Las palabras preciosas
Leónidas Escudero
Lunes 29 de febrero de 2016
Comienza hoy la serie de poesía curada por Martín Armada, poeta y editor, autor de libros como Ahab y Hombre sentado ahí. La primera entrega está dedicada al buscador de oro sanjuanino, recientemente fallecido: "Escudero, parece, nunca dejó de pensar cómo nombrar lo que lo rodeaba".
Selección y notas de Martín Armada.
Publicó más de veinte libros. El primero en 1970, edición de autor. Para entonces Leónidas Escudero tenía cincuenta años que, reunidos con las otras décadas que estuvo en este planeta, componen un relato biográfico envidiable para los forjadores de mitos personales. Creció en un campo de San Juan y buscó oro con ambición material, sin éxito. Sin embargo, el rinde fue simbólico, para su poética porque le dio un paisaje inicial y para la crítica porque le facilitó una metáfora esencial: el que escribe busca un metal precioso.
Pasada la fiebre, comenzó a trabajar como empleado administrativo. Tuvo hijos, se jubiló, murió hace semanas. El Estado, desde su bastión universitario en San Juan, dictaminó que debían ser 3 los días dedicados al duelo.
Escudero, parece, nunca dejó de pensar cómo nombrar lo que lo rodeaba. Ese ejercicio antiguo decantó en poemas magníficos. Su uso del lenguaje, en una primera lectura, siembra el desconcierto. ¿Escudero era un romántico que perseguía el habla cotidiana para clausurarla en un gesto estético?, ¿tiene algo que ver con la celebración de una identidad local, con una idea de postergación?, ¿se trata de la poesía de alguien empecinado en escuchar, mirar y no abandonar este mundo y los mensajes cifrados en sus piezas más ordinarias? Sea cual sea el punto de partida, lo cierto es que esa pulsión hace que los poemas de Escudero se llenen de grietas, de sonidos cruzados, de palabras que miran hacia adentro y hacia afuera del texto: lo que se lee, se escucha, y viceversa.
Como siempre ocurre con lo extraordinario, lo que lo hace posible es elemental: puede ser una anécdota de la noche pasada, un soliloquio que se desmonta en preguntas donde se esconde la metafísica de un hombre sentado en el patio de su casa provincial.
Entrevistado para el diario La gaceta luego de la publicación de sus Obras completas, Escudero fue obligado a volver sobre las tensiones entre biografía y escritura. Salió del paso con una parábola elegante: “[...] el poeta a veces camina haciendo equilibrio entre la verdad y los espejismos. La palabra 'funámbulo', que consulté en el diccionario, define la intencionalidad del poeta al intentar descubrir la verdad”. Funámbulo: el que hace equilibrio en la cuerda floja o un alambre.
*
Parar la oreja
Como las orejas del gato
que hacia cualquier ruido apuntan
así escucho hacia adentro de mí
qué dice el pálpito.
Hago así porque él sabe
si aparece o no la chispa. ¿Qué chispa?:
la que ilumina lo oscuro.
Más no se puede decir
porque es difícil de explicar.
De ahí que yo cace conocimiento oculto
con como orejas de gato estar atento
a ver qué pasa en el centro de mí.
Y esta es la brújula es para definir qué;
es la corazonada es; pero no nos engañamos
a veces y nos desoímos
cuando la mente bruta habla
y su voz tapa
a la voz del pálpito en el centro de uno.
Amigo íntimo
Era noche de viento anoche cuando
desvelado oí al gato amigo, el perdido,
llamándome.
Su quejumbre apagada oí e el impulso
tuve de abrir todas las puertas a recibirlo.
Veinte días ya,
y si no lo mató un perro viene ahí.
Salte de la cama y corrí a la ventana
ver si lo veía y hacerlo entrar
acariciarlo darle comida. Sucio, flaco
estaría después e tanta ausencia.
Entonces otra vez oí el llamado;
pero mi di cuenta no era el gato,
era una persiana que con el viento hacía
tal quejumbre.
Cerré la ventana.
Fui a mirarme al espejo ver qué cara
le queda a uno después de desilusionarse.
Y en esas vecindades de viento engañador
y ladridos nocturnos
volví a la cama a no poder dormir. Acaso
¿esto es mucho decir sobre la ausencia de un gato?
Ante la inmensidad
Fue alguna de esas noches en que miraba cielo
en lejanías sobre campo oscuro y vi
cruzárseme un relámpago lejano. Fue tal
como ver chispear una idea
en el umbral de otro mundo.
Es como si en el fondo del desierto hubiera
querido hacerse luz una verdad pero
pasó fugaz y quedé a oscuras.
Parece que la inmensidad
quiere decirme un secreto y al ver
que todavía falta mucho en mí
queda muda.
***