Autogestar IV
Martes 12 de mayo de 2015
Ultima entrega de la serie de poesía y autogestión curada por el editor de Nulú Bonsai. "Yo, el mismo de siempre, / pero cuánto camino quedó detrás de mí": poemas de Luis Franco para despedirse
Selección de Sebastián Goyeneche.
Adelantó el último año de la secundaria porque se aburría. Abandonó después la carrera de Derecho porque, además de sentirse completamente alejado “del mundo de la jurisprudencia”, prefería mil veces sentarse bajo el algarrobo histórico de su casa en Belén a leer y a escribir. Fue autodidacta en todo lo que hizo: labriego, carpintero, albañil, poeta, ensayista, militante.
Luis Franco forma parte del acervo cultural argentino y, sin embargo, durante su vida (y aún hoy) fue evitado en los espacios de reconocimiento, tanto en literatura como en política, por sus ideas contrarias a lo establecido. Nació en 1898 en Belén, provincia de Catamarca, y al poco tiempo, en 1918, recibía ya su primer premio de poesía. La historia la levantó en esa época la revista Caras y Caretas: el galardón se entregaba en San Miguel de Tucumán y él para ir a recibirlo cruzó a lomo de mula, con un peón, a través del monte que limita con Catamarca, llegando después de dos días de viaje.
En 1920 publicó su primer libro de poesía: La flauta de caña. A partir de ahí, dio durante su vida el total de 52 obras, entre diarios de viaje, ensayos políticos, filosofía, una novela corta, un volumen de cuentos, misceláneas sobre folklore y mitos, leyendas, costumbres de pueblo... publicadas por las más diversas editoriales (América Lee, Kraft, Colihue, Centro Editor de América Latina, Paidós, Schapire, Claridad, Reconstruir y Gleizer, por mencionar algunas), entre 1920 y 1984.
Como militante, formó parte del Partido Comunista argentino en su época más temprana, pero decidió abandonarlo cuando éste “se burocratizó” y perdió el rumbo. Luego fue parte de la fundación del Movimiento Al Socialismo, partido del cual también huiría por razones similares. Terminó sus últimos años viviendo en Ciudadela, expulsado injustamente de su pueblo por el gobierno de Onganía, donde sus libros fueron quemados en una hoguera pública.
Algunos datos nos permiten ver otra cara de Luis Franco, como su participación junto a Evar Méndez y Oliverio Girondo del grupo fundador de la famosa revista Martín Fierro. O saber que fue el único invitado argentino al Congreso de la Paz de 1963, en Moscú, experiencia de la cual nació Prometeo ante la URSS, uno de sus libros más interesantes.
a
JORNADA DE CIELO Y TIERRA
a
Yo, el mismo de siempre,
pero cuánto camino quedó detrás de mí.
Como esta tierra soy,
que levanta sus cumbres para otearse a sí misma;
tan primitivo aún,
que el trigo que me nutre lo siembro con mis manos.
Posado en tierra de aire grande y sol manirroto,
tierra transida de sal, como de sudor o llanto,
(de sal, fría hermana del fuego)
vestida de puntas y filos al modo de los cardones
para resistir mejor cuando el cielo no le alcanza ni una sed de agua;
tierra donde la ubre y la fruta se hacen casi espina en la cabra y la algarroba,
(lejos, cerca, moviéndose con ardentía estéril de lava,
los médanos indomables!)
pero donde la más frágil varita de agua
hace saltar el milagro.
Aquí están los árboles con sus abanicos de alas.
El olivo que guarda en su fronda la primera palidez del alba
como si madrugara más que los otros
y cuyo fruto oscuro es vianda y es luz.
El álamo, con su alma surgente que riega la fiebre de la mía.
El algarrobo, tan áspero y antiguo como las montañas,
alargándome una sombra más cordial que los zaguanes.
Es cierto que este peñasco que se derrumba
ha esperado cien mil años para hacerlo y que yo lo vea;
y que ese águila color de roca
se arroja sobre el viento contrario para peinar sus alas.
Si aquí las ambiciones tienen la lerdura de los arados,
el río, el viento y mi pasión son armas arrojadizas como las boleadoras.
¡Muchachas de la tierra!
Finas curvas morenas de guitarra
y corazón de copla.
Carne de copla a quien la guitarra da alas,
cuando azahares y claveles revientan en la copla,
¡Y mi amor que socarra los lechos de hierba!
¿Quién sorprendió el instante en que el aire se convierte melodiosamente en alma?
Ya mi aislamiento es más populoso que la soledad del bosque.
Ya estoy sumergido hasta la cintura, hasta los sueños, en la naturaleza:
ella lasciva y floreciendo en pudores,
fresca y ardiente como una carrera,
con su higiene tan otra que esa de las farmacias,
con su fuerza tan pura que parece nutrirse de rocío,
y el ritmo de sus ramas contagiando a las cunas y los lechos nupciales.
Pienso (y se enfrían los nidos) en el hombre de hoy,
el que se emporca las manos y el alma con ganancias
–manos y alma del color de los huesos que no visita el sol–,
el que cumple las mandas de los muertos y renuncia a las suyas:
extuprador de la Naturaleza, verdugo de sus puras criaturas de sangre o de savia,
verdugo de su propio hijo que faja y encinta desde la cuna,
lo desalma y le pone en los hombros dos alas de papel...
Pero también en el hombre de ayer y de mañana pienso,
con sus sesos y testículos venerandos
y con su corazón que es púrpura del mundo;
sé que su porvenir en la palidez de lo ignoto rojea,
como en los trigales la amapola,
y que el prodigio se vuelve ya hacia él con ternura.
Sé que nada puede disminuir al mundo su cantidad eterna.
Yo vengo a decir otra vez
que, como cuando la vida era pura
y el espíritu ingenuo apenas tenía niebla,
Dios, que nunca estuvo en los bazares con incienso,
se mostrará de nuevo en el corazón del bosque y del hombre.
De nuevo el galope perfuma los senderos.
Mi potro color de hierro sacude el relincho
y tiemblan de claridad todos los vivos cristales de la mañana y el ansia.
a
EL MAR SE EMBARCA
a Carlos Penelas
a
Cabalgan las montañas sobre la tierra toda.
Sobre el abismo cabalgando el mar.
Como potro espantado y espantoso
emboscado detrás
de sus olas
el mar.
Nublado de olas, pero
constelado de furia y espumas en verdad
(el pez-espada ha atravesado el pecho
de la tromba al pasar);
levantando en sus puños orografías líquidas,
la saña cóncava del mar:
blanqueando en la noche
como un cometa apeado, ¡ay!
hambriento siempre de naufragios,
dejando su fugaz
lápida de ímpetu y espumas,
el mar,
rugiendo y sollozando
ebrio de la amargura de su sal…
Todo para embarcarse al fin en el navío
de la noche que lleva en su bogar
todas las luces encendidas:
¡el mar
singlado en órbitas celestes
ya!
a
COMIENZO PLANETARIO
a
Roto el cordón umbilical
que lo ata al Más Allá
el hombre avista
lo celestial del mundo y de sí mismo.
El hombre de la masa fue el genio analfabeto
que inventó el hacha, el arco,
la rueda, el bote,
la vela marinera y el molino de agua.
(El hombre de la masa fue siempre de más ojo
que la Teología y las Sorbonas.)
Ellos, los amos, no conocen
pensamiento más alto
que el alza y baja de valores
augustos de la bolsa.
¡El mamón vertical de alma arrodillada!
¿Hasta cuándo
la justicia será filantropía
a cargo de matronas recargadas
de ardor redentorista, de joyas y enjundia?
¿Hasta cuándo el pasado será la tumba del presente?
El suceso que viene
es algo más que el logro de pan y de alfabeto.
Se trata
del barrido del cuerpo y el alumbrado del espíritu
entre un fragor de aurora y de cadenas rotas.
Ellos, los amos, creen en el infierno
y el paraíso ultramundanos,
mas no creen en que el hombre pueda disponer de su suerte.
Creen en el progreso de la máquina y en el del alma no.
No en que el hombre puede
marchar delante de sí mismo.
¿Para el buen nadador no es el nado una danza
sobre las fauces del abismo?
¿Podrá el petardo atómico más que los puños de la historia?
Que el hombre abdique al fin su temor reverendo
e invada su futuro.
Su sombra quedará detrás de sus talones
junto con el estado y con los dividendos.
Se asfixiarán las viejas patrias
dentro de sus aduanas y fronteras.
Y la ciudadanía universal se alzará sola
igual que la semilla enterrada en el surco.
Y será el recomienzo inaugural del Hombre.
Luis Franco (Belén, Catamarca, 1898-Ciudadela, 1988). Poeta, ensayista y pensador. Entre sus libros más destacados, podemos mencionar Prometeo ante la URSS (1964), Pequeño Diccionario de la Desobediencia (1959), Espartaco en Cuba (1965), La Pampa habla (1968), El General Paz y sus dos caudillajes (1933) y El otro Rosas (1945), en prosa política; y La flauta de caña (1920), Pan 1937-1947 (1948), Suma 1927-1937 (1938), Constelación (1959) e Insurrección del poema (1979), en poesía.
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