Mi antipatía por Damián Selci se remonta a cinco años atrás, cuando leí un artículo suyo y de Claudio Iglesias que proclamaba la necesidad de una purga estalinista en el ámbito académico (...) Eterna Cadencia acaba de publicar Canción de la desconfianza, la primera novela de Selci, que resulta una extensión de su combate político por otros medios. El libro no es un panfleto sino más bien una especie de Retrato del artista como joven cuadro (...) Styrax vive rodeado de mugre, come porquerías y viene de cuatro años sin tener sexo. Ese rechazo a todo hedonismo que no sea el pensamiento revolucionario es propio de un socialista de Juan B. Justo, o de un positivista de José Ingenieros. Pero las obsesiones pedagógicas de Styrax son las de Selci: hablar como vanguardia del pueblo, adorar la ciencia y el Estado, predicar la necesidad del Terror en la historia.
El gran fracaso de la novela es, sin embargo, tratar de citar la electricidad paranoide de Pynchon sin encontrar un enemigo espectral lo suficientemente aterrador (para Ricardo Piglia eran los militares, en Roberto Arlt eran, también, los mismos conspiradores), con lo cual la aventura de sus conjurados se parece muchísimo a un diente de leche. Finalmente, la tendencia hermética de Selci (muy notable también en su obra crítica) hace que se defienda de la legibilidad hasta el punto de que el único modo de enterarnos de lo que es un Esclarecido cabalmente es leer el blog de Eterna Cadencia. El riesgo de defender tanto y tan cerca del arco (lo sabe cualquiera que mire fútbol) es que te hagan un gol de rebote en un corner en el minuto 84, como cuando Damián Selci escribe “pariental” por “parietal” o cuando -después de reclamar un idioma de los argentinos en el contexto de la homogeneización de la prosa en español- termina escribiendo “mucha hambre”.
"La psiquis de su hija es tan débil que se agita por cualquier cosa. ¿No se da cuenta de que la vida que tiene es un accidente del azar?": releemos un fragmento de Todo lo que hay dentro, de la escritora haitiano-estadounidense Edwidge Danticat (Editorial Fiordo).
Paula Bombara, Sandra Contreras y Mario Méndez participaron de un panel moderado por Larisa Chausovsky en el que abordaron las preguntas sobre por qué leer, para qué leer, cómo leer.
La novela El paraíso opuesto, de Antal Szerb (La Bestia Equilátera, traducción de Laura Wittner), es una historia alegórica que advierte: «El deber no es un lecho de rosas».
Ariana Harwicz sorprende con cada novela que publica. En Precoz trabaja una zona del lenguaje que puede relacionarse con Zelarayán, Néstor Sánchez, Aurora Venturini, entre otros.
"Escribir es fugarse, pero en un sentido estrictamente carcelario: crear con el lenguaje la salida del lenguaje. Esto parece decirnos la extraordinaria novela Falconer (1977): tal es el nombre de la cárcel que inventó John Cheever para escapar de sus fantasmas". Una lectura de Matías Moscardi.
Sobre Falconer, la novela que lo catapultó a los lectores
"La psiquis de su hija es tan débil que se agita por cualquier cosa. ¿No se da cuenta de que la vida que tiene es un accidente del azar?": releemos un fragmento de Todo lo que hay dentro, de la escritora haitiano-estadounidense Edwidge Danticat (Editorial Fiordo).
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La novela El paraíso opuesto, de Antal Szerb (La Bestia Equilátera, traducción de Laura Wittner), es una historia alegórica que advierte: «El deber no es un lecho de rosas».
Ariana Harwicz sorprende con cada novela que publica. En Precoz trabaja una zona del lenguaje que puede relacionarse con Zelarayán, Néstor Sánchez, Aurora Venturini, entre otros.
"Escribir es fugarse, pero en un sentido estrictamente carcelario: crear con el lenguaje la salida del lenguaje. Esto parece decirnos la extraordinaria novela Falconer (1977): tal es el nombre de la cárcel que inventó John Cheever para escapar de sus fantasmas". Una lectura de Matías Moscardi.
Sobre Falconer, la novela que lo catapultó a los lectores
"La psiquis de su hija es tan débil que se agita por cualquier cosa. ¿No se da cuenta de que la vida que tiene es un accidente del azar?": releemos un fragmento de Todo lo que hay dentro, de la escritora haitiano-estadounidense Edwidge Danticat (Editorial Fiordo).
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