Tres himnos celestes
Martes 10 de marzo de 2015
Una lectura de El sueño de ellas (Bajo la luna), quinto poemario de Lucas Soares.
Por Valeria Tentoni.
“Las fuerzas oníricas son todopoderosas”, escribe Bachelard en El derecho a soñar. El acto de despertarse (siguiente movimiento necesario, una vez que nos hemos dormido, para mantenernos vivos) podría pensarse, quizás, de la misma manera en que el filósofo piensa a la poesía en ese tomo: “La poesía nos devuelve sin cesar a la conciencia de que el hombre ha nacido”. Para él, crear una imagen (pintarla, escribirla) es “en verdad, dar a ver”. ¿No es eso lo que hace el hombre que mira a estas tres mujeres en el poemario, Noe, Pola y Li? Darlas a ver, dar a ver sus galerías secretas, reponiendo las imágenes de ellas de las que quedamos afuera, por el efecto límite de los ojos cerrados, en esa patria privada que es el sueño.
“Creo que la poesía se adapta mejor que la prosa a la extrañeza y a las lagunas inherentes a los sueños, porque la poesía es –entre sus múltiple e imposibles definiciones- un arte de la elipsis y de los espacios en blanco”, respondió su autor, Lucas Soares, a Mariana Kozodij. Después de Roña (VOX), publica éste que es su quinto libro de poesía. El número que le reserva esa serie funciona también como complemento de sentido, desde que estar en el quinto sueño supone ubicar cuerpo y actividad cerebral a la distancia necesaria como para que, una vez en vigilia, podamos recordar lo que soñamos. El sueño de ellas, como título, ya nos advierte que hay un yo que enumera y ordena, un otro testigo. Pero, también, un otro que contempla y desde ese lugar compone. "Toda contemplación profunda es necesariamente, naturalmente, un himno", escribe Bachelard.
“La organización de las cuatro voces se ajustó al criterio de un álbum de fotos desenfocadas y con encuadres irregulares, que apuntan más, como los sueños, al fuera de campo que a lo subrayado”, indica Soares sobre lo que refiere como la “construcción coral” del libro. Para escribirlo, trabajó anotando sueños que le contaron y reuniéndolos en tres sistemas, uno por cada mujer: “Primero fue delimitar un corpus textual entre los sueños e historias que fui recopilando. Después, encontrar y fijar los tópicos centrales en función de cada personaje, atendiendo a las resonancias e interferencias que se daban entre cada uno. Fue como un trabajo de montaje y collage poético”, explica, y refiere como una de sus fuente de inspiración para este libro a Los sueños, de Grete Stern, “dado que ella intervino los sueños ajenos que interpretaba Gino Germani bajo seudónimo, pero a partir del montaje y collage fotográfico”.
Además de Noe, Pola y Li (“los nombres son libres, elegidos sólo por sonoridad”) hay una cuarta voz masculina que enhebra las secuencias y las distribuye, pero también ejerce la primera persona: “La interacción entre los tres personajes femeninos y ese narrador-observador tiene que ver con un desplazamiento que para mí es característico del sueño, donde podemos llegar a pasar, en un mismo sueño, de la posición de narradores omniscientes en tercera persona, a ser los protagonistas en primera. Me interesaba que se vea en la escritura algo de esa transposición y desdoblamiento que acontece en el sueño. Esa cuarta voz, que pretende ser la misma en los tres casos, es la de un narrador entrometido, que al mirarlas dormir se apropia de sus sueños. Para él no se trata del sueño de cada una, sino del sueño de ellas, como si fuera un continuo”.
Ese continuo puede observarse, por caso, en la simetría que se identifica al comenzar (no en el primero, pero sí en el segundo poema) y terminar con las narraciones de los vuelos en avión de Noe y Li. ¿Cuál de ellas despega, cuál de ellas aterriza? Las dos, de alguna manera, lo hacen con él. Y entonces juntas. “Pensé que si el avión / explotara en el aire / moriría al menos / con una frase tuya en la cabeza”. No son sueños, ni el segundo ni el útimo, sino cartas, e-mails o mensajes. Pero diurnos. Así y todo, por la acción que requieren (la de contarlo), los recuerdos, las experiencias que queremos compartir con otro y los sueños se hermanan. En ese sentido, los textos se turnan en El sueño de ellas sin obedecer en ciego a la proveniencia de los materiales, sueño o vigilia, ni se ponderan unos sobre otros. ¿Sueña más Pola en el campo cuando se entretiene con “las partículas / que flotan en el aire / movidas por la respiración” que cuando se detiene en la siesta que no logra dormir, con “los párpados como telón”? El poema que está en la sección que le corresponde podría pensarse como meridiano de esta simetría que sugerimos, ese “aleteo fuerte / que hacen las gaviotas / para después planear / sin resistencia sobre el aire”. Esta “imagen dinámica vivida” dotada de “realidad onírica”, siguiendo a Bachelard pero en otro ejemplar, el de El aire y los sueños, podría operar como eje de un libro en el que Soares también celebra, como el francés, el matrimonio entre sueño y vuelo.