Nadie nos dice cómo
Blanca Varela
Blanca Varela
Jueves 26 de mayo de 2016
Comienza hoy la curaduría de Alejandro Méndez, autor de libros como Variaciones Goldberg, Chicos índigo y Pólder, y coordinador de Las afinidades electivas. Elige los "versos breves, el acento despojado y veloz" de de la poeta peruana para hacerlo.
Notas y selección de Alejandro Méndez.
Sin lugar a dudas Blanca Varela ocupa un lugar central en la poesía peruana y latinoamericana. Perteneciente a la generación del 50, junto con Eielson, Sologuren y Salazar Bondy, formó parte del grupo de los "puristas" en oposición al grupo de los poetas "sociales". En sus comienzos tuvo contacto con los surrealistas, pero luego su escritura se decantó hacia vertientes personalísimas.
Su poética no explica ni razona, se constituye en símbolo y signo sin preámbulos. Versos breves, el acento despojado y veloz.
Esas claves provocan la fascinación de fieles lectores diseminados por el mundo; como prueba de ello, va una anécdota: durante uno de los festivales internacionales de poesía de la ciudad de Medellín, Blanca Varela fue invitada a leer en un inseguro barrio de las afueras, todavía dominado a fines de los ochenta por la violencia y la guerrilla. A la lectura asistieron unos encapuchados armados. Al final, uno de ellos se acercó y sacó de una bolsa, donde venía cuidadosamente envuelta, la edición inconfundible de Canto villano que se había publicado en México. Era evidente que el libro había sido leído muchas veces. El encapuchado le pidió a Blanca que se lo firmara sin dedicárselo. Así lo hizo ella, y el hombre vestido de verde desapareció. Poco después vio acercarse a un estudiante sin máscara que llevaba en la mano el libro que Blanca acababa de firmar. Se despidió de ella con un beso y una sonrisa.
Selección de poemas
A César Moro
El rayo ha perfumado ferozmente nuestra casa.
Tenemos sed, tenemos prisa por golpear
con el hueso de una flor en la tiniebla.
Hay un árbol talado en esta historia.
Contemplamos el cielo. No hay señales.
¿Es de día? ¿Es de noche?
Murió la araña que medía el tiempo,
sólo hay un viejo muro y una nueva familia de sombras.
Canto villano
y de pronto la vida
en mi plato de pobre
un magro trozo de celeste cerdo
aquí en mi plato
observarme
observarte
o matar una mosca sin malicia
aniquilar la luz
o hacerla
hacerla
como quien abre los ojos y elige
un cielo rebosante
en el plato vacío
rubens cebollas lágrimas
más rubens más cebollas
más lágrimas
tantas historias
negros indigeribles milagros
y la estrella de oriente
emparedada
y el hueso del amor
tan roído y tan duro
brillando en otro plato
este hambre propio
existe
es la gana del alma
que es el cuerpo
es la rosa de grasa
que envejece
en su cielo de carne
mea culpa ojo turbio
mea culpa negro bocado
mea culpa divina náusea
no hay otro aquí
en este plato vacío
sino yo
devorando mis ojos
y los tuyos
Escena final
he dejado la puerta entreabierta
soy un animal que no se resigna a morir
la eternidad es la oscura bisagra que cede
un pequeño ruido en la noche de la carne
soy la isla que avanza sostenida por la muerte
o una ciudad ferozmente cercada por la vida
o tal vez no soy nada
sólo el insomnio y la brillante indiferencia de los astros
desierto destino
inexorable el sol de los vivos se levanta
reconozco esa puerta
no hay otra
hielo primaveral
y una espina de sangre
en el ojo de la rosa.
Nadie nos dice cómo
Nadie nos dice cómo
voltear la cara contra la pared
y
morirnos sencillamente
así como lo hicieron el gato
o el perro de la casa
o el elefante
que caminó en pos de su agonía
como quien va
a una impostergable ceremonia
batiendo orejas
al compás
del cadencioso resuello
de su trompa
sólo en el reino animal
hay ejemplares de tal
comportamiento
cambiar el paso
acercarse
y oler lo ya vivido
y dar la vuelta
sencillamente
dar la vuelta