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Ficción

El horla, un cuento de Guy de Maupassant

Uno de los grandes cuentos de la literatura universal, en su primera versión: Eterna Cadencia Editora publica Idilio y otros cuentos, con selección y traducción de Jorge Fondebrider, un completísimo abordaje del universo del gran escritor francés, discípulo de Flaubert.



Por Guy de Maupassant. Traducción de Jorge Fondebrider.



El doctor Marrande, el más ilustre y eminente de los alienistas,¹²⁰ les había rogado a tres de sus colegas y a cuatro  sabios, que se ocupaban de ciencias naturales, que pasaran  una hora en el sanatorio que él dirigía para mostrarles a uno de sus enfermos.

Apenas acudieron sus amigos, les dijo:

–Voy a presentarles el caso más extraño y más inquietante con el que me he topado. Por otra parte, nada tengo que decirles de mi paciente. Él va a hablar por sí mismo.

Entonces, el doctor llamó. Un criado hizo entrar a un hombre. Era muy flaco, de una delgadez cadavérica, como es el caso de ciertos locos a quienes roe un pensamiento, porque el pensamiento del loco devora la carne del cuerpo más que la fiebre o la tisis. 

Habiendo saludado y luego de sentarse, dijo:

–Messieurs, sé por qué están aquí reunidos y estoy listo para contarles mi historia, tal como me lo ha pedido mi amigo el doctor Marrande. Durante mucho tiempo, me creyó loco. Hoy, duda. Desgraciadamente para mí, para ustedes y para la humanidad entera, en breve sabrán que tengo la mente tan sana, tan lúcida y tan perspicaz como las de ustedes.

”Pero quiero comenzar por los hechos mismos, por los hechos simples. Son estos:

”Tengo cuarenta y dos años. No estoy casado, mi fortuna me alcanza para vivir con un cierto lujo. Así, vivía en una propiedad a orillas del Sena, en Biessard,¹²¹ cerca de Ruán. Me gustan la caza y la pesca. Ahora bien, detrás de mí, encima de los grandes peñascos que dominaban mi casa, tenía el bosque de Roumare,¹²² uno de los más bellos de Francia, y ante mí, uno de los más hermosos ríos del mundo.

”Mi residencia es amplia, tiene el exterior pintado de blanco, es linda, antigua, está en el medio de un gran jardín, con árboles magníficos, y sube hasta el bosque, escalando las enormes rocas de las que recién les hablaba.

”Mi personal se compone –o, más bien, se componía– de un cochero, un jardinero, un valet de cámara, una cocinera y una lavandera que era, al mismo tiempo, una especie de ama de llaves. Toda esa gente vivía en mi casa desde hacía entre diez y dieciséis años; me conocía, conocía mi propiedad, la región, todo lo concerniente a mi vida. Eran servidores buenos y tranquilos. Lo que importa por lo que voy a decirles.

”Añado que el Sena, que bordea mi jardín, es navegable hasta Ruán, como seguramente lo sepan; y que cada día grandes barcos, ya sea de vela o de vapor, llegaban desde todos los rincones del mundo.

”Bueno, hace un año, en el último otoño, de repente empecé a sentir unos malestares extraños e inexplicables. Al principio, fue una especie de inquietud nerviosa que me hacía pasar noches enteras despierto, con una sobrexcitación tal que el menor ruido me hacía estremecer. Mi humor se agrió. Tenía súbitos ataques de ira inexplicables. Llamé a un médico, que me recetó bromuro de potasio¹²³ y duchas.

”Me puse entonces a tomar duchas mañana y tarde, y a tomar bromuro. Pronto, efectivamente, volví a dormir, pero con un sueño peor que el insomnio. Apenas acostado, cerraba los ojos y desaparecía. Sí, me hundía en la nada, en una nada absoluta, en una muerte del ser entero del que me sacaba brusca y horriblemente la espantosa sensación de un peso aplastante sobre el pecho,¹²⁴ y de una boca que se comía mi vida, sobre mi boca. ¡Oh! ¡Esos sacudones! No sé de nada más espantoso. 

”Imagínense a un hombre que duerme, al que se asesina y que se despierta con un cuchillo en la garganta; y que agoniza cubierto de sangre, y ya no puede respirar, y que va a morir, y que no comprende… ¡Eso! 

”Yo adelgazaba de una manera inquietante, continua; y, de pronto, me di cuenta de que mi cochero, que era muy gordo, empezaba a adelgazar como yo.

”Finalmente, le pregunté:

”“¿Qué le anda pasando, Jean? Está enfermo”.

”Respondió:

”“Me parece que me pesqué la misma enfermedad que Monsieur. Son mis noches las que arruinan mis días”.

”Pensé entonces que, en la casa, había una influencia febril debida a la vecindad del río, y estaba por irme por dos o tres meses, aunque estábamos en plena temporada de caza, cuando un pequeño hecho muy extrañado, descubierto por casualidad, me llevó a una serie de descubrimientos inconcebibles, fantásticos, aterradores, por lo que me quedé.

”Una noche en que tuve sed, me tomé medio vaso de agua y noté que la botella, apoyada sobre la cómoda que había enfrente de mi cama, estaba llena hasta el tapón de cristal.

”Durante la noche, tuve uno de esos horribles despertares de los que acabo de hablarles. Encendí la vela, presa de una angustia espantosa, y, dado que quería volver a beber, me di cuenta, con estupor, de que mi botella estaba vacía. No podía darles crédito a mis ojos. O bien habían entrado a mi habitación, o bien era sonámbulo. 

”A la noche siguiente, quise hacer la misma prueba. Cerré entonces la puerta con llave para estar seguro de que nadie podría entrar. Me dormí y me desperté como cada noche. Habían bebido toda el agua que había visto dos horas antes.

”¿Quién había bebido esa agua? Sin duda, yo, y sin embargo estaba seguro, completamente seguro, de no haberme movido en mi sueño profundo y doloroso.

”Entonces, recurrí a artimañas para convencerme de que no era yo quien llevaba a cabo esos actos inconscientes. Una noche, al lado de la botella, puse otra de un bordeaux viejo, una taza de leche, que aborrezco, y dos galletas de chocolate, que adoro.

”El vino y las galletas permanecieron intactos. La leche y el agua desaparecieron. Entonces, cada día, cambiaba las bebidas y los alimentos. Nunca tocaron las cosas sólidas, compactas, y no bebieron más líquidos que la leche fresca y, sobre todo, el agua.

”Pero esa duda acuciante persistía en mi alma. ¿No era acaso yo quien se levantaba sin tener conciencia de ello y quien bebía incluso lo que detestaba porque mis sentidos adormecidos por el sueño de sonámbulo podían haberse modificado, perdido sus repulsiones ordinarias y adquirido gustos diferentes?

”Recurrí entonces a una nueva artimaña contra mí mismo. Envolví todos los objetos que inevitablemente debía tocar con cintas de muselina blanca y, además, los recubrí con una servilleta de batista.

”Luego, en el momento de meterme en la cama, me embadurné las manos, los labios y el bigote con grafito. 

”Cuando me desperté, todos los objetos seguían inmaculados, a pesar de haber sido tocados, porque la servilleta no estaba como yo la había puesto; y, además, se habían bebido el agua y la leche. Sin embargo, la puerta estaba cerrada con una llave de seguridad, y mis postigos, por prudencia, con cadenas, no habían podido dejar penetrar a nadie. 

”Entonces, me hice esta terrible pregunta: ¿quién estaba ahí, todas las noches, cerca de mí?

”Messieurs, mi impresión es que les estoy contando todo esto demasiado rápido. Se sonríen, ya sacaron su conclusión: 

“Es un loco”. Debería haber descrito largamente la emoción de un hombre que, encerrado en su casa, con la mente sana, mira, a través del vidrio de una botella, un poco de agua que desaparece durante su sueño. Debería haber hecho que comprendieran esa tortura renovada cada noche y cada mañana, y ese sueño invencible, y esos despertares aún más espantosos.

”Pero continúo.

”De golpe, cesó el milagro. Ya no tocaban nada en mi habitación. Terminado. Por otra parte, me sentía mejor. La alegría volvía a mí cuando me enteré de que Monsieur Legite, uno de mis vecinos, estaba exactamente en el estado por el que yo mismo había pasado. Volví a creer en una influencia febril de la región. Mi cochero se había ido hacía un mes, muy enfermo.

”Había pasado el invierno, empezaba la primavera. Entonces, una mañana, cuando paseaba cerca de mi cantero de rosales, vi, claramente, a mi lado, cómo se quebraba el tallo de una de las rosas más bellas, como si una mano invisible lo hubiera cortado; luego, la flor siguió la curva que habría descrito un brazo al llevársela a una boca, y quedó suspendida en el aire transparente, sola, inmóvil, terrorífica, a tres pasos de mis ojos.

”Presa de una locura espantosa, me arrojé sobre ella para agarrarla. No encontré nada. Había desaparecido. Entonces fui presa de una cólera furiosa contra mí mismo. ¡No es correcto que un hombre razonable y serio tenga semejantes alucinaciones!

”Pero ¿era una alucinación? Busqué el tallo. Lo encontré de inmediato sobre el arbusto, recién cortado, entre otras dos rosas que seguían en la planta; porque eran tres que había visto perfectamente.

”Así que volví a mi casa con el alma trastornada. Miren, Messieurs, estoy tranquilo; no creía en lo sobrenatural, ni siquiera hoy creo; pero, a partir de ese momento, estuve seguro, seguro como de que existen el día y la noche, de que, cerca de mí, existía un ser invisible que me había atormentado, que luego me había abandonado y que ahora volvía.

”Algo después tuve la prueba de ello.

”Entre mis empleados domésticos, todos los días se producían furiosas peleas por mil causas en apariencia fútiles, pero que, para mí, estaba llenas de sentido.

”Un jarrón, un hermoso jarrón veneciano se quebró solo en el aparador de mi comedor, en pleno día.

”El valet acusó a la cocinera, quien acusó a la lavandera, quien acusó a no sé quién más.

”Las puertas que se cerraban por la noche aparecían abiertas a la mañana. Alguien robaba leche, cada noche, en la antecocina… ¡Ay!

”¿Quién era? ¿Cuál era su naturaleza? Una curiosidad irritante, mezclada con ira y espanto, me mantenían noche y día en un estado de extrema agitación.

”Pero la casa volvió a estar en calma nuevamente; y otra vez creí que se había tratado nada más que de sueños, cuando pasó lo siguiente:

”Era el 20 de julio, a las nueve de la noche. Hacía mucho calor; había dejado la ventana completamente abierta, la lámpara encendida sobre la mesa, iluminando un volumen de Musset abierto en “La Nuit de Mai”;¹²⁵ y me había tumbado en un gran sillón, en el que me dormí. 

”Ahora bien, habiendo dormido unos cuarenta minutos, volví a abrir los ojos sin hacer movimiento alguno, despertado por no sé qué confusa y extraña emoción. Al principio, no vi nada; después, de golpe, me pareció que una página del libro acababa de darse vuelta sola. No había entrado ningún soplo de aire por la ventana. Me quedé sorprendido; y esperé. Al cabo de alrededor de cuatro minutos, vi, realmente vi, sí, vi, Messieurs, con mis ojos, que otra página se levantaba y bajaba sobre la precedente, como si un dedo la hubiera movido. Mi sillón parecía vacío, pero comprendí que allí estaba, ¡él! Atravesé la pieza de un salto para agarrarlo, para tocarlo, para atraparlo si es que era posible… Pero mi sillón, antes de que lo alcanzase, se dio vuelta como si alguien hubiera huido; la lámpara también cayó y se apagó, rompiéndose el vidrio; y la ventana fue bruscamente empujada, como si un malhechor se hubiese aferrado a ella en su huida… ¡Ay!


”Me lancé sobre la campanilla y llamé. Cuando apareció mi valet, le dije:

”“Tiré y rompí todo. Tráigame una luz”.

”Esa noche ya no dormí. ¡Y, sin embargo, podía haber vuelto a ser el juguete de una ilusión! A la hora de despertar, los sentidos seguían alterados. ¿Acaso había sido yo quien había derribado el sillón y la luz, precipitándome como un loco?

”¡No, no era yo! Lo sabía y no había espacio para dudar ni por un segundo. Y, con todo, quería creerlo.

”Esperen. ¡El Ser! ¿Cómo lo iba a llamar? El Invisible. No, no alcanza. Lo he bautizado el Horla. ¿Por qué? No sé. Así, el Horla no me dejaba ni un momento. Día y noche tenía la sensación, la certeza de la presencia de ese vecino inasible, y también la certeza de que él se apoderaba de mi vida, hora tras hora, minuto a minuto. 

”La imposibilidad de verlo me exasperaba y me llevaba a encender todas las luces de mi habitación, como si, con esa claridad, hubiera podido descubrirlo.

”Finalmente, lo vi.

”No me creen. Sin embargo, lo vi.

”Estaba sentado delante de un libro cualquiera, sin leer, pero acechando con todos mis órganos sobreexcitados, acechando a Aquél a quien sentí cerca de mí. Sí. Estaba ahí. Pero ¿dónde? ¿Qué hacía? ¿Cómo agarrarlo?

”Enfrente de mí, mi cama; una cama vieja de roble y columnas. A la derecha, la chimenea. A la izquierda, la puerta, que yo había cerrado con cuidado. Detrás de mí, un armario muy grande y con espejo, que me servía cada día para afeitarme, vestirme, en el cual tenía por costumbre mirarme de la cabeza a los pies cada vez que pasaba delante de él.

”Así, hacía como que leía; para engañarlo, porque también él me espiaba; y, de repente, sentí, estaba seguro, de que leía por encima de mi hombro, que estaba allí, rozándome la oreja.

”Me levanté y me di vuelta tan rápido que casi me caí. Y bien… Se veía como a pleno día… ¡No me vi en el espejo! Éste estaba vacío, claro, lleno de luz. Pero mi imagen no se reflejaba… Y estaba delante del espejo… ¡Vi el gran vidrio límpido, de arriba abajo! Y lo miraba con ojos enloquecidos y no me animaba a avanzar, sintiendo claramente que él estaba entre el espejo y yo, y que volvería a escapárseme, pero su cuerpo imperceptible había absorbido mi reflejo.

”¡Qué miedo me dio! Y después, hete ahí que, de golpe, comencé a percibirme envuelto en una bruma, en el fondo del espejo, una bruma como vista a través del agua; y me dio la impresión de que esa agua se desplazaba de derecha a izquierda, lentamente, y hacía que mi imagen fuera más precisa de segundo en segundo. Fue como el fin de un eclipse. Eso que me ocultaba no parecía poseer en absoluto contornos netamente definidos, sino una especie de transparencia opaca que se iba aclarando paulatinamente ”Por fin pude distinguirme por completo, del mismo modo que cada día, cuando me miro en el espejo.

”Lo había visto. El espanto me duró y todavía me hace estremecer.

”Al otro día, estaba aquí, donde supliqué que me encerraran.

”Ahora termino, Messieurs.

”El doctor Marrande, después de haber dudado por mucho tiempo, se decidió a realizar, solo, un viaje a mi región.

”Tres de mis vecinos, actualmente, se ven afectados como yo. ¿No es así?

El médico respondió: 

–¡Es cierto!

–Usted les aconsejó dejarle agua y leche cada noche en la habitación para ver si esos líquidos desaparecían. Lo hicieron. Esos líquidos, ¿desaparecieron como en mi casa?

El médico respondió con solemne gravedad: 

–Desaparecieron.

–Entonces, Messieurs, un Ser, un Ser nuevo, que, seguramente, pronto se multiplicará como nosotros nos hemos multiplicado, ¡acaba de aparecer en la Tierra!

”¡Ah! ¡Se ríen! ¿Por qué? Porque ese Ser se mantiene invisible. Pero nuestro ojo, Messieurs, es un órgano tan elemental que apenas puede distinguir lo que es indispensable para nuestra existencia. Lo que es demasiado pequeño se le escapa, lo que es demasiado grande se le escapa, lo que está demasiado lejos se le escapa. Ignora los millones de animalitos que viven en una gota de agua. Ignora los habitantes de las plantas y el suelo de las estrellas vecinas; ni siquiera ve lo transparente.

”Pónganlo ante un espejo sin azogue perfecto y el ojo no lo distinguirá y se nos lanzará encima como el pájaro encerrado dentro de una casa, que se rompe la cabeza con los vidrios. No ve entonces los cuerpos sólidos y transparente que existen, no ve el aire del que nos alimentamos ni el viento, que es la fuerza más grande de la naturaleza, que voltea a los hombres, abate los edificios, arranca los árboles, eleva el mar en montañas de agua que derrumban los acantilados de granito.

”¿Qué nos sorprende que el ojo no vea un cuerpo nuevo, al que sin duda le falta la posibilidad de detener los rayos luminosos?

”¿Perciben ustedes acaso la electricidad? ¡Y, sin embargo, existe!

”Ese ser, al que bauticé como el Horla, también existe.

”¿Quién es? Messieurs, ¡es el que la Tierra espera después del hombre! El que viene a destronarnos, a someternos, a domarnos, a alimentarse de nosotros tal vez, como nosotros nos alimentamos con los bueyes y los jabalíes.

”¡Desde hace siglos, se lo presiente, se lo teme y se lo anuncia! El miedo a lo invisible siempre asustó a nuestros padres.

”Ha llegado.

”Todas las leyendas de las hadas, los gnomos, los que erran por el aire inasibles y malvados hablaban de él, presentido ya por el hombre inquieto que tiembla.

”¡Y todo lo que ustedes mismos hacen, Messieurs, desde hace algunos años, eso que ustedes llaman hipnotismo, sugestión, magnetismo, lo anuncia a él, a él profetiza!

”Les digo que vino. Merodea inquieto como los primeros hombres, ignorando todavía su fuerza y su potencia, que pronto, demasiado pronto, va a conocer.

”Y, para terminar, aquí les muestro, Messieurs, un fragmento de un diario que cayó en mis manos y que viene de Rio de Janeiro. Leo: “Una especie de epidemia de locura parece asolar desde hace algún tiempo la provincia de São Paulo. Los habitantes de varios pueblos huyeron abandonando sus tierras y sus casas, afirmando ser perseguidos y devorados por vampiros invisibles que se alimentan de su aliento durante el sueño ¡y que sólo beben agua y algunas veces leche!”.

”Añado: algunos días, antes del primer ataque de este mal del que casi muero, recuerdo perfectamente haber visto pasar un gran barco de tres palos con su pabellón desplegado… Les dije que mi casa está a orillas del río… toda blanca… Sin duda, venía escondido en ese barco…

”No tengo más que decir, Messieurs.

El doctor Marraude se levantó y murmuró:

–Yo tampoco. No sé si este hombre está loco o si ambos lo estamos… o si… si nuestro sucesor realmente llegó. 




¹²⁰ Los llamados “alienistas” eran los médicos especialmente dedicados al estudio y el tratamiento de las enfermedades mentales. 

¹²¹ Biessard es un caserío de la comuna de Canteleu, en el departamento del Sena Marítimo, Normandía.

¹²² El bosque de Roumare –que comprende unas 4.000 hectáreas– se extiende sobre el primer bucle del Sena, aguas abajo de Ruán,en una pequeña meseta, hacia el norte elevada a unos 130 metros, que desciende hacia el sur en suave pendiente.

¹²³ El bromuro de potasio es una sal de uso veterinario que, durante el siglo xix, se recetaba como anticonvulsivo. 

¹²⁴ Existe una muy antigua tradición de atribuir la presión que se siente en el pecho durante las pesadillas a criaturas monstruosas que nos aplastan y sofocan. Tal es el tema de “La pesadilla”, una serie de varios cuadros famosos del pintor suizo Johann Heinrich Füssli (1741-1825), a su vez inspirados  en obras anteriores, con tema idéntico, de otros artistas que lo precedieron.

¹²⁵ “La Nuit de Mai” es un poema que pertenece a la colección Les Nuits, publicada en 1835 por el poeta francés Alfred de Musset (1810-1857).

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