Carlos Gardini y la literatura fantástica: recuperan sus mejores cuentos
El prólogo a libro de Carlos Gardini
Jueves 28 de junio de 2018
Letra Sudaca acaba de publicar Leyendas, el libro compuestos por cuentos y una nouvelle de Carlos Gardini, uno de los referentes argentinos del género fantástico. Este es el prólogo escrito por Luis Pestarini.
Por Luis Pestarini.
La obra de Carlos Gardini ganó una inesperada visibilidad cuando obtuvo el premio Círculo de Lectores con su cuento «Primera línea» en 1982. Publicó cuatro libros en dieciocho meses: tres de cuentos (Primera línea, Mi cerebro animal y Sinfonía Cero) y una novela, Juegos malabares, que lo situaron en la vitrina de la literatura argentina de fines de la dictadura. Curiosamente, para ser un escritor cuya obra era anhelada por las editoriales poco afectas a los géneros, casi toda puede ser enmarcada dentro de los difusos límites de la ciencia ficción y la literatura fantástica.
La literatura de ciencia ficción no gozaba entonces de buena reputación. Era un género marginal vinculado más a la iconografía del cine que se remontaba a los años cincuenta que a la alta literatura. Los relatos de Gardini rompieron con ese esquema y, además, permitieron una relectura de los años duros de la dictadura y de la Guerra de Malvinas. Aunque el autor siempre señaló que el único cuento de aquellos libros que escribió después de la Guerra fue «Primera línea», en varios se recrean guerras futuras o violencia extrema. En «Cesarán las lluvias», por ejemplo, caen cuerpos del cielo.
Estos primeros libros colaboraron con la legitimización de la ciencia ficción en la comunidad de la literatura, proceso que había iniciado el legendario editor Francisco «Paco» Porrúa, creador del sello Minotauro a mediados de la década del cincuenta. Porrúa, que editó libros como Cien años de soledad y Rayuela, sabía que la ciencia ficción era considerada, en el mejor de los casos, como un género pasatista, de manera que encargó los prólogos de sus primeros libros a figuras de la cultura: Crónicas marcianas, por ejemplo, tenía uno de Borges. Pero poco a poco este proceso fue abandonado por la línea editorial de Minotauro y sencillamente prescindió de la etiqueta «ciencia ficción» en sus libros.
Un ocultamiento similar se dio con las dos publicaciones que, a comienzos de los ochenta, incluyeron regularmente colaboraciones de Gardini como narrador, crítico y traductor: las revistas El Péndulo y Minotauro, dirigidas por Marcial Souto. En la primera se publicaron varios de los cuentos de Vendavalia, cuentos fantásticos que podían ser leídos por niños o adultos, con títulos como «Historia de Hamur y Badur, o La batalla de los espejos» o «Historia del Lunario o El pájaro del amanecer». Cuentos de Vendavalia reunió dos o tres de estos cuentos y fue el siguiente libro publicado por Gardini, ya en 1988.
La novela o novela corta se tornó el formato preferido en el resto de su obra. Su mayor extensión le permitió crear sociedades íntegramente, con sus propias leyes, actores y relaciones. Estos textos también son más cercanos a la ciencia ficción, a veces con un barniz fantástico que no se alimenta de dragones y brujos sino de climas y situaciones extrañas. No en vano Gardini señaló en más de una ocasión que estaba fuertemente influenciado por el surrealismo.
El Libro de la Tierra Negra (1991, en formato digital; 1993 en papel) anticipó constantes que, de una u otra forma, reaparecieron en varios de los textos largos posteriores. Está ambientada en una Tierra en el futuro lejano, opuesto a los futuros de alto desarrollo científico-tecnológico de muchos relatos de matriz anglosajona, donde gobierna una teocracia sórdida.
El Libro de la Tribu (2001), su siguiente novela, se aparta del camino trazado por la anterior puesto que no se ancla en un mundo futuro sino que se traslada a una ciudad situada fuera del tiempo, y sus protagonistas son vampiros. Aunque la historia pueda sonar poco original, en manos de Gardini se aleja de lo convencional y los vampiros no reúnen los rasgos que la cultura industrial de los últimos tiempos les ha atribuido. Este libro posee un dato curioso: su edición impresa es difícil de conseguir porque se hizo únicamente por demanda.
También cercana a la fantasía oscura se encuentra su siguiente novela, Vórtice (2002), sobre una mujer que es violada por ocho hombres y eventualmente se convierte en su profeta, muere y vuelve a la vida mucho tiempo después. Del mismo modo que en otros libros, se repiten como tema el predestinado y cierta visión alegórica cercana al cristianismo.
Fábulas invernales (2004), finalista del premio Minotauro, es una serie de relatos articulados por el narrador. Aquí aparecen en pleno funcionamiento las marcas de la última etapa de la obra de Gardini: la relación entre política y religión, o, mejor dicho, la política como instrumento de la religión, la construcción de una sociedad de origen desconocido pero con reglas propias y bien estructuradas donde resuena el Renacimiento, una reflexión constante sobre la trascendencia del hombre y, como argamasa, una prosa precisa, que responde a las necesidades del momento narrativo, serena y clásica.
Su última novela publicada, Tríptico de Trinidad (2010), es la coronación de su obra, un relato exquisito que recrea el gran tríptico de la literatura occidental: La Divina Comedia. En un escenario donde las categorías «fantasía» y «ciencia ficción» pierden sentido, la Ducásima es envenenada con un cántico y de ella depende Trinidad: si muere será el fin del Eje del Mundo y de la consistencia de la realidad. La novela está contada por el esclavo Aguanieve, que señala: «Mi mundo será imperfecto pero ameno».
Los relatos de Gardini obtuvieron en tres ocasiones el Premio UPC a novela corta inédita otorgado por la Universidad Politécnica de Cataluña. Para tener conciencia de lo que significó este premio, es preciso mencionar que lo obtuvieron algunos de los escritores anglosajones más importantes de los últimos veinte años, ya que no hubo limitación para obras escritas originalmente en inglés y francés. Las novelas cortas con las que Gardini ganó el Premio UPC fueron Los ojos de un dios en celo (1996), El libro de las voces (2001) y Belcebú en llamas (2007), publicado por Letra Sudaca. Sólo el canadiense Robert J. Sawyer obtuvo el premio tantas veces.
Más allá de la importancia individual de las obras de Gardini, surge la problemática de situarlas en el contexto de la literatura argentina. Esta literatura, durante la mayor parte de la historia, giró en torno a lo gauchesco. Es cierto que mantuvo desde siempre una fuerte relación con lo fantástico, aunque este nunca dejó de ser un género marginal. En esta cartografía, que tiene a Borges, por su universalidad, en el centro, Gardini representa una nueva etapa evolutiva de la literatura fantástica (que incluye la ciencia ficción) que suma temas, recursos y, esencialmente, la relaciona con la cultura clásica.
Letra Sudaca está haciendo un trabajo extraordinario al recuperar parte de la obra de Carlos Gardini. Esta antología reúne algunos de sus mejores cuentos, de distintas etapas de su carrera, y muestra la versatilidad y la capacidad para presentar tramas y temas completamente distintos con igual éxito.
