra nostalgia e incrementar nuestra conexión con la tierra. Cada vez que abrimos una valija, un mosquito puede salir volando de su interior.
Los lugares en los que se ha posado un mosquito son indistinguibles, en apariencia, de aquellos en los que nunca se ha posado uno, como son indistinguibles los lugares que un ladrón ha tocado y aquellos que no. Sin embargo, al examinar de cerca las pisadas de un ladrón, por medio de una lupa, se observa la presencia de un mosquito muerto.
Xi Chuan