Poesía

Contra la normalidad

Sobre el primer libro de Sol Fantin

Paula Peyseré presenta el primer libro de Sol Fantin, Normalidad, quien también forma parte de la antología Liberoamericanas / 80 poetas contemporáneas, y deja un poema para conocer su obra. "La normalidad es una máquina de hacer mal las cosas y hacerle mal a la gente. Entorpece la verdadera experiencia".

Por Paula Peyseré. Foto Martina Matusevich

 

La Normalidad de Sol Fantin son los pensamientos de una chica que mira la adultez a través de una ventana, un día que no quiere salir de la casa, y se da cuenta de que la ventana es en realidad la ventana de un barco, redonda, o es un agujero en el fondo del jardín y “nosotras somos lombrices que avanzamos a ciegas”.

Los poemas de la Normalidad se organizan, como alrededor de un fuego, en torno a un estado de suspensión. La voz del poema se tilda pensando en una cosa y puede tener quizá un aijuna o un eureka. Algo como una epifanía a nivel micro, algo de lo cotidiano, le trae al poema un soplo de vida.

Esa forma de tildarse y de estar volada es la verdadera concentración: “Quiero decir: ¿viste cuando estás volada?/ De cuando estás volada hay que aprender/ porque ahí como que te das cuenta de cosas./ De cosas lindas./ Confiás en lo que te pasa / en lo que ves en el mundo”.  

La vida que cuentan los poemas se siente interrumpida por la normalidad. La normalidad es una máquina de hacer mal las cosas y hacerle mal a la gente. Entorpece la verdadera experiencia, la de volarse, la de estar ensimismada en los objetos, en los vínculos y en las sensaciones, suspendiendo la indiferencia del afuera. Por eso es importante tener prendido el sistema de percibir y de vivir como una niña que “cuando se equivoca: acierta”. 

El libro guarda los tesoros y los secretos de una soledad que, sin individualismo ni aislamiento, imagina una soledad para cada persona. Intuye que todxs tenemos alguna guerra o encierro contra la normalidad, por eso es una causa común enfrentarnos a ella y no creerle. 

Esa manera de imaginar otras soledades forma una solidaridad flotante, como una gran ola de humanismo que nos dice que el mundo es muy feo, pero que todo puede estar mejor si prestamos mejor atención a lxs otrxs.

A continuación, un poema perteneciente al libro: 

 

 

POESÍA PARA CONEJOS

 

I

Nunca lo sabremos.

Ser un misterio para una misma es

una clave, como en la música.

Como vivir con la certeza de estar

arraigada pero blanda, edificada

en el agua, alrededor

de lo que brilla, como a punto

de tocarlo.

 

Bienvenida a la adultez, que al final

consistía en dejar de pedir

explicaciones: estar

en el medio de todo

lo que se ignora exactamente

como un bichito de luz.

 

El objetivo tiene que dejar

espacio a la curiosidad. En el interior

del jardín está lo infinito

que se ignora: lo que brotará, lo que se morirá, no

sabemos.

 

 

Es tan difícil el arte del instante, tan.

 

Pero hay que decidirse: algo

nos aguarda en un presente abstracto.

 

 

II

Habrá que confiar en que había un momento extra-

ñamente ubicado en eso que podemos

llamar futuro, habrá que estar atenta para reconocerlo

y avisparse, porque las nubes cambian

de forma tan rápido.

 

Quiero la mirada viva y un sombrero

rojo. Quiero morirme

acordándome de un chiste.

 

 

Los planes están bien, pero no estés

tan segura. La reina

de las hadas tiene un gran sentido

del humor, y la vida

es la reina de las hadas.

 

 

III

El comprobable hecho de no haberse visto nunca

la propia cara, de que no sea posible verse

a los ojos: una metáfora real de lo que nos conmueve.

 

A pesar de haber tantas palabras, las palabras

están gastadas todas. Salvo

que las usemos como piezas de un mosaico

interminable.

 

Yo había aprendido a no intentar la verdad.

Pero el conformismo o el miedo al cliché 

puede ser peligroso en un momento crucial.

 

 

Ahora es ese momento crucial.

 

 

Lo que ocurre es que la verdad no es

ni decir ni no decir: es

el carnaval de inventarse

una mitología para poblar el cotidiano

de zanahorias siendo una misma

un conejo.

 

Tampoco se trata de fe. Sino de ganas.

Y las ganas, como los guisos, se hacen

con lo que hay en la casa.

Aunque a veces hay que salir a comprar

sal o ajo o una carne baratita.

Después comérselo con un vaso de vino tinto.

 

Y al dormir, soñar cosas que no se entienden

ni tienen porqué.

 

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