Editar para las infancias: nuevos y viejos desafíos
Filbita
Lunes 21 de julio de 2025
Los editores de Pequeño Editor, Limonero y Ralenti reflexionan sobre el lugar y la circulación de los libros en estos tiempos extraños.
Por Valeria Tentoni.
“¿Cómo son realmente las infancias de hoy y para quiénes estamos creando libros? ¿Qué padres son los que propician la lectura? Si hay cambios en los hábitos lectores (¡y los hay!), ¿deberían los libros expresarlos? ¿Es el libro un producto que cada vez se desea menos? ¿Es posible crear una obra que se destaque por encima de una competencia cada vez más fuerte, más homogénea y más banal? ¿Qué debería cambiar para que los libros relevantes tengan un comportamiento de ventas más interesante?”: cuando se le pregunta a Raquel Franco, al frente de Pequeño Editor, cuáles son los desafíos más urgentes en el mundo del libro ilustrado, responde con estas preguntas. Su proyecto, creado en 2002, se dirige a pequeños y adultos, proponiendo reglas de juego que potencian las capacidades lúdicas. Preguntar, en su caso, es una manera de responder la gran incógnita: ¿cómo hacer llegar lecturas de calidad a las niñas y a los niños en un mundo como este?
“Estamos en una época tremendamente gobernada por las pantallas y lo visual, donde cada vez es más difícil atraer a los niños, y no tan niños, hacia la lectura”, dice Joanna D’Alessio, a cargo junto a Violeta Noetinger de Ralenti, fundada a fines del 2019, según explica, con este diagnóstico en mente. "Por eso decidimos hacer libros que de alguna manera incluyeran la imagen de forma narrativa en la propuesta. Si no puedes contra él, únete a él. Y si bien hacemos libros, intentamos que sean muy atractivos, que entren por los ojos. También pensamos en términos de un relato que tenga un tema, que sea interesante para los chicos, y también una forma. Cuando estamos editando las novelas, muchas veces nos detenemos a pensar en que cada final de capítulo tenga un gancho para que el chico quiera seguir leyendo otro capítulo, que es una forma narrativa también muy propia de las series, de la época. Tratamos de tomar todo eso a nuestro favor”. Su sello ofrece, entre otras cosas, libros álbum, sagas y, entre sus últimas apuestas, la colección “Mi primera novela”.

Lulu Kirschenbaum y Manuel Rud, editores de Limonero (Estrella Herrera)
Para Limonero, la clave está en los mediadores: “El público infantil viene mediado por el lector adulto. Nuestro impulso de publicar libros que también apelen al lector adulto (incluso en algunos casos más que al niño) fortalece ese vínculo con el libro ilustrado. Creemos que permite y amplía la posibilidad de formar lectores que se enfrenten a material más complejo. La única estrategia es que los libros sean buenos", explican Lulu Kirschenbaum y Manuel Rud, al frente del sello desde 2014. Entre las últimas novedades de Limonero, por ejemplo, pueden contarse Tengo un amigo que se murió, una canción que se hizo libro, o el cruce entre Alejandra Kamiya y Yael Frankel en De un gris antiguo.
“Hay una enorme presión sobre padres y madres para acompañar a los chicos en el camino de volverse lectores y sostener ese hábito en el tiempo (así como alejarlos de consumos nocivos, adictivos o de mala calidad). También sobre nosotros, los editores, para crear productos que atrapen a los niños. No sé si existen estrategias infalibles porque el desarrollo de los niños es relacional (depende de nuestra presencia directa y constructiva), pero sí creo que hay acciones generales que los padres pueden tomar para transformar los consumos de los niños”, refiere Franco. Pequeño Editor, por ejemplo, sumó un muy recomendable newsletter que envían de forma quincenal en el que ofrecen una agenda curada de propuestas en la ciudad (teatro, música, talleres, museos) y una perspectiva cultural que acompaña esa búsqueda. También tiene un newsletter Ralenti: “Estamos todo el tiempo pensando y pensando ideas y libros y hablando con autores que nos interesan y pensando temas que pueden interesar en este momento, para la época, y pensando más allá de infantil, algo más juvenil y mirando artistas plásticos que nos sugieran cosas. Estamos en un estado permanente de búsqueda", refiere D’Alessio, una actitud activa ante una realidad desafiante.
“Lo digital cumple una función instrumental muy poderosa en el trabajo: la mayor parte de la comunicación que realizamos con todos nuestros interlocutores es digital: a través de las redes, a través de newsletters; luego realizamos comercio digital a través de nuestra tienda y hacemos pauta publicitaria a través de Google Ads y Meta. Aquí no hay misterio. Luego, mi criterio para el contenido es utilizar lo digital cuando ofrece una diferencia sustancial con los medios analógicos, algo que no puede ofrecerse de otra manera. Entonces, cuando creo libros con canciones (¡porque la música es muy significativa para la primera infancia!) la pista musical es importante y se ofrece a través de un QR. Cuando presento la obra de Julio Le Parc, que se caracteriza por el movimiento, el video ofrece una perspectiva súper relevante, así que el agregado dentro del libro es valioso. Hemos desarrollado productos audiovisuales (series animadas) cuando el abordaje de los contenidos a través de este lenguaje ganaba estética y expresividad”, cuenta Franco, pero advierte que eso no compite sino que colabora con su interés por el libro como objeto analógico.

Raquel Franco, editora de Pequeño Editor (Alejandra López)
“Intentamos hacer una vez un ebook y nos llevó muchísimo tiempo, no lo entendimos y no nos salió. Por cómo son nuestros libros, no es muy fácil trasladarlo al formato digital. Estamos un poco enamoradas del libro físico y no me parece algo bueno. Sería más inteligente de nuestra parte poder acercarnos a otros formatos”, admite D’Alessio.
En las librerías es posible comprobar cómo el mundo de la literatura infantil y juvenil ofrece una gran cantidad de novedades editoriales por mes. Cada sello deberá diseñar, ante este panorama, un plan cuantitativo que permita hacer sostenible el proyecto sin resignar calidad. “Nosotros pensamos la cantidad de novedades por año y no por mes. Aunque veníamos con un ritmo de entre seis y ocho por año, este 2025 estamos más cerca de cinco o seis" explican Kirschenbaum y Rud, y agregan: “La cantidad de novedades depende de múltiples factores entre los que podemos destacar la baja pronunciada en las ventas y la búsqueda de proyectos que realmente nos interesen. La cultura de la novedad aún no está tan instalada en nuestro mercado en la literatura infantil. Confiamos en que el público se renueva y que nuestro fondo resiste al paso del tiempo, pero claro que la novedad sirve para impulsar el catálogo”. En Pequeño Editor, mientras tanto, desarrollan entre seis y ocho novedades al año: “Es un número que no hemos variado mucho a lo largo de los años. Estas decisiones, tanto para Pequeño como para otras editoriales, tiene que ver con la escala del trabajo comercial”. Por su parte, D’Alessio confiesa: “Para ser 100% honesta, hacemos lo que podemos. Nos gustaría, tal vez, hacer una novedad por mes y a veces no llegamos. Son libros que llevan muchísimo tiempo los que hacemos nosotras. Un ideal sería tener unos diez libros al año”.
Entre los desafíos más urgentes a la hora de editar libros para infancias hoy en día, los editores de Limonero señalan el de “que la crisis económica afecte lo menos posible las líneas editoriales que rigen los catálogos. Es decir, que la necesidad real de vender no haga que uno se incline por líneas más ‘comerciales’ o ‘simplificadas’. Poder seguir publicando sin subestimar a las infancias y proponiendo libros interesantes que amplíen el mundo de los lectores”.
¿Y qué cambios han ido notando quienes se dedican a la tarea de editar libros en las y los pequeños lectores? ¿Han debido adaptar algún elemento de los libros? “Queremos creer que al crecer tanto el mundo de la LIJ los pequeños (y grandes) lectores van ampliando su espectro de qué se considera un libro infantil. Tanto en la estética, como en la temática. También en el vocabulario", arriesgan desde Limonero, y subrayan que, en esa dirección, el propósito es formar nuevos lectores “más dispuestos a encontrarse con materiales que los sorprendan o empujen los límites de lo conocido o lo más obvio”. Sin embargo, advierten, para habilitar y abonar esta dirección, es imprescindible la cooperación entre editoriales: "Esto solo es posible con una comunidad de editores que compartan esta búsqueda en la literatura ‘infantil’. Y una comunidad de adultos dispuestos a acompañar (y también a disfrutar) de esas lecturas”, dicen.
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Joana D'Alessio y Violeta Noetinger, editoras de Ralenti
El mundo cambia desde siempre, y eso no se detuvo en los miles de años de vida que lleva el libro acompañándonos en sus distintas formas, ¿cómo diseñar estrategias para que los cambios no se lo lleven puesto? El fantasma parece esconderse, últimamente, detrás de las pantallas. Desde los libros digitales hasta la irrupción de las redes sociales, quienes editan han debido incorporarlas antes que rechazarlas, y lo han hecho de distintas maneras. “En este momento, las redes nos sirven para comunicar nuestras novedades y tratar de mantener informados a nuestros lectores de las ferias, los eventos, los premios y las reseñas. No mucho más (¡ni mucho menos!)”, explican en Limonero. “El cambio más importante en los niños es sin duda la explosión de los teléfonos móviles, como grandes cooptadores de la atención y el tiempo de los niños”, advierte Franco, en cuya editorial se han explorado distintas propuestas, como la introducción del libro literario para bebés y niños muy pequeños. En ese movimiento, Pequeño Editor ha sido pionero, con la colección Los duraznos: “Este cambio ha sido interesantísimo porque supone una transformación en la producción material (la producción en cartoné), un cambio en la concepción del lector (como destinatario de una obra literaria); un cambio en la creación de esos contenidos y, finalmente, en la mediación, que presupone un adulto con una mirada nueva sobre el compartir libros con niños que aparentemente no tienen lenguaje aún”.
Ojos y oídos atentos, quienes se dedican a la tarea de editar los libros que leerán los niños y niñas de esta era no descansan, seguros de que en algún lugar hay una historia por contar que los estuvo esperando todo este tiempo para salir a la luz. La del sol y la de las pantallas.