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Conversaciones urgentes: la libertad, hasta ahí

Foto por: Rita Braun

El Festival Eterno abrió sus “Conversaciones Urgentes” para hablar de lo que nos ocupa, preocupa e importa. La primera recibió a Marcelo Birmajer, Carola Martínez Arroyo y Gabriela Ivy, con moderación de Flavia Pittella. 


La libertad: un tema de intensa coyuntura que atraviesa a la cultura, la lectura, la educación, y toda nuestra vida. En este debate, participaron Marcelo Birmajer, Carola Martínez Arroyo, Gabriela Ivy, moderados por Flavia Pittella. ¿De qué hablamos cuando hablamos de libertad? ¿Tiene límites la libertad? ¿Quién los marca? ¿Qué pasa cuando se los desafía? ¿Qué función cumple el arte y la cultura en todo esto? Esas fueron algunas de las preguntas que sirvieron de disparador para el intercambio de ideas.   

Flavia Pittella: Para empezar esta Conversación Urgente me gustaría hacer referencia a un libro de Umberto Eco que se llama El vértigo de las listas en el que hace un repaso de las listas, desde los tiempos iniciales de la humanidad. En la introducción dice que una lista se define por sus ausencias, por lo que no está en ella. ¿Qué incluimos o qué dejamos afuera de una lista? Lo que dejamos afuera dice más de lo que incluimos. ¿Cuáles son los libros que componen nuestra lista? ¿Qué libros dejamos afuera? Entonces la pregunta inicial es antes de la lista: ¿Qué es para ustedes el arte y qué función tiene si es que tiene alguna?   

Carola Martínez: Me voy a hacer trampa a mí misma. Yo puedo pensar el arte en función. Yo no puedo dejar de pensar el arte, por ejemplo, en función de la escuela o no puedo dejar de pensar el arte en función a mi trabajo. En ese sentido pienso, por ejemplo, la literatura en función de determinadas cuestiones que necesito que los chicos sientan, comprendan o piensen en la escuela. No puedo pensar al arte suspendido en el aire. Para mí es algo que te permite pensar otras cosas o que te abre mundos. Hagan la experiencia de acompañar a un niño o niña a visitar un museo por primera vez o ver por primera una obra de arte.   

Gabriela Ivy: Yo no puedo dejar de pensar el arte desde mi perspectiva de Licenciada en Ciencias Políticas. Conceptualizar desde ahí y lo que considero como arte es una expresión de algo, una forma de manifestación, de decir. Tengo bronca, tengo ansiedad, necesito hacer algo, decir algo y no lo puedo decir con palabras. Entonces aplico el arte que es una forma de comunicar también. Considero su funcionalidad porque yo trato de buscar siempre la funcionalidad a las cosas por más no la tenga en apariencia. Está también la cuestión política ya que desde el momento en que una persona está haciendo algo como una escultura o un libro hace un acto político. Por más que no se diga o que el artista no lo diga, es lo que está sucediendo. Siempre se está haciendo un acto político.   

Marcelo Birmajer: Efectivamente es un tema muy amplio y voy a tratar de recortarlo hasta donde pueda acercarme a la definición. Está relacionado en literatura con contar bien una buena historia. El arte tiene que tener una lógica propia, no necesariamente coincidente con la lógica de la realidad, puede serlo también, pero no necesariamente. Está relacionado con la emoción. Y creo que uno de sus atributos, y es complementario con la otra pregunta, es su falta de funcionalidad. No tiene la obligación de la funcionalidad. 

Puede cumplir funciones incluso políticas, técnicas, educativas, pero no tiene la obligación. Cuando el arte llega a la educación, es una función asignada, no natural del arte, no es ontológica. Al contrario, una de las funciones del arte, no es exacta la palabra, es su disfuncionalidad, su falta de utilidad, que no es falta de sentido. El arte tiene que tener sentido porque si no pasamos a otra lógica, tiene que llegar a un receptor, tiene que poder configurarse. Insisto con esto: algo de lo que define al arte es su polifuncionalidad o ninguna funcionalidad, su derecho a no ser útil, incluso, tristemente, a no existir. Respecto a la política, creo que es uno de los males de cierto pensamiento, de considerar que efectivamente el arte siempre es político. Yo creo que tiene derecho también, en una situación ideal, en una situación no conflictiva, a hacer mero entretenimiento, mera emoción, etc. Que no siempre hay que leer entre líneas. 

Por supuesto, existen y hay circunstancias en donde es ineludiblemente político el arte. 

Por ejemplo, la película Casablanca es una obra de arte, indudablemente, y tenía una funcionalidad maravillosa. Hay otras películas, de los hermanos Marx o de otros sobre todo en las democracias liberales, donde pueden pasar sin rozar lo político.   

FP: Los tres nombraron la idea de la lógica propia. Me parece alucinante pensarla en el arte por el arte mismo, que son todas líneas de pensamiento político y filosófico. Si el arte tiene una función, si es el arte es el por el arte mismo, si puede ser aplicado, si la funcionalidad se los damos nosotros luego como receptores de esa obra de arte. A mí me ha pasado 1000 veces entrevistando a un autor, que digo: cuando quisiste decir tal cosa. Entonces me mira y me dice que nunca se le cruzo por la cabeza eso. Porque ahí también está la idea de la recepción: qué leemos nosotros, qué vemos nosotros como participantes de esa obra, qué completamos con nuestra mirada a través del tiempo. Nosotros no vemos la misma Casa Blanca que se veía en su momento. Entonces me gustaría ir a la siguiente pregunta: Si el arte es en función, si abre mundos, si es expresión, si es manifestación, si es influencia, si es mensaje, si es lógica propia versus realidad, y tiene derecho a la falta de funcionalidad, ¿Qué pasa cuando un Estado, un gobierno, una escuela, marca, desmarca, censura, protesta en contra de una forma de arte? ¿Dónde está el límite cuando el arte cruza una línea de provocación? ¿El arte cruza la línea de provocación o el arte es provocación? ¿Qué hacemos con esto?  

CM: Pensaba primero, como para poner en contexto, que uno de mis trabajos cotidianos es la tarea de seleccionar materiales para la escuela, para distintos gobiernos. Hay algo que yo aprendí hace muchos años de un texto que se llama “Todos somos censores”, que dice que toda selección es una censura. Cada vez que nosotros seleccionamos un material, estamos censurando otra cantidad de materiales que para otras personas pueden ser excepcionales, que deberían haber estado. Por lo tanto, cuando leí ese texto me relajé y entendí que invariablemente iba a terminar censurando algún tipo de material, algunos con gusto y otros sin querer, porque primero no tenía la capacidad de leer todos los libros del mundo, no podía conocerlos a todos. Pero había libros que yo específicamente defendía que no formaran parte de determinadas elecciones porque no cumplían con las expectativas o porque había libros realmente pornográficos. Estos libros que están siendo censurados o cuestionados en este momento no son pornográficos, son escenas sexuales que forman parte de la literatura. Pero nosotros, en algunas elecciones, nos llegaron libros pornográficos donde, por ejemplo, un niño miraba por una ranura y estaban sus papás teniendo relaciones sexuales. Sacamos ese libro de las elecciones porque no podemos mandar a la escuela porque existe una ley que defiende a los niños de aquellos productos o de aquellas ideas que puedan perjudicarlos. Y también porque la escuela es la escuela, no es una biblioteca pública, no es mi casa. Es una institución que está por fuera de muchas lógicas del mercado. No debería estar los libros de Barbie, y tampoco debería estar el libro del niño que mira como sus padres tienen relaciones sexuales. Entonces, en ese sentido, cuando uno selecciona materiales, además de que deben ser excepcionales o deberían ser obras de arte excepcionales, se está eligiendo entre el mar de libros existentes algunos que deberían tener determinadas condiciones y permitieran un desarrollo natural de la escuela. Porque hay una cosa que yo tengo que poner súper claro, que es que en la escuela están todos, no solo los que me caen bien a mí, no solo los hijos de los progres, no solo la gente más de izquierda. Están todas las religiones, están todos los credos. Por lo tanto, en la escuela, en ese mundo, deberían caber todos. Hay libros que ofenden a determinadas religiones y que cuando yo los elijo para la escuela, estoy dejando afuera una cantidad de niños. Pero también me hago trampa a mí misma, porque he estado pensando este último tiempo que quizás esos libros igual deberían estar en la escuela porque podrían ser el único lugar donde esos niños tuvieran acceso a ellos. Esto lo pienso hoy pero no tengo idea qué voy a pensar mañana porque mi pensamiento puede que cambie inmediatamente al escuchar otros argumentos, ver otras cuestiones, etc. Lo que aprendí es que no hay nada que sea rígido y que todo el tiempo las cosas se van transformando en la medida que la sociedad se va transformando y en la medida que voy necesitando nuevas herramientas para poder tomarle el pulso a esa realidad. 

Foto por: Rita Braun 


GI: Yo creo que el arte, en tanto provocador, nunca es una artista diciendo “voy a escribir este libro a propósito para picantear esto y que se enoje el establishment.” Históricamente veo al arte como una resistencia, como una manifestación. Por ejemplo, las canciones de Sui Generis en la dictadura. Incluso cuando el arte deja de ser una resistencia para hacer algo hegemónico, mainstream, pierde esa cosa creativa que tiene. Cuando entra en el mercantilismo para producir 20 obras en serie se pierde esa característica artística que lo define. Cuando era chica, leía mucho el Mago de Oz. Ahí está el Hombre de Hojalata que se convierte en eso porque se le cae un hacha y le va cortando los miembros, un brazo, el otro, una pierna, la otra. Cuando yo era chica no me horrorizaba por esto. Ni mi mamá que es bastante conservadora me prohibía leerlo. Hay un contrato en una manifestación artística que me dice que no estoy viendo a un tipo desmembrarse físicamente, sino que lo estoy leyendo es una literatura. Hay un concepto de verosimilitud donde yo digo estoy leyendo esto y sé que es una obra y me está tratando de contar algo más. Lo que pasa es que el conservadurismo peca de literalidad dentro del arte. Como ha pasado con Cometierra donde se saca dos palabritas, se dice que todo el libro habla de eso, y en realidad habla de los femicidios. Pero el conservadurismo tiene esa chatura donde no puede ver metáforas, donde no puede ver otras cosas y donde busca la excusa, de dos o tres palabras fuera del contexto, para aplicar estas doctrinas de poder.   

MB: Yo coincido con el ejemplo de El Mago de Hoz porque efectivamente el cine de terror, el cine de acción, nos sumerge en una complicidad, donde sabemos que lo que está pasando en la pantalla forma parte de este universo que definí previamente, que es autónomo, que no tiene las mismas reglas que la realidad. Paradójicamente, no estoy de acuerdo con que escribir por encargo vaya en contra del criterio artístico, o define o no al arte. Justamente como el arte no tiene funcionalidad selecta u obligatoria, hay muchos autores que pueden escribir por encargo y hacer obras de arte. Para mí la palabra mercantil no es pecaminosa, justamente, al contrario, es virtuosa. Ojalá todas las buenas obras se vendieran mucho. El intercambio de la producción artística por otras mercancías, incluyendo el dinero como equivalente, me parece un intercambio virtuoso. Cada vez que publico un libro, dentro de mi creencia, yo le agradezco a Dios, que se vende uno de mis libros como un campesino cuando cosecha. No me parece que haya una contradicción entre que los libros se vendan y el arte. Lo explicó muy bien Carola y ahí sí quisiera hacer un inciso. Yo no aplicaría tan libremente la palabra censura. No es lo mismo seleccionar un libro para el colegio que censurar. Incidentalmente, hay 20 de mis libros en Argentina y en el mundo, literalmente en Japón, que se seleccionan para los colegios y otros 20 que no se seleccionan. Esos 20 que no se seleccionaron, yo en ningún caso considero que me censuraron. Agrego: yo aconsejaría no seleccionarlos. Hay libros para leer en la buhardilla y libros para compartir. Hay libros que puedo contar en el teatro y libros que tenés que leer solo en tu cuarto. Hay libros que publico en Clarín los sábados, y otros que preferirían no hacerlo ni que lo publicaran en ese espacio. Ninguna de esas decisiones me parecería censura. Por otro lado, si bien el arte no tiene una funcionalidad obligatoria, aunque la puede ejercer ocasionalmente, la educación sí la tiene. La educación tiene una obligación cívica, tiene la obligación de respetar nuestra constitución, tiene la obligación de favorecer la convivencia, de respetar a cada individuo, que respete nuestra constitución, en lo que sea que ese individuo desea hacer que no sea violatorio de nuestras leyes. Sin más lejos, la educación tiene que incluir el respeto a las motivaciones, los sentimientos y el modo de comportarse de cada educando. Por ejemplo: en mi colegio secundario y en primario también se discriminaba a los chicos que no tenían comportamientos que en ese entonces se llamaban masculinos. Se los denominaba afeminados. Esa discriminación siempre me pareció aborrecible, inaceptable, incluso desde mi infancia. Uno de los contenidos que la educación tiene que transmitir es la aceptación del respeto por el comportamiento de cada uno de los alumnos, sin ninguna transgresión a ese respeto. No se puede permitir el bullying o la patota, o la segregación o discriminación contra un chico o una chica que no reproduce el comportamiento de la mayoría, en los gestos, en la manera de hablar, etc. 

Recién acá se produjo una paradoja muy interesante, y lo comento porque fue público: Flavia le pidió disculpas a Gabriela por no usar lenguaje inclusivo, y Gabriela generosamente le dijo que no tenía ningún problema. A mí me parece que ahí entra, paradójicamente, en conflicto la libertad, porque yo no tengo absolutamente ninguna inconveniencia con el lenguaje inclusivo cuando otro lo habla, pero jamás voy a pedir disculpas por no hablarlo yo. Al contrario, es complementario. Yo creo que, en la escuela, entre los chicos, no entre docentes, la educación tiene obligaciones dentro del respeto por el otro, que cada uno hable como quiere. Lo respeto a rajatabla. Pero no voy a aceptar, y acá lo digo con mucha seriedad, que alguien considere que yo no respeto a otro porque hablo con la o. Eso es un disparate y para mí es muy agresivo, porque yo padecí ponerme del lado de las personas que estando en minoría fueron agredidas o segregadas. Que alguien me acuse a mí por hablar con la o de pertenecer a esos patoteros, a esos autoritarios, represores, no lo voy a aceptar. Nunca se puede acusar a un autor que hayan utilizado sus libros para lo que fuera de ser culpable, responsable o lo que fuera por haber escrito el libro. Acusar al autor es una agresión. El autor tiene derecho a escribir lo que se le antoja. Puede haber algún libro que vulnere el sentido común de lo que estoy diciendo y lo atenderé ahora: un libro porno, erótico o lo que fuera, que va a la librería, se distribuye entre adultos, cada uno elige cómo comprarlo. El autor tiene derecho a escribir lo que sea y que no tiene mayor injerencia en qué se va a hacer con el libro. De modo que el autor queda preservado, recordado y defendido. Ahora, qué materiales compartimos en el colegio es otro tema. Seleccionar para leer La divina comedia o Los venenos de Cortázar no es no censurar a cada uno de estos libros. Yo creo que el erotismo en la literatura tiene un efecto distractivo, que no te centras necesariamente en el texto para prestar atención a la lógica interna o a la historia. En mi Historias de hombres casados, por ejemplo, yo trato con mucha discreción del tema sexual porque sé que el lector va a distraer la atención de la trama. Y en ese sentido yo pienso que en todo caso las discusiones tienen una funcionalidad educativa.  

FP: Voy a spoilear It, la mejor novela de Stephen King. Hay un momento en el que los chicos que van al subsuelo a matar al monstruo se cansan tanto, se agotan tanto, que no pueden salir y deciden que van a morir ahí. Se llama “El otro ritual” y está casi al final de la novela. Hay una sola nena entre el grupo que entiende que los tiene que envalentonar y entonces se acuesta con cada uno de ellos en un gesto de absoluta inocencia. No hay pasión, no hay deseo, no hay nada. Lo único que hace ella es eso: se ofrece con sus seis amigos. Cuando, 23 años después, uno de ellos llama porque el monstruo no se murió, vuelven todos porque ese pacto hace que todos vuelvan a querer matar al monstruo. El único que no se anima a volverse se suicida, porque sabe que si no vuelve no lo van a poder matar. Es ese gesto, que no distrae en lo más mínimo a la trama, es la razón principal por la que vuelven. Cuando uno ve la película se pregunta porqué estos locos vuelven a matar al monstruo 23 años después. Porque hay un pacto de sangre literal que los unió para siempre en ese gesto. Entonces ahí no sé si distrae porque el tip para los que leímos la novela es esencial. Ese momento es muy disruptivo, muy incómodo, y de hecho todos los directores de cine ni lo insinúan, pero hace la diferencia a la trama de la novela. Es un capítulo de tres páginas en una novela de 1500. Entonces en el caso de Cometierra, cuando uno la lee, con independencia del gusto o no por la novela, cuando se extrae esa escena, que en sí misma es bastante explícita y fuerte de la trama, se desconfigura algo que es fundamental: es la justificación por la cual después va a haber un feminicidio. Yo leí It con mis alumnos en el colegio y cuando llegó este capítulo les dije que lo leyeran en casa y lo charlamos y seguimos de largo pero no se distrajo en nada la lectura. Cuando un docente se encuentra con una escena como en el Matadero, lo sabemos manejar por tres razones. Primero porque ya lo leímos. Segundo porque en general esas escenas tienen sentido dentro de la historia. Y tercero, porque los chicos son muy inteligentes, entonces saben también leer el contexto de esa escena. 

 

Foto por: Rita Braun


CM: Yo considero que quienes saben usar el libro en la escuela son los docentes y los bibliotecarios. Cuando se mira el libro por sí solo, esa frase por sí sola, no se está viendo el potencial que existe en la escuela. Hay una persona que trabaja muchos años con los libros y que va a saber cómo manejarlo porque también lo maneja cuando ve que los pibes están haciendo apuestas con el teléfono o que están sacando fotos en el baño mostrándose las partes íntimas. Hay una persona que está preparada para manejar y ahí se pierde el miedo a que entre o no al aula.  

FP: Hay que pensar en términos de calidad literaria, de trascendencia en los temas, pensar qué aporta desde la literatura, en el sentido más estricto de la literatura porque hay un punto que me parece que es muy importante que es el análisis literario. Otra cosa que les pregunto es: ¿qué lugar ocupó en sus vidas la lectura que hicieron en la escuela?  

MB: Yo diría que es fundamental, pero doblemente, porque yo leía debajo del pupitre también. Yo me llevaba para leer historietas, incluso libros para las materias que no me interesaban. Pero los textos que me dieron en literatura para mí fueron muy fructíferos. Si pudiéramos lograr, yo admiro a los docentes, no tengo la capacidad para estar frente a un aula, si la literatura pudiera ocupar el momento del aula para pasarla bien y divertirse sería fantástico. Respecto a la educación, yo creo que tiene que contribuir a proteger la libertad, y creo que las democracias liberales han representado el mayor acercamiento de la libertad que hemos conseguido como especie en todos los siglos que llevamos escribiendo en nuestra historia, en la aceptación de la diversidad libremente electa entre adultos, la libertad de circulación, la libertad de expresión. Hay una amenaza a esas democracias liberales que viene por ejemplo de la República Islámica de Irán, que no solo asesina a los homosexuales en su país, sino que comete actos terroristas en países que respetan la diversidad solo porque respetan la diversidad. Ahí hay como en Casa Blanca un enfrentamiento global, mundial entre las libertades públicas y la opresión. En ese aspecto, creo que la educación tiene un rol fundamental en extender la libertad tal como la concebimos, con sus limitaciones y cuanto más expansiva mejor. Ese es uno de los puntos álgidos y centrales de la discusión sobre libertad en la contemporaneidad.  

GI: Quiero volver al tema de la imposición: parece como si en la comunidad LGBT fuéramos unos dictadores que decimos tenés que hablar en lenguaje inclusivo. Mezclo esto un poco con lo que pasa con los textos del secundario porque, por ejemplo, a Gabriel García Márquez no lo hubiese leído nunca si no me lo imponían. Entonces también seguimos hablando de contratos, ¿no? Por otro lado, el tema de la democracia liberal que estaría bueno, que sea una democracia liberal real y que no sea un disfraz de un conservadurismo. Si se ve el liberalismo y el ataque que nos hacen a la comunidad LGBTIQ no pasa eso de “hagan lo que quieran mientras a mí no me perjudique”. Tiran el foco sobre ser libres, cuando en realidad los problemas son más de fondo y justamente no los estamos pudiendo ni siquiera analizar. O todo es kuka o todo es progre o todo es woke, y no hay más allá de eso. No te dicen que la parte donde dice pija en realidad se está hablando del feminicidio. Pero fíjense cuál es la consecuencia. Es uno de los libros más vendidos porque en estas semanas se le ha hecho una gran publicidad. ¿Por qué? Porque hay gente que dice: esto ya me pasó, viví dictaduras, viví gobiernos que me han prohibido cosas y no lo quiero más.   

CM: Yo disfruté mucho la literatura en el secundario. Creo que mis momentos más felices en la escuela, que también lo pasé como el culo, fueron durante la biblioteca. Los años 80 fueron además de un furor increíble de muy buenos autores, libros súper interesantes. También disfruté muchísimo leer los clásicos. Yo soy chilena de nacimiento, y viví la época de, por ejemplo, una colección de Shakespeare traducida por Pablo Neruda que era increíble. Y eso significó que los libros que llegaran a la escuela sean súper disfrutables. En Chile existe una Comisión Asesora Nacional -CAN-, en donde se reúnen especialistas de todo el país y eligen una cantidad de libros. Entonces, en general, los libros que llegan a las escuelas son elegidos por muchísima gente, con mucha especialización, con lo cual son libros de mucha calidad literaria. Sé que eso es subjetivo, que nadie tiene un parámetro de calidad literaria, lo que para mí es una altísima calidad, para otro puede no serlo pero elegimos pensando que sean libros que tengan alta durabilidad. Entonces, las defensas de cada libro están fundadas, muy pensadas, trabajadas por gente con mucho currículum.   

FP: Hay algo interesante también con la elección porque que el gobierno baje una lista de lecturas y mande libros a una biblioteca de una escuela, no significa que sea una obligación de lectura. Esto es algo que también se está malinterpretando mucho: cada colegio decide su proyecto educativo institucional, elige sus lecturas. Cada docente, incluso dentro del aula, elige lo que hace. No hay una imposición. Es muy importante que todos tengamos esto en claro porque si no pareciera ser que el Estado indica qué leer y la escuela está obligada a hacerlo, te guste o no te guste, cuando eso está muy alejado de la verdad del aula. El aula, la autonomía del docente, es algo que se cuida mucho, que se respeta. Hay una falta de conocimiento del rol docente y de la formación docente. Creo que la conversación que se da estos días nos pone de nuevo sobre el tapete el tema de la escuela, los docentes, la educación y está muy bueno que lo podamos charlar. No hay una escuela ideal, no hay una lectura ideal, no hay una selección de textos ideal. Pero lo que sí sería ideal es la conversación y el acertamiento en la conversación profunda y no en la chicana.   

MB: Voy a seguir el tema del que hablaba Gabriela. Cuando una persona decide hablar con la e, con la o, con la u, yo creo que entre adultos pueden elegir hablar como quieran y asociarse entre ellos libremente como se les antoje. Ahora, cuando me quieren imponer y no el colectivo LGTB, sino cualquiera, que yo hable con la e, a eso lo llamo lenguaje intrusivo, porque no me deja hablar como yo quiero. A mí jamás se me ocurriría decir a alguien hablar con la o, publicar con la letra o o publicar con la u. Habla como quieras. Nos vamos a entender mejor con un lenguaje en común, pero yo te entiendo cuando hablas con la e, así que no tengo ningún problema. Me ha tocado vivir en dependencias oficiales personas completamente heterosexuales que obligaban a publicar libros oficiales con la e, y no lo publicaban si no ponías con la e como una obligación estatal. En el gobierno anterior estaba obligado, desde tendencias oficiales, no desde el colectivo LGTB. Eso tiene mucho que ver con la libertad, que no habla de cuál es tu elección sexual o de género sino de cómo te comportás. Eso es lo que nos define, no con quién elegís asociarte sentimentalmente. En eso no hay colectivos, en eso cada uno es un individuo que tiene que respetar al individuo que tiene al lado. En esa circunstancia el comportamiento autoritario está completamente distanciado, es aleatorio a cuál es la asociación sentimental de cada uno de nosotros. La libertad me es muy cara porque el pueblo hebreo inicia su camino identitario con la libertad. El éxodo, la salida de Egipto, del desierto a la incertidumbre, al completo misterio, a la no funcionalidad. Es un tema fundamental la libertad de expresión que incluye la libertad de circulación, la libertad de elección sentimental entre adultos, que tiene que ser irrestricta y restricta, cómo se quiere vestir cada uno, como quiere que le llamen, cómo quiere relacionarse con los demás. Y acá un último inciso: por supuesto, una persona puede elegir su identidad sexual como se le antoje pero cuando aparece el tema de la definición efímera, como es el caso de los presos que incidentalmente eligen ser mujeres porque les conviene, ahí yo creo que hay una dificultad que tenemos que abordar. Tenemos que buscar una forma de asociación que expanda la libertad y que incluya que cada uno elija quién quiere ser, cómo quiere ser y cómo comportarse, pero que no permita que actitudes delincuenciales se vean favorecidas por el limbo legal. 

 

Foto por: Rita Braun


GI: Voy a aclarar un par de cosas porque me veo obligada por estar acá presente. No pretendía que esta sea una charla de género, pero tiene que ver con la libertad también. El tema de que se llame colectivo, comunidad se refiere a un tema identitario. Nos movemos como comunidad por cuestiones a veces obvias, a veces no tan obvias, que tenemos que manejarnos como colectivos frente a la arenga en donde todo el tiempo te amenazan con que te van a sacar los derechos. Ni siquiera te amenazan, sino que te sacan los derechos. Todo el tiempo se pone en duda el matrimonio igualitario, la ley de identidad de género, derechos que nos ha costado como comunidad conseguirlos, con derogaciones no propias de un gobierno democrático. Por eso, necesitamos a la comunidad y por eso necesitamos identidades porque justamente cuando a las trans nos vienen a matar, nos vienen a matar por trans. Entonces si somos trans para que nos maten, también somos trans para exigir derechos y por eso necesitamos esas etiquetas. A nosotras nos encantaría que no haya etiquetas, el amor es amor, el amor es libre y todo eso, pero lamentablemente vivimos en una sociedad donde si nos echan de lugares es por ser maricas, por ser trabas, por ser lesbianas. Por otro lado, también está el tema de si puede ser o no una imposición hablar en inclusivo. Para mí puede ser una imposición también que usemos el genérico masculino. Si bien es un concepto amplio, la libertad lo puedo definir más porque todo el tiempo está siendo coartada y puesta en cuestión y más sobre todo en un contexto donde se habla de la libertad avanza. Ahí también podemos hacer un análisis nomenclador del significado de las palabras.  

CM: Creo que puedo definir libertad a partir de la falta de ella principalmente porque soy chilena y crecí en dictadura. La dictadura militar en Chile duró 17 años, por lo tanto, viví en dictadura toda mi infancia y mi adolescencia. El año que yo salí de la escuela fue el año que se fue Pinochet. Entonces conocí la libertad recién cuando entré a la Universidad. Soy súper cuidadosa en pensar que lo que estamos viviendo es una coacción de la libertad porque yo tengo muy fresco el recuerdo de lo que realmente es vivir la falta de libertad. Por eso siempre me peleo cuando la gente dice que esto parece una dictadura y me dan ganas de empezar a repartir patadas voladoras. Para mí la libertad es la posibilidad, el respeto, el encuentro con los otros, la creación de comunidades, la posibilidad de educarse, la posibilidad de hacer poesía. Creo que es de las cosas más difíciles de conceptualizar, pero también es la que más se siente cuando empieza a faltar y que ahí te queda súper claro cuál es la falta de eso. Considero que este país en el que elegí vivir es uno de los países más libres que conozco y cada vez que voy a Santiago me quiero volver a mi casa porque aquí ocurren cosas que no ocurren en otros lugares. Es un país que no solo es muy libre, sino que también es muy democrático. Podemos estar hablando de esto acá sentados, con pensamientos absolutamente diferentes. y nadie está tirando zapatos por la cabeza. Eso es porque ustedes argentinos tienen una democracia muy firme, muy antigua, y que han logrado preservarla a partir, por supuesto, del juicio a las juntas y de todos los juicios contra los genocidas. Han logrado mantenerla y han logrado cuidarla.  

FP: Me quiero quedar con las palabras de Carola porque me parece que resume muy bien esta charla en el sentido de que hemos podido contar nuestras formas de vivir la libertad, las elecciones, la discusión acerca de la literatura en las aulas, de qué ponemos o no ponemos en las listas. Me parece que la libertad nos ha costado muchísimo. Esta mesa es en gran parte una demostración de que somos capaces de dialogar, de escucharnos, de que lo que dice uno u otro cambie nuestra opinión, la moldee, nos haga reflexionar. Esto es un poco lo que buscábamos hacer en este primer encuentro de debates urgentes. Miguel Hernández tiene un poema maravilloso, muy conocido por todos:   

Para la libertad sangro, lucho, pervivo. 

Para la libertad, mis ojos y mis manos, 

como un árbol carnal, generoso y cautivo, 

doy a los cirujanos.  

Para la libertad siento más corazones

que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas, 

y entro en los hospitales, y entro en los algodones 

como en las azucenas.  

Para la libertad me desprendo a balazos 

de los que han revolcado su estatua por el lodo. 

Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos, 

de mi casa, de todo.  

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan, 

ella pondrá dos piedras de futura mirada 

y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan 

en la carne talada.  

Retoñarán aladas de savia sin otoño 

reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida. 

Porque soy como el árbol talado, que retoño: 

porque aún tengo la vida. 

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