"Escribir es como vivir en una tumba": tres poemas de Beatriz Vignoli
Tomados de Árbol solo
Miércoles 21 de noviembre de 2018
Publicadas por editorial Iván Rosado, algunas piezas de la poeta, narradora, periodista y traductora rosarina, que compuso y olvidó sus primeros versos a los once años.
Crédito de la foto: Martín Kaissa para Página/12.
"La temática del libro tiene que ver con la fraternidad, con los vínculos, con ciertos sentimientos de pertenencia, ciertos afectos. (...) Son afectos que se hacen presentes por ausencia, también; un poco esa paradoja, esa especie de dialéctica es la que activa mi poesía. En este nuevo libro eso encuentra una expresión más coloquial, más cercana a lo que sería el lenguaje cotidiano que en otros", dijo en entrevista a La canción del país sobre Árbol solo, publicado por Ivan Rosado, del que tomamos prestados tres poemas hoy.
Vignoli nació en Rosario, Argentina, en 1965. Ha publicado libros de poesía como Viernes, Bengala, Itaca, Almagro, y novelas como DAF y Reality. "Compuse mentalmente mi primer poema a los 11 años en un campamento de verano mientras miraba las estrellas desde una bolsa de dormir. No lo anoté y me lo olvidé", dijo en el blog Horas robadas a la noche.
Lugar
a Matías Gómez
No es un lugar seguro para las palabras,
la poesía: intemperie bajo el vidrio.
Las fotos en las tumbas se humedecen,
la sal come las cartas de los náufragos.
Qué náufrago tuviera una botella
con un corcho que encaje y nada filtre,
o hallara en su chalupa o en su isla
un papel y una birome que escribiera.
Qué náufrago contara con la calma
de confiarse al azar más absoluto
y esperar luego de haber vaciado
la última botella de su sed.
No es un lugar seguro para los mensjes,
una botella al mar: mito improbable,
un poema de amor en vez de amar.
Escribir es como vivir en una tumba.
Los suicidas
Los suicidas usan pulóveres feos,
no comen en las fiestas, no atienden el teléfono;
si otro no les atiende, se suicidan.
Los suicidas no van a ningún lado
sin su escudo espejado
que los protege del ojo que los devuelve traslúcidos;
en vida del suicida, los padres del suicida
pagan quien se les vuelva traslúcido ante ellos.
Cuando la plata se termina, se suicidan.
Después de que un suicida se suicida
ninguno de sus amigos te saluda,
para que te suicides.
De chicos los suicidas pisaban cabezas
que se hicieron de piedra y les rompieron los pies.
Inquilinos
La noche es una guerra
mental. Sueño de noche con la noche,
con intrusos, batallas invisibles.
En la eterna fatiga, el día es sólo
sol que sostiene, inmóvil,
el mate y su ritmo: tener el territorio,
ocupar el terreno, aguantar el embate
marítimo del teléfono y su grito.
Mirar por la ventana, esperar nada,
pagar la trinchera donde se agoniza:
día arracado al desastre entre los libros.
En el mero estar se va la sangre, la vida
se pierde en ganar el lugar al que nacimos.