"Soriano entrevera continuamente el periodismo y la literatura"
Ángel Berlanga y su biografía del autor de Triste, solitario y final
Viernes 21 de abril de 2023
Ángel Berlanga debuta como solista con una biografía monumental e íntima de Osvaldo Soriano, una obra que le llevó una década de trabajo: "La fluidez, el humor, la música de su escritura, para mí siguen funcionando hoy, y creo que perdurarán".
Por Valeria Tentoni.
Soriano, una historia (Penguin Random House) es el primer libro solista de Ángel Berlanga y le llevó casi una década de trabajo darlo por terminado: se trata ni más ni menos que de la biografía del autor más popular de la literatura argentina de la segunda mitad del siglo XX.
Nacido en Buenos Aires en 1966, Berlanga escribe en el suplemento Radar y coordina Verano/12, de Página/12, el suplemento en el que cada año se dan cuentos de escritores contemporáneos entre diciembre y marzo. Es además docente de periodismo en Ciencias de la Comunicación de la UBA y en la agencia ANCCOM. Trabajó en el diario Crítica y publicó artículos en las revistas La Maga, La Balandra, Teatro y Puentes, entre otras.
Antes de dedicarse a esta biografía, Berlanga había trabajado ya sobre el autor de Triste, solitario y final: junto con Juan Forn en la reedición de la obra completa de Soriano y en la compilación de dos volúmenes de artículos periodísticos: Cómicos, tiranos y leyendas (textos inéditos en libro) y Arqueros, ilusionistas y goleadores, sus escritos futboleros.
Soriano, una historia comienza contando cómo se consiguió el autor un espacio en el mundo del periodismo, que es también el mundo del que venís. ¿Qué podés decirnos de este rescate, además de su vida como escritor de libros, de su vida como autor periodístico?
Para mí Soriano entrevera continuamente el periodismo y la literatura: escribe. Y si bien los textos para prensa son inmediatos, en el sentido de que tienen menos tiempo de elaboración y pueden pensarse inicialmente como más “al paso”, y sus novelas tienen además de procesos de factura y búsqueda más sofisticados, más el horizonte de perdurar en el tiempo como parte de una obra, en ambos registros hay muchos elementos en común, temáticos, estilísticos, de sensibilidad, de humor.
¿Creés que cierta identificación es parte de lo que te atrajo de Soriano para encarar esta labor monumental?
En cuanto a la identificación, Soriano fue uno de los autores que más incidió para que hacia fines de los 80 dejara arquitectura, lo que estudiaba por entonces, y me desplazara hacia el periodismo. Desde la salida de la dictadura cobraron fuerza en mí esto de las “inquietudes sociales”, pongamos, y en la impronta de Soriano eso es bastante constitutivo; a la vez, creo que tuvo una enorme influencia. Era un tipo que pescaba las principales marcas de la época y las ponía en escena de forma potente, nítida.
¿Qué podés contarnos de esta investigación? ¿Cuánto tiempo te llevó? En los agradecimientos se citan conversaciones, préstamos de materiales, lecturas de archivos personales...
Distinguiría acá un par de etapas. En principio, vengo reuniendo materiales sobre Soriano desde fines de los 80, entrevistas, artículos, etc. Lo que incidió, hacia 1997/98, en que escribiera en la revista La Maga y en mi entrada en Página/12. Por entonces lo conocí a Juan Forn, que dirigía Radar. Forn impulsó en 2003 la reedición de la obra completa de Soriano en Seix Barral, y me invitó a participar de eso: en cada novela agregamos una suerte de collage con declaraciones sobre el origen, la cocina, las repercusiones de cada libro. Tras eso, ya en solitario, armé un par de compilaciones: Arqueros, ilusionistas y goleadores, sus textos futboleros, y Cómicos, tiranos y leyendas, escritos en prensa inéditos en libro. Ahí vi que tenía un esbozo de mapa con etapas de su vida, referencias, recorrida por diarios y revistas. En la biografía en sí trabajé casi diez años, y ahí ubico distintas vertientes: la obra periodística, el rastreo en hemeroteca; la obra literaria y las críticas; las entrevistas que dio, gráficas y audiovisuales; unas cien entrevistas personales a gente que lo conoció; documentación personal de los papeles que conservaba; y correspondencia, en particular la del exilio, que es un material fabuloso.
La era en que Soriano fue escritor y periodista está fotografiada en este libro con sus teléfonos y llamadas de dos horas, sus hoteles y viajes en sepia: ¿cómo creés que se lee a Soriano hoy en día, cómo creés que puede ser recibido en un mundo tan distinto?
Está linda la imagen del sepia, y a la vez creo que muchos de sus temas y preocupaciones son centrales en el colorinche veloz de la actualidad. En una de sus facetas como periodista, por ejemplo, la política, uno puede pensar que lo central de su ideario y fogoneo siguen intactos: contra el FMI y el neoliberalismo, en defensa de los derechos humanos y de los juicios a los genocidas, a favor de un Estado fuerte que proteja y potencia a toda la población, contra la concentración de la riqueza. Lo seducía esta faceta de testigo de su tiempo, la reivindicaba, y era efectivo en alumbrar las claves de época. La fluidez, el humor, la música de su escritura, para mí siguen funcionando hoy, y creo que perdurarán: como a Arlt, se lo seguirá leyendo. En sus novelas, más allá de los anclajes de las historias en sí mismas, donde siempre hay referencias políticas o de la situación del país, trabaja sobre factores humanos clásicos: la búsqueda del sentido de lo que uno hace y la relación con los padres, la tentación de la traición con la patria como telón de fondo, los tironeos de la soledad y la identidad. Mi sensación es que en los últimos cuatro o cinco años ha circulado menos, que se lo ha publicado menos; pero la reedición de su obra que hizo Seix Barral, impulsada por Juan Forn (un proyecto en el que trabajé), tuvo una aceptación fuera de serie: entre 2003 y 2016 se vendieron 412.000 ejemplares de sus libros.
¿Qué fue lo primero que leíste de Soriano y cómo te afectó? ¿Cómo fue ser su lector durante todos estos años, incluso antes de imaginar hacer un libro sobre él?
Lo primero fueron notas suyas en El Porteño, 1986, y contratapas en Página/12, ya al año siguiente. Y luego encontré Cuarteles de invierno en una librería de usados: me encantó. Y entonces cada vez que aparecía su firma en algún lado, tac, te enganchás. Al poco en esa misma librería de usados compré No habrá más penas ni olvido. Me sigue pareciendo fenomenal el modo en el que entrevera temas, lo popular o “del común” con autores que conocía poco o nada, sucesos históricos, películas, nudos de la política y la economía. Como me dijo el dramaturgo Tito Cossa, su amigo, podía pasar de hablar de Borges a hablar de San Lorenzo. Para mí es un placer ser su lector, y el descubrimiento de textos desconocidos me sigue sumando referencias al mapa: tiene una obra periodística enorme y muy variada, con un estilo a la vez muy distinguible, de autor. El trabajo para la biografía me hizo revalorar El ojo de la patria, su sexta novela, que en su momento no me atrajo demasiado: en este libro se abraza a Graham Greene, trafica algo de sus lecturas de la Biblioteca de Mayo, pasa factura a algunos de sus detractores, retrata el proceso de licuación de las identidades, entre unas cuantas cosas más. Y esto a partir de la aventura de un espía en el estribo de la jubilación, Julio Carré, que recibe en París la orden de repatriar a un prócer recauchutado con un chip informático de última generación, faceta que a la vez dialoga con la repatriación de los restos de Juan Manuel de Rosas, durante el menemismo.
Trabajaste antes con Juan Forn en la recopilación de sus artículos y escritos futboleros. ¿Este libro está pensado como continuidad de la edición de su obra completa?
No la pensé como una continuidad de la edición de su obra completa; se toman sus materiales, claro, como una de las vertientes, y hay un trabajo que tiene base en aquel, pero no la concebí en términos de “continuidad”.

¿Qué creés, después de esta tarea titánica, que agrega la biografía a la lectura de los libros de Soriano? ¿Qué planos nos ofrece al momento de leerlo?
Me parece que se arman unos cuantos planos. Como consecuencia de reunir una enorme cantidad de material, y de entreverar esas vertientes a las que aludí antes, se ponen en diálogo diversos elementos, muchos de ellos desconocidos, o desordenados. Por entrevistas a sus allegados aparecen seguido detalles de sus invenciones, de los enmascaramientos, de las condiciones de escritura, de sus dudas o búsquedas. A la vez pueden verse las líneas de contacto entre textos periodísticos y ficción, a menudo las publicaciones en la prensa funcionan como laboratorio. También se abunda sobre influencias y constelaciones literarias. Y aparecen tramos de críticas. Y polémicas en torno a tal o cual libro, o tema, y repercusiones, y cifras de ventas, la relación con esto de ser best seller. Entre 1982, a fines de la dictadura, y 1997, cuando murió, Soriano fue el escritor argentino más popular. Eso, sumado a su formidable recorrido periodístico, desde Panorama y La Opinión hasta Humor y Página/12, lo ubican para mí como un autor vital para la cultura argentina de los últimas décadas del siglo pasado.