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Poesía

Versiones inéditas en castellano

Tres poemas de Ellen Bass

Miércoles 20 de mayo de 2020

Un adelanto del trabajo de traducción que Daniela Aguinsky y Valentino Cappelloni están realizando sobre la obra de la poeta estadounidense nacida en 1947, por el momento inédita en nuestra lengua.

Traducciones de Daniela Aguinsky y Valentino Cappelloni. Foto de Irene Young, fuente: The New Yorker.

 

Poeta y docente, Ellen Bass nació en 1947 y creció en Nueva Jersey. Se gaduó en escritura creativa en la Universidad de Boston, donde estudió con Anne Sexton. "La poesía es la más íntima de todas las escrituras", advierte. Entre sus libros, inéditos en nuestra lengua, se cuentan Mules of Love (2002), The Human Line (2007), Like a Beggar (2014), y los de no ficción incluyen The Courage to Heal: A Guide for Women Survivors of Child Sexual Abuse (1988) and Beginning to Heal: A First Book for Men and Women Who Were Sexually Abused as Children (2003, con Laura Davis). Con Kate Kaufman, escribió Free Your Mind: The Book for Gay, Lesbian, and Bisexual Youth—and Their Allies (1996).

Entre los reconocimientos reibidos por Bass se cuentan el Pushcart Prize y el Premio Pablo Neruda. Daniela Aguinsky y Valentino Cappelloni se comunicaron con la poeta, que actualmente reside en Santa Cruz, California, para iniciar una serie de traducciones, de las que aquí compartimos apenas un adelanto.

 
 
 

La cosa es

amar la vida,

amarla incluso

cuando no te da el estómago

y todo lo que sostuviste con cariño

se deshace como papel quemado en tus manos,

tu garganta llena de su sedimento.

Cuando el dolor se sienta al lado tuyo, su calor tropical

espesando el aire, denso como el agua

más apto para las branquias que los pulmones;

cuando el dolor te pesa como tu propia carne

sólo que un poco más, una obesidad de dolor,

vos pensás, "¿Cómo puede un cuerpo aguantar esto?"

Entonces sostenés la vida como un rostro

entre tus palmas, una cara simple,

sin una sonrisa encantadora, sin ojos violetas,

y decís, sí, te voy a elegir

te voy a amar, de nuevo.

 

 

 

Me encanta cómo los hombres se quiebran

Me encanta cómo los hombres se quiebran

cuando sus esposas los abandonan,

sus envoltorios retrayéndose como la cáscara

partida de las castañas tostadas, exponiendo

la carne dulce y cremosa. Te llaman

y descargan sus corazones del mismo modo en que una mujer

se saca sus joyas, los pendientes

pesados, el lazo rígido del vestido y el corset,

y se desliza dentro de un kimono suelto.

Es como si ustedes dos se hubieran tomado unas medidas

de un muy buen whisky escocés y la nieve cayera

en el cono iluminado bajo el poste de luz

copos grandes y lentos que bajan flotando en el brillo opalescente.

Te cuentan de todo el dolor contenido en sus pechos,

sus pitos decepcionados, sus manos vacías.

Mientras examinan cuidadosamente las traiciones y arrepentimientos,

la consciencia shockeante de cuánto se esforzaron,

el modo en que se bancaron el yugo

con una buena fe tan estúpida,

se vuelven cada vez más jóvenes. Lloran con la inconsciencia de los niños.

Cuando te abrazan, se pegan.

Como alguien que necesitó anteojos mucho tiempo

y finalmente los consiguió- miran alrededor

solamente por el placer de mirar: el detalle,

los bordes filosos de lo que el mundo tiene para ofrecer.

Y cuando se enamoran de nuevo, sólo mejora.

Sus corazones están todos rellenos como eclairs

y la crema desborda al tocarlos.

La aman, te aman a vos, aman a todos.

Sacan todas las penas y dichas con olor a humedad

del sótano donde las empujaron a la fuerza

junto a los guantes de nieve y las colecciones de monedas. Te cuentan cosas

que nunca le contaron a nadie.

Frescos de amarla, vienen brillando

como almas deslizándose en los cuerpos

de los bebés que están a punto de nacer.

Entonces pasa un año. O dos.

Como huesos rotos, vuelven a soldarse.

Crecen como pastos y arbustos y árboles

después de un incendio forestal, cubriendo la tierra calcinada.

 

 

 

 

Matrimonio


Cuando finalmente, después de estar muy enfermo, recuestes

la extensión de tu cuerpo sobre el mío, ¿no es

como los estratos de la tierra, la presión

del tiempo en la arena, barro, pedacitos de caracoles,

todos

los años, despertarse incontables veces, dormir,

noches sin dormir, peleas, mañanas ordinarias

donde hablamos de nada, y caídas

breves y feroces, y el silencio

inconsciente de los animales que se rozan, el agua

moviéndose, viento, el hielo que se lleva los minutos, hojas

detrás de los minerales que vuelven el sedimento piedra?

Cómo aguantar el peso, con cada

parte de los huesos presionando. Y entonces, cómo

aguantar

cuando el peso se fue, como una mujer

cuyo cuello fue enrollado en cobre

no puede después sostenerlo solo. El amor

es un bálsamo, pero también un sello. Nos estrecha

como el pelaje de un conejo al conejo.

Cuando lo despellejás, agarrando desde el borde

la piel abierta, separando las membranas brillantes

y transparentes, el cuerpo está tibio y blando. Si pudieras,

te introducirías dentro de esa piel húmeda y resbaladiza

y la llevarías en tu espalda. Esto no es

limpio ni blanco ni tiene encajes como un casamiento,

y tampoco es la efervescencia luminosa del champagne

volcándose sobre el cuello de la botella. Esta unión

visceral y de sangre que es el amor, pero

más allá del amor. Más allá del encanto y de la delicia

de la forma en que vos en vos mismo estás más allá del

encanto y de la delicia.

Esta es la carne pelada del amor, los callejones y el vidrio

roto del amor, los pétalos arrancados de las ramas del

amor,

el llanto mareado y ronco, el hambre empecinada.  

 

 

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