Ensayos

Así comenzaba Borges sus clases de literatura argentina

Foto por: Grete Stern

Sudamericana publica el Curso de literatura argentina que el autor de El aleph ofreció en la Universidad de Michigan en 1976.



Por Jorge Luis Borges.




Muy buenos días a todos, espero que iremos conociéndonos. Quiero advertirles que no pienso enseñarles literatura argentina porque esas cosas no se enseñan. Yo he sido profesor de Literatura Inglesa y Americana durante unos veinte años en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, y me di cuenta de que era absurdo enseñar literatura. Creo que lo que uno puede enseñar es el goce de ciertos libros, el hábito de ciertos libros y que un profesor no tiene derecho a imponer sus opiniones. Yo simplemente invitaba a mis alumnos, les decía: “Voy a enseñarles, digamos, una literatura infinita, que es la literatura inglesa, otra literatura infinita también, por qué no, la literatura americana, y voy a indicarles algunos libros que me han gustado mucho, que son parte esencial de mi vida, y espero que les agraden a ustedes también”. Y conseguí realmente convertir a muchos, no quizás a mis libros preferidos, pero sí a otros; en todo caso, sé que me lo agradecieron. En cuanto a los exámenes, llegué a una técnica que me resultó. Yo siempre les decía a mis estudiantes, y repito aquí estas palabras: “No tengan miedo, no voy a hacerles ninguna pregunta, no les preguntaré fechas porque yo mismo no las sé y se va a descubrir mi ignorancia, pero voy a invitarlos a hablar sobre cierto tema. El tema puede ser Emerson, puede ser el doctor Johnson, ahora ustedes elijan su vida, elijan su estilo, elijan alguna obra en particular, elijan su poesía y hablen, yo no voy a interrumpirlos con preguntas porque las preguntas siempre tienen algo de catecismo, de inquisición, que me parece desagradable”.

Aquí creo que podré, no sé si demostrar, que la literatura argentina, que es una literatura bastante joven—creo, como dijo Groussac, que empieza con la Revolución, es decir, después de 1810—, habrá producido, quizás, ocho o diez libros que, aunque no son esenciales para la humanidad —no hemos producido libros esenciales, América del Sur no los ha producido—, pueden dar agrado y que pueden, digamos, stand out en la memoria.



Ya que posiblemente las palabras “República Argentina” signifiquen poco para ustedes, voy a hablar de algo que no va a ser una lección de historia —no soy un erudito en historia argentina ni pretendo serlo—, pero va a dar cierto fondo, cierto background, que creo necesario para el mejor goce de esa literatura, que desde luego vamos a estudiar de un modo parcial. Voy a hablarles, por lo pronto, sólo de libros que me han interesado, porque creo que uno no puede hablar sobre cosas que no le han interesado, eso es inútil. Y tampoco querría imponerles lecturas obligatorias. La lectura es una forma de felicidad y no un deber; eso de compulsory reading me parece absurdo, es una contradicción.

Ahora vamos a empezar con una especie de bird’s eye view de la República Argentina; desgraciadamente tendré que ser cronológico, pero trataré de no serlo en exceso. Además, mis fechas son dim, few and far between —de modo que no voy a abrumarlos con eso—, pero creo tener una concepción justa, en todo caso un poco heterodoxa, de la historia de mi patria, que es una historia, desde luego, breve. La tengo no sólo por la lectura de libros —he leído y releído la historia de Vicente Fidel López, que me parece la mejor, y he leído y releído a otros historiadores, a Ramos Mejía, a Groussac, a Sarmiento—, sino que también voy a recurrir a recuerdos de mi familia, a la tradición oral, que se mantiene todavía, y es natural, porque todo es bastante reciente. Vamos a empezar por un hecho general: la Conquista.

Me parece que es el principio lógico. La conquista de América fue un hecho ciertamente extraordinario: un vasto continente que fue overrun17 por un puñado de españoles, fueron muy pocos realmente. Aquí es importante la valentía que mostraron los españoles. Yo no he conocido un español cobarde en toda mi vida. Los españoles son fácilmente valientes, no pueden dejar de ser valientes, lo que no quiere decir que sean siempre buenos soldados —han sido derrotados muchas veces— pero quizá la valentía personal sea una cosa y la valentía militar sea otra...





 

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