Lengua excedida I
Martes 21 de octubre de 2014
Comienza el mes de curaduría a cargo de la escritora e investigadora en lingüística Emma Villazón, autora de libros como Fábulas de una caída. Comienza su serie de poetas bolivianos presentando a Anabel Gutiérrez León.
Selección y comentario Emma Villazón.
Un cuadro ficticio para empezar: la selección boliviana de poetas se enfrenta contra la selección paraguaya de poetas. Las barras enardecidas muestran los dientes, alzan banderas, corean himnos… ¿cuál dará el golazo que llegue al cielo? En una de ellas se empieza a murmurar: “¿por qué no hay una poeta mujer?”, “en el puesto 10 debería ir Hilda Mundy”, “¿y las lenguas originarias?”, “¿por qué no tenemos buenos entrenadores?”, “¿por qué no se toma en serio a la selección?”, “¡¿por qué…?!, ¡¿por qué…?!”, y en minutos entran los goles contra esos seleccionados… Así, con esta imagen, se podría graficar las emociones y pugnas que comúnmente se dan cuando se considera a los poetas como jugadores de una selección nacional.
Pero, cabe insistir, cuando los poetas meten gol, ¿cambia su marcador nacional u otro más extraño que ni les pertenece ni les da respuestas precisas?... Visto así, estas entregas aspiran a mostrar no una poesía boliviana estancada, resurgida o novísima, solo unos poetas, “nada más ni nada menos, con eso es más que suficiente”, diría Octavio Paz; cuatro poetas vivos, nacidos en Bolivia, que desde hace tiempo silenciosamente inquietan el juego en la cancha amplia del lenguaje.
Anabel Gutiérrez León
En los poemas de Anabel, si bien la mirada transita con frecuencia por la infancia o unas ruinas amorosas, estos lugares de escritura en realidad parecieran ser estímulos que conducen a una voz a merodear por un problema menos visible, que quizás, me animo a decir, sea una fuerte inquietud ante el lenguaje. ¿Cómo hablar de la llegada al lenguaje, de saberse no solamente acompañados sino constituidos por las palabras?, probablemente sea una de las preguntas que persigue a la autora. En sus poemas, las palabras nunca son instrumentos “para” hablar de un tema, sino los adobes de la casa que se habita, los surcos para los pensamientos, los actos, el habla: la escritura. Entonces escribir se vuelve sinónimo de buscar en esa casa, agitar esa casa o tener que deshacer esa casa: mostrar su techo, sus cimientos. Poesía que pareciera tener ojos sobre sí misma, lúcida y conmovida por las palabras que la construyen, la poesía de Anabel se mueve entre el desgarro de la lucidez y la pasión. A continuación, un poema del libro Los espacios de la enfermedad, y otro publicado en revistas.
a
I
el lugar
(fragmento)
yo maté un hombre
para convertirlo en el lugar
donde el amor sucede
y como la pequeña difunta
yo también dije al despertar
es el lugar del amor
aunque esa mañana no había escuchado su canto
(acaso, apenas el sonido de un cuerpo
cayendo)
lo supe al despertar: era el lugar del amor
lo supe porque el canto había cesado
lo supe porque le sucedía un silencio incompleto
por la visión del espacio vacío:
solo la huella de una presencia
como el silencio
ocupando _edificándose
en el tiempo donde había sucedido el canto
(fragmento)
a
en una casa enorme
vivíamos sin conocernos
mi nombre
mi cuerpo
a
y yo
a
habitando el mismo espacio
pero ocupando otros tiempos
a
repartidos sin equidad
sin equidad, ni
concierto
a
existíamos sin sabernos
en el mismo lugar
aunque no al mismo tiempo
a
las palabras
sabían nombrar
las cosas
sólo cuando ellas
estaban
en-su-sitio
a
_y ninguna más
a
era una casa
de cuentos
de cuentos para niños
cuando son leídos por los niños:
aaaaaaaaaaaaalas flores rojas, escritas con tinta roja
a
yo no sé quién la construyó para mí
aaaaaaaani si hubo cuándo, cómo, quién
sólo supe
que la casa estaba
donde la mirada de Dios no llega
sin Bien
aaaaaasin Mal
a
desconociendo las Mayúsculas
sola y
sólo por las noches
fascinada con mi horror
perseguía sus secretos
yo deseaba ser (al)ca(n)zada por ellos
a
cuando alguien venía a verme
tocaba antes de entrar
se despedía al irse
a
y yo aprendí a decir mañana
a escribir noche
para que la luz y la oscuridad, se hagan
y duren una después de la otra después de la una después de la otra
a
para saber dormir
para poder despertar
dando forma a las formas de la necesidad
a
Anabel Gutiérrez León (Tarija, 1978). Ha publicado el libro de poemas Los espacios de la enfermedad (Plural Editores, 2007), y ha formado parte de varias antologías, como Lo más profundo… ¿La piel? Escritoras emergentes de Bolivia (2010). Conductas erráticas (2009) y Cambio climático. Panorama de la joven poesía boliviana (2009). Vive en Zaragoza.
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