Tres poemas de Damián Ríos
Foto por: Timo Berger
Lunes 21 de octubre de 2024
Pan y cielo es la antología del poeta entrerriano que publica Tenemos las máquinas.
El poeta y editor Damián Ríos nació en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, en 1969. Publicó los libros de poemas La pasión del novelista (Ediciones del Diego, 1998), De costado (Ediciones del Diego, 1999), El perro del poema (Vox, 2004), Como un zumbido (Gog y Magog, 2008), Soy Pata (Neutrinos, 2012), El verde recostado (Caballo negro, 2013) y Hace mucho tiempo (Iván Rosado, 2017). En narrativa publicó las novelas Habrá que poner la luz (Ediciones del Diego, 1999), Entrerrianos(Mansalva, 2010) y la colección de cuentos Bajo cero (Iván Rosado, 2013).
Ríos cofundó y dirigió Interzona editora entre 2002 y 2006, la empresa de servicios Recursos editoriales y en 2010 la editorial Blatt & Ríos, que actualmente codirige junto a Mariano Blatt.
Pan y cielo, publicado por Tenemos las máquinas, es una antología que reúne poemas de varios de sus libros. Elegimos los siguientes para compartir:
A la tarde, a la noche y a la mañana
van estos pensamientos, a las nubes
de los días nublados y al sol
que las ilumina desde arriba y colorea
el día con esa luz tristísima, en la que se
confunden las paredes blancas de los edificios
con el aire y hace pensar que las ciudades
flotan sin gravedad y en las que apenas pesa
el rumor de la hermosa vida
que fluye sobre la Tierra.
Un pasillo por donde circule viento fresco
Está esa luz entrando
las cortinas
se mueven apenas
un poco de viento cambia de lugar.
No hace tanto calor.
No se puede gritar, en esta sala
no se puede gritar ni poner
música ni prender los ventiladores
de techo como quien prende, así,
ventiladores de techo, dice la enfermera.
Ni recibir visitas.
Se va, el paraguayo de la ocho
se va, se lleva su colección de diarios
viejos, su bolso. Lo viene a buscar
la novia, una que toma clases de inglés
los sábados a la mañana en una parroquia de Palermo.
Se va, se detiene frente a mi cama, me saluda.
Me deja desodorante, papel higiénico,
jabón sin usar.
Esa luz
entrando
cortinas
un poco de aire cambia de lugar.
Un día que puede ser catorce de enero,
cuatro, cuatro y pico de la tarde,
el sol entero
en el techo del taller de al lado, miércoles.
¿Y si viene mi hermano y dice
acá adentro no podés seguir? ¿Y si no viene?
¿Y si viene pero se queda parado
en la puerta de la sala,
pitando un cigarrillo, sin querer entrar?
Afuera hay dos tipos de gente, es lo primero
que dice mi hermano: están los que a las tres
de la mañana, en medio de una tormenta, salen
a conseguir monedas, cervezas;
están los otros, dice.
Además, los policías se sacan los chalecos naranjas,
se ponen impermeables oscuros.
Dice todo esto como si fuera muy importante.
Aquí, o acá, nada fluye:
todo está más bien estancado.
Las moscas se turnan para dar una vuelta,
no creo que llueva hasta la noche.
Una luz
un poco de aire cambia.
Hace un rato me pareció que Miguel,
el paralítico de la siete, andaba
con ganas de pedirme algo.
Le iba a decir si no quería
que lo saque a dar un rato al patio
pero después pensé mejor no,
rengo de mierda.
Luz
un poco de aire.
No puedo empujar el humo del cigarrillo
hasta el fondo
porque en el fondo
apenas
hay una sombra pinchada.
Luz
aire, aire.
El doctor no me mira
mira a sus colegas
dice sí,
está mejor, bastante,
bastante mejor
los colegas asienten
juntan las cabezas
se acomodan
anteojos
miran
la radiografía
un pulmón flamea en blanco y negro.
Ayer le dije te amo
Ayer
le dije te amo
a un amigo
no se lo dije
se lo escribí
en un mensaje
de texto
que no era para él
era para mi mujer
le quería decir
que estaba atrasado
y le puse te amo
y mi mujer se rio
cuando le mostré
el mensaje
y yo me reí
y mi amigo se rio
y ahora se me ocurrió
que nadie sabe nada
del amor
y la poesía tampoco
sabe nada
y esto era lo que quería
decir la otra noche
en la presentación
de una revista de poemas
la poesía no sabe nada
nadie sabe nada
y que no es nada
no saber nada
eso me lo enseñó
mi mamá
cuando era chiquito,
no es nada, me decía,
no es nada.