Tres poemas de César Vallejo
El maestro peruano
Jueves 13 de junio de 2019
"Yo nací un día / que Dios estuvo enfermo". Cuando César Vallejo (1892-1938) empezó a escribir, el español tenía ya nueve siglos de existencia, pero él aterrizó allí con una potencia inusitada, como la que nos sacude en Trilce.
Cuando César Vallejo (1892-1938) empezó a escribir, el español tenía ya nueve siglos de existencia y podía exhibir figuras individuales de relieve mundial como Cervantes, Góngora, Lope de Vega, San Juan de la Cruz, Quevedo. En tierras peruanas había nacido el Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616), dueño de una magnífica prosa de raigambre renacentista, pero no habíamos tenido otro escritor de envergadura que estuviese a la altura de los clásicos peninsulares. Vallejo llegó a llenar esa carencia y lo hizo con un brillo y una potencia inusitados", escribe Marco Martos en el prólogo a la Obra poética reunida de Vallejo que publicó Editorial Peisa en su colección "Alma matinal".
Ágape
Hoy no ha venido nadie a preguntar;
ni me han pedido en esta tarde nada.
No he visto ni una flor de cementerio
en tan alegre procesión de luces.
Perdóname, Señor: qué poco he muerto!
En esta tarde todos, todos pasan
sin preguntarme ni pedirme nada.
Y no sé qué se olvidan y se queda
mal en mis manos, como cosa ajena.
He salido a la puerta
y me dan ganas de gritar a todos:
Si echan de menos algo, aquí se queda!
Porque en todas las tardes de esta vida,
yo no sé con qué puertas dan a un rostro,
y algo ajeno se toma el alma mía.
Hoy no ha venido nadie;
y hoy he muerto qué poco en esta tarde!
Espergesia
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Hermano, escucha, escucha...
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo,
que mastico... y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de ferétro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.
Todos saben... Y no saben
que la Luz es tísica,
y la Sombra gorda...
Y no saben que el misterio sintetiza...
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.
el agua sucia de un dolor
qué mortífero. Está lloviendo
de la gotera de tu amor.
No te hagas la que está durmiendo,
recuerda de tu trovador;
que yo ya comprendo... comprendo
la humana ecuación de tu amor.
Truena en la mística dulzaina
la gema tempestuosa y zaina,
la brujería de tu "sí".
Mas, cae, cae el aguacero
al ataúd, de mi sendero,
donde me ahueso para ti...