Tres poemas de Marisa Negri
Tomados de Kasu, apuntes sobre el té
Miércoles 30 de octubre de 2019
"Una misma planta, en una misma parcela de tierra, procesada de idéntica forma puede producir, según las horas del día, un sabor diferente". De la poeta, docente y autora de Estuario y Caballos de arena, una de las fundadoras del Festival de Poesía en la Escuela, compartimos tres poemas de su último libro Kasu, apuntes sobre el té (La gran Nilson).
Nacida en Buenos Aires en 1971, es docente y poeta, desempeñándose en el área editorial, como actualmente en las ediciones de la Biblioteca Popular Genoveva. Coordina talleres de poesía y es una de las fundadoras del Festival de Poesía en la Escuela, que lleva once ediciones al momento. Otra de las actividades de fomento a la lectura que lleva adelante es una Bibliolancha, que circula por el Delta argentino.
Primero maestra de grado y después Profesora de Literatura, a los 19 años Negri ya estaba dando clases. Escribió desde muy chica y el primer libro de poesía que la fascinó fue Hotel pájaro, de Enrique Molina, que se compró en saldo en la calle Corrientes. Naturalmente, lo que apareció con ese placer lector fue el deseo de dar a leer a su vez, de regalárselo a todos sus amigos: “Evangelizaba con ese libro. Los sentaba a mis amigos y hacía que lo leyeran. Siempre estuvo en mí eso de convidar a otros”, dijo.
Entre sus libros publicados se cuentan Estuario, Caballos de arena y Kasu, apuntes sobre el té (La gran Nilson) del que tomamos los poemas que siguen:
Sorting
Una obrera levanta las hojas con la mano derecha,
vibran entre sus dedos
así comprueba consistencia y color.
Van los brotes elegidos a secarse sobre un paño azul
subastados a buen precio
tendrán nombres lujosos según la estación;
rocío de jade, dragón negro, diosa de hierro,
el resto, tostado y vendido a granel.
La viajera suspira
igual que una hoja de té
ha llegado entre miles hasta aquí
y todo lo que ansía es transformarse.
Saquito de té
En 1901 Roberta Lawson y María McLaren de Milwakee, Wisconsin, patentaron una bolsita de tela de algodón para contener hojas de té. La patente fue aprobada dos años después el 24 de marzo de 1903. El invento se popularizó cuando el comerciante neoyorquino Thomas Sullivan envió por correo postal muestras de té en bolsitas de seda y los clientes las sumergieron por error dentro de la tetera. Sullivan trascendió como el padre del saquito de té y las muchachas de Wisconsin fueron olvidadas.
La hija del tendero lee las hojas de té
I
La viajera ha llegado a la hora acordada
y es invitada a cruzar la cortina de bejucos
que separa la tienda de la casa.
En la víspera ha recibido instrucciones
no proferir palabra desde el amanecer
dejar los zapatos en la entrada
junto con el pensamiento.
II
Hay que atravesar la nieve del corazón
el despertar ha tendido su velo
la verdad se aleja con la luz.
III
Cuando todo ha sido dispuesto
la lectora espera el hervor
vierte el agua
hojas caídas sobre el fondo blanco.
Beber es emprender el viaje
nadan sombras alargadas dentro de la taza.
La viajera ha estado atenta a los detalles
pero el aroma del té la lleva muy lejos
¿ven la mano joven que talla dos nombres en un fresno secreto?
¿el ala de un gorrión quebrada en la tormenta?
tres veces se remueve el poso
y se vuelca la taza en el platillo
tres veces se golpea el fondo
y luego se deja todo en manos del lector.
IV
Las dos mujeres son mundos que se acercan
donde la viajera ve flores y sillones de ratán
la otra
ve el canasto con el crío que se mece sobre las plantaciones
y completa el paisaje.
Los extremos del mundo se han tocado
una línea de tiempo llega hasta el borde de la taza
donde hemos posado los labios
la sombra incierta de las hojas
anuncia el porvenir.