Tres poemas de Ariel, la gran obra de Sylvia Plath
Poesía estadounidense
Miércoles 17 de mayo de 2023
Un libro que resume todas las virtudes del estilo de Plath, su intensidad expresiva y metafórica tan fuera de lo común, pero también llena de dolor y extrema delicadeza. Zindo & Gafuri entrega una edición que incluye poemas que su marido, Ted Hughes, decidió descartar en la primera edición.
Traducciones de María Cecilia Perna.
Publicado póstumamente en 1965, Ariel fue editado por su marido, el poeta Ted Hughes, quien modificó el manuscrito original descartando varios poemas e incluyendo otros que Plath había escrito en las semanas que precedieron a su muerte. Esa edición fue señalada como una de las cumbres de la literatura en lengua inglesa del siglo xx, con poemas tan célebres y comentados como “Papi”, “Lady Lázaro” o “Ariel”.
Sin dudas, se trata de un libro que resume todas las virtudes del estilo de Plath, su intensidad expresiva y metafórica tan fuera de lo común, pero también llena de dolor y extrema delicadeza.
La edición de Zindo & Gafuri está basada en la versión de 1966, e incluye en un Apéndice los 12 poemas de la primera edición que Hughes decidió descartar, y que fue motivo de álgidas controversias.
Oveja en la Niebla
Las colinas bajan hacia la blancura.
Gente o estrellas
Me aprecian con tristeza, yo los decepciono.
El tren deja una línea de respiros.
Oh lento
Caballo color del óxido,
Cascos, dolorosas campanas—
Toda la mañana la
Mañana ha estado ennegreciendo,
Una flor suelta ahí.
Mis huesos sostienen un silencio, los campos
Lejanos derriten mi corazón.
Amenazan
Con dejarme lista para un cielo
Sin estrellas y sin padre, un agua negra.
Lady Lázaro
Lo hice de vuelta.
Un año cada diez
Me las arreglo—
Una suerte de milagro andando, mi piel
Luminosa como pantalla Nazi,
Mi pie derecho
Un pisapapeles,
Mi cara sin rasgos, suave
Lino judío.
Arranca el paño
Oh mi enemigo.
¿Doy terror?—
¿La nariz, los huecos del ojo, la fila completa de los dientes?
El aliento agrio
Se desvanece en un día.
Pronto, pronto la carne
Por la grave cueva comida estará
En casa en mí
Y yo mujer sonriente.
Yo tengo sólo treinta.
Y como el gato nueve veces para morir.
Esta es la Número Tres.
Qué basura
A aniquilar cada década.
Qué millón de filamentos.
La multitud masca nueces
Y empuja para ver
Que me descubren mano y pie—
El gran strip tease.
Caballeros, damas,
Estas son mis manos,
Mis rodillas.
Puedo ser piel y hueso,
Sin embargo, soy la misma, idéntica mujer.
La primera vez que pasó tenía diez.
Fue un accidente.
La segunda vez quise
Hacerlo durar y no volver por nada.
Me mecía cerrada
Como una ostra.
Ellos tuvieron que llamar y llamar
Y quitarme los gusanos como perlas pegajosas.
Morir
es un arte, como todo lo demás.
Yo lo hago excepcionalmente bien.
Lo hago y así se siente como el diablo.
Lo hago y así se siente real.
Creo que dirías que a eso fui llamada.
Es bastante fácil hacerlo en una celda.
Es bastante fácil hacerlo y seguir ahí.
Es el teatral
Regreso a pleno día
Al mismo lugar, la misma cara, el mismo bruto
Grito divertido:
“¡Un milagro!”
Que me noquea.
Hay un precio
Para avistar mis cicatrices, hay un precio
Para escuchar mi corazón—
De veras anda.
Y hay un precio, un precio muy alto,
Por una palabra o un roce
O un poco de sangre
O un pedazo de mi pelo o mi ropa.
Eso, eso, Herr Doktor.
Eso, Herr Enemigo.
Yo soy su opus,
Yo soy su valiosa,
La bebé de oro puro
Que se funde en un grito.
Yo me retuerzo y quemo.
No piense que subestimo su gran preocupación.
Ceniza, ceniza—
Atiza y mezcla.
Carne, hueso, hay nada ahí—
Un pan de jabón.
Un anillo de bodas,
Un empaste de oro.
Herr Dios, Herr Lucifer,
Cuidado
Cuidado.
Fuera de la ceniza
Me levanto con mi pelo rojo
Y me como a los hombres como aire.
Danzas de la noche
Una sonrisa cayó en la hierba.
¡Irremediable!
Y cómo van tus danzas de la noche
A perderse sobre sí. ¿En matemáticas?
Saltos y espirales tan puros—
Seguramente viajan
Por el mundo para siempre, no debería del todo
Sentarme vacía de bellezas, el regalo
De tu pequeña respiración, la hierba mojada
Huele a tu sueño, lirios, lirios.
Su carne no guarda relación.
Fríos pliegos de ego, la cala,
Y el tigre, embelesados de sí—
Manchas, y una diáspora de pétalos calientes.
Los cometas
Tienen tanto espacio que cruzar,
Tanta frialdad, desmemoria.
Así se descascaran tus gestos—
Tibio y humano, luego su luz rosa
Sangrando y pelándose
A través de las negras amnesias del Cielo.
Por qué me son entregadas
Estas lámparas, estos planetas
Que caen como bendiciones, como copos
De seis lados, blancos
En mis ojos, mis labios, mi pelo
Al tacto se derriten.
No hay adónde.