Prólogos

¿Por qué una antología de mujeres que hablen de experiencias de mujeres?

Otros colores para nosotras

"Porque creemos en la palabra y su carácter performático, su potencia de conjuro, de exorcismo, de sostén y de invención", dicen Bárbara Alí y Roxana Molinelli sobre la antología de poesía contemporánea de mujeres argentinas (Editorial Continente).

Por Bárbara Alí y Roxana Molinelli.

 

¿Por qué una antología de mujeres que hablen de experiencias de mujeres? Porque los vientos corren fuertes y con ellos su posibilidad de subversión, de sanación, de destrucción de viejos y pesados paradigmas y de construcción de otros modos de ser posibles.

Porque creemos en la palabra y su carácter performático, su potencia de conjuro, de exorcismo, de sostén y de invención.

Porque quisimos abrir un espacio donde circulen una multiplicidad de voces que, silenciadas durante muchísimo tiempo, cada vez se escuchan más. Porque es interesante percibir cómo entran en diálogo, cómo cada una desde su singularidad traza líneas que se entraman con otras y juntas construyen un tejido colorido y fuerte, bello y afortunadamente imperfecto, abierto a nuevas voces que quieran hacer trama con otras. 13 (trece poetas) reunidas para el conjuro. Conjuro (definición de la rae): 1. m. Acción y efecto de conjurar (decir exorcismos). 2. m. Fórmula mágica que se dice, recita o escribe para conseguir algo que se desea. 13, en toda su conjugación de vida y muerte, número de reinvenciones, de renacimientos. Hay en el decir poético un acto de creación y comunión (una comunión que pone en común las diferencias) para exorcizar lo que busca atacar y debilitar nuestras potencias. Hay también reflexión, reposicionamientos y un pensar que adviene desde otro lugar (desde lo rítmico y musical como lo propio de la poesía).

En cada conjuro hay puntos que se enlazan, que se encuentran, que coinciden parcialmente con otros. Algunos de éstos son, por ejemplo, la voluntad de armar una genealogía de mujeres en relación a sus afectaciones compartidas: abuelas, madres y las hijas que hablan, que escriben para retornar, curar y volver como en este poema de Flor Codagnone: «Regresa a la beba que fue / a la niña, a la joven, / vuelve a la madre, a la abuela / a las generaciones de mujeres / que la parieron y que lleva en sí, / se descamina la mujer, / se retorna». Las des-fijaciones de lo dado aparecen invocando lo más cristalizado, antiguo y singular, a la vez: «Una casa no siempre es una casa; / puede ser la excusa para una renuncia. / Tal vez así fue para vos, mamá. / Un ejercicio solitario en medio de la espesura» dice Valeria Cervero. La poesía se vuelve así espacio de deconstrucción y testimonio. O inquietud que se vuelve en la voz y configura un yo lírico que cuestiona sus locaciones y se define: «A mí no me cuesta adaptarme. / Me cuesta permanecer» (Paula Giglio).

Conjurar la genealogía de mujeres para recrearse y construir nuevos lazos familiares, nuevas maternidades menos exigentes y más humanizadas, con un viaje que es otra vez hacia atrás y hacia adelante en el tiempo, como en este poema de Jimena Arnolfi: «No debería enojarme con mi bebé, / dice el artículo de pediatría, / soy el único mundo amable y amoroso. / Retengo hacia adentro todo este miedo. / Qué presión ser el único mundo amable y amoroso». O como en este otro de Luciana Reif, que barre con el lastre de la mujer inmaculada: «Pienso en su cuerpo joven, / en lo bello de una madre / antes de ser madre, / cuando solo es mujer.».

El cuerpo y sus deseos, sus búsquedas expuestas al compartir poético «ser lesbiana no es saber / Armar un clima íntimo / La intimidad es una cerveza que ha pasado / Demasiadas horas en el frízer y ahora explotó» (Micaela Szyniak).

Y en ese decir llano, el cuerpo también emerge como poder, como territorio en disputa, en tensión, en su dimensión pública, política, donde el yo no se pierde, se realza: «No tengo un cuerpo, / soy un cuerpo / por eso intentan / decidir sobre mí.», afirma Tamara Grosso.

Hemos hecho aquí un breve repaso por algunos de los versos de estas trece poetas para dar muestra de los puntos en que cada tejido se enlaza a otro, para introducir el mosaico de voces singulares y potentes que componen esta antología.

Hay en el conjuro una magia que reside en la pronunciación. En general, se trataba de frases escritas en latín o griego, que al decirse generaban un efecto inmediato en la realidad. Nuestros conjuros no están escritos en ninguna lengua muerta, sino más bien en una lengua, que más viva que nunca, hace con el ritmo y su pulsión deseante, para crear nuevos mundos, nuevos modos de ser posibles.

Verde, naranja, azul eléctrico. Otros colores para nosotras. Refundar el campo de lo anhelado a partir del color, colores que son emblemas de luchas en la calle pero también de pequeñas batallas en lo cotidiano, de lo micropolítico. «A veces la rebelión consiste en corromper tu tejido regalándote lanas de otros colores» nos dice Natalia Leiderman en un poema que inspira el título de este libro.

Sigamos buscando, entonces, nuevos hilos de nuevos colores para enlazarnos, nuevos colores para nuevas banderas, nuevos poemas que sean conjuros. 

 

 

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