Tres poemas elegidos por J. M. Coetzee
Tomados de 51 poetas
Miércoles 16 de enero de 2019
Sharon Olds, Stephen Watson y Eugenio Montale en esta selección, a modo de muestra del libro editado por El hilo de Ariadna en que el Premio Nobel ofrece los diamantes de su biblioteca de poesía. "Está formada por poemas que responden a mi estándar personal de excelencia poética", advierte.
Fotografía de UNSAM.
El profesor de literatura, traductor, lingüista y crítico literario nacido en Ciudad del Cabo en 1940 preparó, dentro de la colección de su Biblioteca Personal que El Hilo de Ariadna le dedica, el libro 51 poetas. Antología íntima del que extraemos estos tres poemas.
Entre los poetas incluidos, además de los que siguen, están Pablo Neruda, Wallace Stevens, Anne Sexton, Ezra Pound, Walt Whitman, por caso. "Esta antología es personal en dos sentidos. Primero, está formada por poemas que significan y significaron mucho para mí. Segundo, está formada por poemas que responden a mi estándar personal de excelencia poética".
Felicidad infinita
Sharon Olds (1942)
Traducción de Inés Garland
Cuando vi por primera vez la nieve cubriendo el aire
con sus delicadas pisadas, dije que nunca
iba a vivir donde no nevara, y cuando
el primer hombre arremetió para entrar en mí,
y desgarró el pasadizo,
y vino al pequeño cuarto, y apartó
la cortina a un lado para que yo entrara, supe que nunca
podría vivir alejada de ellos
otra vez, la extraña raza con sus macizos
cascos ensangrentados. Hoy est+abamos acostados en nuestro
pequeño cuarto, dorado con
el reflejo de la nieve,
donde estábamos acostados, y donde entraste en mí y
apartaste la cortina, revelando
el pequeño cuarto, dorado con
el reflejo de la nieve, donde estábamos acostados.
La canción de la cuerda rota
Stephen Watson
Traducción de Cristina Piña
Debido
a un pueblo,
debido a otros,
otro pueblo
que vino
rompiendo
la cuerda para mí,
la tierra
no es la tierra,
este lugar ahora
es un lugar
cambiado para mí.
Debido
a que la cuerda
se ha roto para mí,
esta tierra
no es más
la tierra para mí,
este lugar
ya no parece
un lugar para mí.
Debido
a que la cuerda está rota,
el país se siente
como si yaciera
vacío ante mí,
nuestro país parece
como si yaciera
a la vez vacío
y muerto ante mí.
Debido
a esta cuerda,
debido a un pueblo
que rompió la cuerda,
esta tierra, mi lugar
es el lugar
de algo
-una cosa rota-
que no
deja de sonar
rompiéndose dentro de mí.
El huerto
Eugenio Montale
Traducción de María Julia de Ruschi
No sé, mensajera que desciendes,
predilecta de mi Dios (quizás del tuyo),
si en el huerto de manzanos
donde al atardecer, sin tregua
se quejan los pajarillos en sus nidos,
no sé si en el huerto
donde llueven las bellotas y más allá del muro
los amentos del abedul
deshaciéndose aéreos, evocan
el espumoso confín del oleaje, una vela
entre coronas de escollos
sumergidos y lóbregos o más resplandecientes
que la primera estrella que asoma-
no sé si tu pie
leve, la ciega pesadilla donde crezco
hacia la muerte desde el día en que te vi,
no sé si tu paso, que hace latir mis venas
cuando te acercas a este laberinto, es el mismo
que me dio alcance otro verano
antes que una ráfaga, rasando
la hirsuta punta del Mesco
triturara mi espejo-
no sé si la mano que me roza la espalda
es la misma que una vez en la celesta
respondía a los gemidos
de otros nidos, de una espesura que ya ardió.
La hora de la tortura y de los lamentos
que devastó al mundo,
la hora que leías sin vacilar, como en un libro,
clavando tu dura mirada de cristal
bien hasta el fondo, allí
donde alzándose de centelleantes fraguas,
ares cortinas de hollín
nos impedían ver la obra de Vulcano,
el día de la ira que más de una vez el gallo
anunció a los perjuros,
no te separó, alma inseparable,
del suplicio inhumano, no te fundió
en su caldero, corazón de amatista.
Oh labios mudos, que agrietó el largo
viaje por el sendero hecho de aire
que te sostiene, oh miembros que distingo
apenas de los míos, oh dedos que apagan
la sed de los que mueren e inflaman a los vivos,
oh designio que has creado el más allá de tu medida
las esferas del cuadrante y que te expandes
en tiempo humano, en espacio humano, en furias
de demonios encarnados, en frentes
de ángeles que de lo alto descienden... Si la fuerza
que guía al disco ya grabado fuera otra
sin duda mostraría
tu destino unido al mío un solo surco.