"Escribí todo esto y ahora ya no me gusta lo que escribí"
Por Chantal Akerman
Miércoles 26 de mayo de 2021
"No logro esperar la primavera. Estoy en el invierno con nubes oscuras y pesadas que parecen que van a estar acá siempre": compartimos el comienzo de Mi madre ríe, novedad de Zindo & Gafuri.
Por Chantal Akerman. Traducción de Tatiana Lipkes.
Escribí todo esto y ahora ya no me gusta lo que escribí. Fue antes, antes del hombro roto, antes de la cirugía del corazón, antes de la embolia pulmonar, antes de que mi hermana o mi cuñado me llamaran para decirle adiós (hasta nunca). Antes de que volviera a su casa en Bruselas para siempre.
Antes de que riera.
Antes de que yo entendiera que quizás había entendido todo al revés.
Antes de que yo entendiera que tenía una visión truncada e imaginaria. Y que solamente era capaz de eso. Ni de la verdad ni siquiera de mi verdad.
Ahora mi madre está viva y tiene buena salud. Es lo que todo el mundo dice y todo el mundo dice también que está fuerte y nadie entiende cómo sobrevivió.
Le duele todo pero su cabello volvió a crecer. Es un milagro.
Subió de peso. Se las arregla casi sola con todo y su hombro roto. De todas formas hay que ayudarla a vestirse, a desvestirse, a cortarle la comida y ponerle manteca a su pan. No puede salir a pasear sola y es realmente una lástima. Afortunadamente existe Clara que vive con ella en el fondo del departamento, así cada una tiene su intimidad. Clara viene de México. Es hermana de Patricia que limpia su casa.
En Navidad y Año Nuevo hacen fiestas e invitan a mi madre. Mi madre dice que no le importa ni la Navidad ni el Año Nuevo pero le gusta que la inviten a un hogar mexicano porque hay mucho ambiente y eso le encanta. Regresa de las fiestas con las mejillas rosadas y los ojos brillantes.
Se ríe a menudo en medio de sus quejas. Goza.
La escucho reír. Se ríe por nada. Esa nada, es mucho.
También a veces por la mañana, se ríe.
Se levanta cansada pero se levanta y empieza el día.
Volví de Nueva York para pasar unos días con ella. No sabe por qué ni cómo pero me deja existir como soy.
Mi desorden ya no parece molestarle. Da la impresión de que ya no lo nota. Lo acepta. Me acepta como soy. No era así antes pero desde que sintió la muerte y sigue viva cambió. Sabe lo que es importante y lo que no lo es y me acepta.
Todavía a veces, habla de mi nacimiento y del hecho de que no soportaba su leche y que veía cómo su hija se debilitaba y que era terrible. Terminaron por encontrar una leche que me caía bien. Qué hubiera pasado si no.
Ella se ríe.
Me gusta escuchar su risa.
Duerme mucho, pero se ríe. Goza. Después duerme.
Finalmente aceptó su edad. Sabe que tiene que acostarse en medio de su cama para no caerse durante la noche. Sabe que debe dejar un poco de luz en el pasillo que lleva al baño. Sabe que alguien duerme al fondo del departamento cerca de ella en caso de. Lo sabe todo y está de acuerdo. Le gusta. Le gusta cuando aparece Clara. Le gusta charlar y reírse con ella. Parecen dos amigas que se conocen desde siempre.
La idea fue de mi hermana. Pensaba que mi madre ya no podía vivir sola y Clara llegó a Bélgica con ella y hasta ahora todo funciona bien.
Le caen bien los mexicanos, es decir la hermana de Clara y sus hijos cuando vienen a saludar y a comer con ella. Son cariñosos y se ríen con ella. Se siente bien. Se siente tan bien que ya no puede no hacerlo. De hecho, le gusta cuando hay gente en su casa. Incluso el plomero que vino de urgencia con su nieta. Toda la noche estuve sacando el agua que venía del departamento del vecino y no paraba. Fue realmente un acontecimiento, incluso lo disfrutó, aunque se preguntara por qué sucedía y decía que su edificio envejecía y que esperaba que no le cobraran porque vivía con poco y que si además tenía que pagar los arreglos, no sabría qué hacer.
Sabe que puede contar con sus hijas pero no le gusta. No le gusta pedir. Le gusta arreglárselas con lo que tiene. Es decir no tanto. Sin embargo, trabajó mucho durante su vida con mi padre aunque no oficialmente. Por eso tiene que arreglárselas con la pensión de los alemanes y su pensión de prisionero de guerra. Y también con un departamento que compró mi padre para que tuviera algo.
Alquilamos ese departamento que le da algo más aunque no mucho porque el departamento no es muy bueno y lo alquila por poco.
Cuando llegó el plomero con su nieta, no podía más de la emoción al ver a la nena y su pelo trenzado. Eran tan hermosos y la nena tan tranquila y sonriente. Mi madre le dio jugo de naranja.
El plomero hacía un ruido terrible con una máquina especial para destapar pero todo se arregló y ya no tuve que sacar el agua toda la noche.
El plomero le dijo que esto podía volver a pasar porque la tubería estaba vieja. Mi madre dijo ya veremos. Todo en su momento. Pensó que si pasaba en diez años ya no iba a estar acá y que le tocaría a mi hermana porque yo no tengo un espíritu práctico. Aunque fui yo quien le habló al plomero en Navidad y el plomero vino. Se rio.
Le cuesta salir de su departamento. Ya casi no sale y sin embargo sólo habla de eso, de salir, pero está oscuro y húmedo, es invierno. Sabe que la humedad es terrible para ella que estuvo tan enferma. Pero hasta cuando está un poco menos húmedo, incluso en Bruselas en diciembre, no sale. Sólo a la terraza y hasta ahí. Mira el jardín desolado de la planta baja, mira al gato, mira al perro. Mira la reposera que se volteó a causa del viento que se lleva todo al pasar. Pero además de eso no hay nadie en el jardín. Los chicos ya no están allí. Sin duda están adentro. A partir de la primavera, los volverá a ver y le dará alegría. Espera la primavera y sabe que llegará y que escuchará a los pájaros pasar. Eso le gusta.
Yo no lo logro. No logro esperar la primavera. Estoy en el invierno con nubes oscuras y pesadas que parecen que van a estar acá siempre.
Tengo la impresión de que es el fin pero no es el fin.