El fuego que come mi cabecita
Un poema de Catulo, en versión de Raimondi
Viernes 14 de julio de 2017
El poeta latino Cayo Valerio Catulo (Gaius Valerius Catullus) nació en Verona, actual Italia, en el 87 y murió en el 57, antes de Cristo. "Los poemas de Catulo dejan sospechar así lectores de una sensibilidad técnica exasperante, capaces de llegar, ante una disposición sofisticada de palabras en el verso, a la excitación física".
"Los endecasílabos de Catulo son capaces de sostener una niña en sus rodillas o de ensartarse, de pronto, en el culo de quien pasa por ahí. Aún en un mismo poema su tono puede variar de un verso a otro de acuerdo a un léxico que suele incorporar, con discreción, coloquialismos o expresiones propias del grafiti. Esa ductilidad es una de sus marcas, al igual que una ligereza que les permite ocuparse de una servilleta robada, de un perfume extraño o de dos tortolitos. Sin duda fueron estos versos los que disgustaron en extremo a Baudelaire", escribía Sergio Raimondi a principios de los 90, cuando tradujo los poemas de Catulo para publicarse en Ediciones VOX, que acaba de reeditar Neutrinos. "Traducir estos endecasílabos es menos contar la anécdota de cada poema que ofrecer el ejercicio de quien creyó que, más osado y eficaz que una puteada, era una puteada concentrada en el rigor de un artificio", escribió también Raimondi allí.
El poeta latino Cayo Valerio Catulo (Gaius Valerius Catullus) nació en Verona, actual Italia, en el 87 y murió en el 57, antes de Cristo.
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Dice Septimio a Acme, su amorcito,
al sentarla en sus rodillas: “Mi Acme,
si no te amo como loco, si a amarte
no me fuera a dedicar toda la vida
más que nadie más en el mundo,
que en India o en la Libia asada
me cruce un león de ojos verdes”.
Dijo, y Amor, como a la izquierda antes,
a la derecha estornudó su acuerdo.
Acme, inclinando apenas la cabeza
para besar con su roja boquita
los ojos perdidos del dulce chico,
“Sí”, respondió, “Septimito mi vida,
a este único dios adoremos,
que es todavía más alto y filoso
el fuego que come mi cabecita”.
Dijo, y Amor, como a la izquierda antes,
a la derecha estornudó su acuerdo.
Lanzados ya con la mejor estrella
se aman los dos, los dos son amados.
Pobrecito Septimio a Acme sola
prefiere a las sirias y las britanias;
y sólo con Septimio la fiel Acme
disfrutar quiere y jugar un poco.
¿Quién vió nunca a dos más felices?
¿Quién una Venus de buen corazón?
XLV
Acmen Septimius, suos amores,
tenens in gremio 'mea' inquit 'Acme,
ni te perdite amo atque amare porro
omnes sum assidue paratus annos,
quantum qui pote plurimum perire,
solus in Libya Indiaque tosta
caesio veniam obvius leoni.’
hoc ut dixit, Amor, sinistra ut ante,
dextra sternuit approbationem.
at Acme leviter caput reflectens
et dulcis pueri ebrios ocellos
illo purpureo ore saviata,
'sic,' inquit 'mea vita, Septimille,
huic uni domino usque serviamus,
ut multo mihi maior acriorque
ignis mollibus ardet in medullis.'
hoc ut dixit, Amor, sinistra ut ante,
dextra sternuit approbationem.
nunc ab auspicio bono profecti
mutuis animis amant amantur:
unam Septimius misellus Acmen
mavult quam Syrias Britanniasque;
uno in Septimio fidelis Acme
facit delicias libidinesque.
quis ullos homines beatiores vidit,
quis Venerem auspicatiorem?