Tres novelas sobre el terrorismo de Estado
Por Elsa Drucaroff
Miércoles 19 de abril de 2017
"Leo tres novelas sobre el terrorismo de Estado, copio tres subrayados, encuentro un solo hilo", explica Elsa Drucaroff, cuyo libro El último caso de Rodolfo Walsh acaba de editar Interzona, antes de compartir sus subrayados de Figueras, Gusmán y Heker.
I. “Eso también es el mal, eso de que te sorprendan en plena vida, cuando tú aún pensabas que tenías por delante todas las historias por vivir, y todas las historias por contar, que te ataquen por la espalda y te dejen una sola historia, la única que parece tener sentido en tiempos de muerte. Estos criminales, hija, que entran en las casas y destruyen a los hombres y a las cosas de los hombres, también destruyen en nosotros, en los que azarosamente seguimos vivos, esa trama delicada y arbitraria que fuimos urdiendo en tiempos menos bestiales y que nos constituyó como humanos. Yo buscaba una historia, hija, hace cuarenta años yo andaba a la búsqueda de una historia que tuviera el tranquilo entramado de lo cotidiano pero al mismo tiempo dejara filtrar, como un resplandor tenue, la locura y la ferocidad y la magia que secretamente alientan en los actos de los hombres. Pero ellos arrasaron con toda urdimbre delicada."
Liliana Heker, El fin de la historia.
II. “Yo solamente esperaba cuándo iba a ser la próxima vez. Si de noche o a la luz del día. Si bien la noche es inquietante, en otro sentido protege porque vuelve todo un poco más disimulado. En cambio, la luz del día suele ser despiadada. No hay dónde refugiarse de esa claridad que comienza por la cara cuando uno se mira al espejo desnudando cada rasgo hasta tener la sensación de que verdaderamente se podría llegar al alma. (…)
¿Quién puede escapar de los acontecimientos que lo envuelven?
Pensar eso me tranquilizó: yo era una hoja en la tormenta, una hoja arrastrada por el viento.”
(…)
“-¿Sabe, Villa? El miedo es paradójico, es la mejor metodología en algunos casos, pero al mismo tiempo escapa a toda metodología. Un hombre con miedo es como una granada siempre a punto de estallar. ¿Sabe cuál es el problema? Cualquiera la puede activar. No, Villa, usted no sirve para mi metodología.”
Villa, Luis Gusmán.
III. “Se arrepentía de no haber llevado consigo el libro porque los libros sirven para muchas cosas, además de la lectura. Con ciertos libros se entabla una relación que supera lo intelectual. Da placer tocarlos, nomás. El modo en que huelen. La forma en que se abren solos, en aquellas páginas sobre las que se ha vuelto repetidamente. Siempre exhiben signos de la relación personal que propuso el lector: las marcas y anotaciones que se le han hecho, las manchas de vino o de café, las cosas –boletos de coletivo, flores secas, entradas de cine- que se han atesorado entre sus páginas. Ciertos libros eran más que libros para Enriqueta. Eran oráculos, talismanes, muletas, semillas del árbol original que se transportaban donde uno fuese, en espera del terreno adecuado. Un libro era una voz y algo más: la forma física que esa voz había adoptado para expresarse, para hacerse oír.”
Marcelo Figueras, El negro corazón del crimen.