Tribulaciones, lamentos y ocaso de un tonto rey imaginario o no
Entre la alegoría y la sátira política
Lunes 21 de marzo de 2016
La novela El paraíso opuesto, de Antal Szerb (La Bestia Equilátera, traducción de Laura Wittner), es una historia alegórica que advierte: «El deber no es un lecho de rosas».
Por Patricio Zunini.
El reino de Alturia está en quiebra. El rey anterior, Simon II, fue un gobernante sobresaliente que «modernizó el uniforme del ejército, fundó escuelas primarias, introdujo el teléfono, las abluciones públicas y mucho más», pero, a la vez que gran benefactor fue muy descuidado en las finanzas. Y Oliver VII llegó al trono en medio de una situación crítica. Para peor, los asesores se aprovecharon de su naturaleza soñadora y su apatía por la economía, y se enriquecieron con actos de corrupción, estafas y robos. Para evitar la crisis más grave de la historia, el ministro de Finanzas propone vender las últimas joyas de la abuela: equilibrar el déficit entregándole a un imperio mucho más poderoso las principales fuentes de producción del país.
Se puede leer El paraíso opuesto, de Antal Szerb (La Bestia Equilátera), como una alegoría de la historia argentina —actual, pasada, recurrente. Es uno de los efectos de la buena literatura que pinta su aldea para pintar el mundo. La novela, sin embargo, no apunta hacia estos lados; pese a que uno de los personajes, un estafador de poca monta, decida, no casualmente, casi al final del libro, probar suerte en Buenos Aires. Publicada en 1942, durante el tiempo en que Hungría —por entonces el Reino de Hungría—se había vuelto absolutamente dependiente de la Alemania nazi, Oliver VII, tal el título original, era un pedido irónico, satírico y, sobre todo, desesperado para que el regente —Hungría nunca tuvo rey— se hiciera cargo de su destino.
Una revolución encabezada por el Capitán Sin Nombre interrumpe la “venta” de Alturia a Norlandia. El rey debe exiliarse, los ministros consiguen a duras penas salvar las vidas. Sube al trono un tío anciano, ya un poco senil, más inclinado por las artes plásticas que por las cuestiones políticas. Y, mientras el pueblo sigue pasando hambre, la novela cambia y de una trama de intrigas palaciegas se transforma en una comedia de enredos —con influencias de Shakespeare y Pirandello— en Venecia. Pero siempre subyace aquel pedido: hay que honrar el rol que se ocupa. Como dice el lema de Alturia, «El deber no es un lecho de rosas».
El paraíso opuesto se hizo pasar como una traducción del inglés, de otra forma nunca un escritor judío podría haber sido publicado en la Hungría de entonces. Pese a que le ofrecieron algunos salvoconductos para escapar de la persecución antisemita, Szerb prefirió quedarse a resistir. Fue deportado a un campo de concentración en 1944, donde murió, apaleado, un año después.
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