Dos poemas de Sharon Olds
De La materia de este mundo
Lunes 22 de enero de 2018
Premio Pulitzer de Poesía en 2013, Sharon Olds nació en 1942 en San Francisco, California, y desde hace años imparte clases de creación literaria en la Universidad de Nueva York. Con traducciones de Inés Garland e Ignacio Di Tullio, compartimos algunos de sus poemas publicados por Gog y Magog.
"A lo largo de sus once libros publicados, la escritora estadounidense ha construido una obra cuya poética parte desde el cuerpo, porque es ahí donde están las emociones a través de las cuales capta lo que pasa", escribe Victoria Scholnik.
Premio Pulitzer de Poesía en 2013, Sharon Olds nació en 1942 en San Francisco, California, y desde hace años imparte clases de creación literaria en la Universidad de Nueva York.
Con traducciones de Inés Garland e Ignacio Di Tullio, compartimos algunos de sus poemas publicados por Gog y Magog en el libro La materia de este mundo.
Madre primeriza
Una semana después de que naciera nuestra hija,
me arrinconaste en la habitación de huéspedes
y nos hundimos en la cama.
Me besaste y me besaste, mi leche desató su
nudo corredizo y caliente a través de mis pezones,
empapó mi blusa. Toda la semana había olido a leche,
leche fresca, agria. Empecé a latir:
mi sexo había sido desgarrado como un trapo
por la corona de su cabeza, me habían cortado con un cuchillo
y cosido, los puntos tiraban de la piel -
y la primera vez que te rompen, no sabes
que vas a cicatrizar, mejor que antes.
Me acosté con miedo y sangre y leche
mientras me besabas y me besabas, tus labios calientes,
hinchados como los de un adolescente, tu sexo grande y seco,
todo tú tan tierno, te inclinaste sobre mí,
sobre el nido de puntadas, sobre
lo rajado y desgarrado, con la paciencia de alguien que
encuentra un animal herido en el bosque
y se queda con él, a su lado
hasta que vuelva a estar entero, hasta que pueda correr de nuevo.
Acusación de oficiales de alto rango
En el zaguán arriba del hueco de las escaleras
mi hermana y yo nos encontrábamos de noche,
ojs y pelo oscuro, los cuerpos
como gemelos en la oscuridad. No hablábamos
de los dos que nos habían llevado allí, como generales,
por sus propios motivos. Nos sentábamos, compañeras
en la guerra fría, su cuerpo vivo la prueba de
mi cuerpo vivo, de espaldas al leve
cráter de obús de las escaleras, por donde
tendríamos que bajar, sin saber
más de lo que habíamos aprendido allí,
así que ahora
cuando pienso en mi hermana, las suturas
en las caderas y en los pliegues de los codos,
y las marcas de las golpizas de su doctor esposo,
y las cicatrices de las operaciones, siento la
ira de un soldado parado sobre el cuerpo de
alguien a quien mandaron al frente de batalla
sin entrernamiento
ni arma.