Tres poemas de Emma Barrandéguy
Tomados de Pescar por fin tu corazón inquieto
Miércoles 04 de setiembre de 2019
Nacida en Gualeguay, Entre Ríos, en 1914, Emma Barrandéguy se traslada a Buenos Aires en la década del 30. "Todo lo que hacía estaba en un horizonte radical, en tanto que denunciaba los espejismos de toda elección, la multiplicidad de deseos y de sus formas", escribió María Moreno. Caballo Negro acaba de reunir su poesía completa y de allí tomamos los tres poemas que siguen.
Nacida en Gualeguay, Entre Ríos, en 1914, Emma Barrandéguy se traslada a Buenos Aires en la década del 30. Allí trabaja en el diario Crítica y como traductora, entre otras cosas, pero siempre regresando a la provincia, como escribe Irene M. Weiss en el prólogo a la poesía reunida por Caballo Negro Editora. "Durante el tiempo que vive en Buenos Aires, su relación con el mundo literario e intelectual de Entre Ríos no cesa. De hecho, mientras trabaja en la redacción de Crítica vende vales adelantados para promocionar la obra de Juan L. Ortiz, quien suele visitarla en su casa porteña de calle Lavalle 357", leíamos en el prólogo a Cronosíntesis que Evangelina Franzot escribió para la edición de EDUNER.
Pescar por fin tu corazón inquieto compila la obra poética de quien falleciera en 2006, dejando cuatro libros de poemas editados: Poemas 1934-35, Las puertas, Refracciones y Camino hecho. "En la curva creativa que va desde su primera publicación al último libro de poemas, EB refleja en su compromiso vital el itinerario del siglo XX, desde la distancia intelectual del ideólogo de izquierda hasta el espejamiento final del placer físico homoerótico, pasando por entusiasmos, arrepentimientos, confesiones, y la constante indagación de la sustancia y el lugar de lo femenino, encarnado fundamentalmente en ella misma", escribe Weiss.
El apaciguamiento de las cosas
Todo está en calma.
Doy una última mirada al cuarto:
si muriera esta noche
mínimas serían las dificultades que siguieran.
No hay nadie ya despierto
y he concluido la última anotación
de lo que haré mañana.
Todo está encarpetado,
no hay ningún ángulo que sobresalga.
Casi no hay objetos redondos.
Los piolines en su sitio
y los suicidas sonriendo tras los vidrios.
Este poema es lo único que da
la clave de la madeja:
"Los monstruos, bien peinados, por dentro".
Desconozco tu mano
Desconozco tu mano que se agita
hacia una orilla donde no me encuentro.
Veo el asombro con que te interrogas
buscando las señales de la dicha.
Y conozco el sabor de tus palabras:
"Nada hay desesperado ni furioso".
Sólo un dejarse acompañar que acepta
que haya mareas que nos solicitan.
Y saber que ni al filo de la rama
nos ha de desprender la misma brisa.
Verbos y preposiciones
Hasta el hueco del cuello y la clavícula,
hasta sentir las manos por las sienes,
hasta el color de las calcomanías
repatriarse.
Hasta acceder al gesto que nos llama
sin anhelo, fatiga ni malicia,
hacia el minuto que no habita nadie,
encaminarse.