El nombre que te dieron, el nombre que tienes
Jueves 28 de enero de 2016
La novela más reciente de Oliverio Coelho, Bien de frontera (Emecé), es un melodrama pop con algo de novela de espías ambientado en un futuro, en la que el personaje principal construye su territorio de mil caras, como él mismo.
Por Edgardo Scott.
En los últimos años y libros –alguno dirá desde Ida, otro desde los cuentos de Parte doméstico– Oliverio Coelho ha trabajado en su estilo un equilibrio que dosifica con maestría escritura y narración. Una escritura ya no tan barroca como en sus inicios, pero siempre lírica, que ha incorporado el suspenso, tramas dinámicas, personajes tan originales como reconocibles. De nombre onettiano, Bien de frontera, su última novela, amplía esa búsqueda y consigue una vez más esa particular alquimia que lo emparentan con muy pocos; ciertos libros de Edgardo Cozarinsky, fragmentos luminosos de César Aira, Sergio Chejfec o Marcelo Cohen, la Glaxo, de Hernán Ronsino, pero sobre todo los impares y elegantes libros de Charlie Fieling.
Bien de frontera es un melodrama pop con gran ritmo –tiene algo de novela de espías en eso– ambientado en un futuro no tan lejano aunque incierto de la Triple Frontera, Laprida y Buenos Aires. Inventar escenarios, territorios, lugares y sobre todo épocas es otra insistencia de Coelho, presente ya en la trilogía que inauguró en 2003 con Los invertebrables. ¿Futurismo? ¿Ucronías? Sí, pero también una necesidad de estilo: la invención de paisajes. Esa construcción, esa obra de arte de la mirada. Además, sus aproximaciones al realismo, o mejor, su manera de acercarse a “la realidad” está fundida con su lengua, siempre extrañada y mitológica, que reclama los afeites y encajes –en los dos sentidos– de su lenguaje, de su propio idioma. La invención de paisajes en Coelho es una compulsión similar, indisoluble, como lo son las bandas de sonido en las películas de Tarantino. Sin embargo, ese rasgo tan contemporáneo parece recuperar y subvertir cierto romanticismo y hasta cierto orientalismo poco frecuente en escritores del Río de la Plata.
A su vez, Bien de frontera narra la vida del “hombre de los mil nombres”, un estafador exquisito, antes niño prodigio del ajedrez, finalmente un héroe; un periplo donde Coelho modula una vez más (como en Un hombre llamado lobo), ciertas representaciones borgeanas de la hombría y el destino, la disposición y deriva del don que a un hombre le ha tocado, y finalmente, la imprescindible –imposible o no– redención sentimental.
Por último, hay toda una apuesta y una intriga en el título. Dos sentidos, en principio. La idea de un bien propio de una zona (la frontera). Y también el sentido que sugiere el argot: algo bien de frontera es algo muy de frontera. La lectura descifrará el misterio. Pero las preguntas ya son atractivas. ¿Cuál es la frontera de un hombre? ¿El bien? ¿El pasado? ¿El nombre? En la novela de Coelho hay un par de mujeres fascinantes. Hay también una hija. Algunas pistas, en viaje a la frontera, la tierra de todos, de varios, de nadie.