Tres cuentos breves de Lydia Davis
Antología personal
Viernes 28 de agosto de 2020
Tomados de la Antología personal que acaba de lanzar Almadía en México y llega a nuestras tierras vía Big Sur, tres piezas breves de la escritora estadounidense, autora también de libros como Ni puedo ni quiero.
Por Lydia Davis. Traducción de Mauricio Montiel Figueiras.
ÁNGULOS
Por supuesto que él sabe que su pie está en el piso debajo de la mesa cerca del de ella, y ella sabe que lo ha movido ahí a propósito. Después de eso, en realidad todo se redu ce a observar los ángulos: en vista del ángulo en que la esposa de él está sentada al otro lado de la mesa, ¿le será posible bajar la mirada para advertir que los pies de ellos se tocan suave y deliberadamente de cuando en cuando? Pero más allá de los ángulos y del cuidado que él pone en calcularlos, ¿qué más se puede decir de este hombre que toca el pie de su invitada con el suyo de vez en vez en forma significativa, o de la invitada que disfruta el mensaje secreto implícito en el roce de él mientras su esposa alta y bella les habla desde el otro lado de la mesa, entre bocados de cena, detallando algunos problemas que tiene en su profesión?
(ALGUNOS DE) SUS HÁBITOS ALCOHÓLICOS
Le gusta beber en bares de aeropuertos, le gusta beber en trenes y le gusta beber en el bar de South Station y en cualquier bar de hotel.
Le gustan esos bares y el tren porque nadie lo conoce y todos están de viaje o a punto de viajar.
Dice que en esos lugares la gente forma vínculos que no son nada personales.
UNA BREVE NOTICIA DE HACE MUCHO TIEMPO
Escuchamos esta historia hace varios años en el noticiero vespertino: en su noche de bodas una novia y un novio se embriagaron con sus amigos y luego abordaron el auto de la novia y se marcharon. En un camino sin salida jun to a un paso elevado detuvieron el coche, apagaron el motor y comenzaron a discutir en voz alta. La discusión se oía en las casas cercanas y se prolongó tanto que va rios vecinos empezaron a atenderla. Al cabo de un rato, el novio gritó a la novia:
—Está bien, entonces atropéllame.
A estas alturas los vecinos también miraban la escena desde sus ventanas. El novio bajó del auto, cerrando de un golpe la puerta tras él, y se acostó frente a la llanta delantera del lado del pasajero. La novia arrancó el coche y le pasó por encima el vehículo de mil ochocientos kilos. El novio murió al instante. El matrimonio había durado unas cuantas horas. Al momento de su muerte, el novio aún vestía esmoquin.