Ficción

Guía en el Jardín de Plantas

Calveyra por Setton

Calveyra por Setton

Yaki Setton, autor de libros como Niñas y el reciente Lej Lejá, elige cinco citas de Iguana, Iguana, de Arnaldo Calveyra, y nos invita a un paseo bajo los árboles de su memoria.

Por Yaki Setton.

Lo conocí en el 2005 aunque todavía siento su mano derecha aferrada a mi brazo izquierdo mientras él oficia de guía desde su departamento en el 14 de la Rue Pascal hasta el Jardín de Plantas de París en medio del frío y la persistente llovizna de la tarde. Arnaldo es un guía generoso, avezado y apasionado, sabe de cada escondrijo, de cada planta y cada árbol de ese jardín botánico que con su fino dedo índice derecho me va señalando y nombrando. Luego, me conduce por un sendero circular y ascendente que atraviesa la maleza ordenada del lugar y que está coronado por su pequeña glorieta. Allí nos detenemos con parsimonia, nos sentamos un rato para descansar y tener entonces la vista general de este edén artificial que él tanto admira. 

Era un 11 enero de hace ya más de 10 años, y hace casi dos que su rostro bueno, su mirada franca y su alegría ya no están entre nosotros. Así, para evocar a una de las más bellas personas, uno de los más sencillos y delicados escritores que he conocido; sí, para recordar al poeta entrerriano Arnaldo Calveyra; elijo estos cinco fragmentos de  “Guía del jardín de plantas” que integra su segundo libro Iguana, iguana (1985). Poesía en prosa lagunar, cuyo ritmo, lógica e intensidad atesoran el sentido, “Guía del jardín de plantas” capta, con su cadencia del que camina y se detiene en párrafos poéticos, con su respiración y puntuación pausada, con su voz sin estridencias, una visión extraordinaria de esa naturaleza en la ciudad -unida sin solución de continuidad al campo de Entre Ríos-; la que junto con los Jardines de Luxemburgo Arnaldo recorría encantado a paso lento y observaba con detenimiento y emoción.

“Jardín verbal, adjetivos y sustantivos repercuten en las alamedas tomadas por el golpe de otoño, voy caminando como si en el mundo no existieran sino verbos al estado de jardines, entierro palabras en los primeros canteros preparados por la lluvia”

“Hay un más allá del jardín, el bosque por donde paseo, ya inmenso el bosque, rodea la ciudad vuelta senderos por dormirse, el lugar por donde paseo tiene lugares que dan al horizonte, los ojos que se abren a mi paso se abren, bostezan, siéntate silla y conversemos, y aquella nochecita volviendo de Angulema a París -¿y él, el otro ya, las alamedas que fueron su familia y conversación, por cuales árboles andarán a estas horas?- el tren, sin querer, sin querer, se puso a aminorar en los arrabales de Villa Mantero, Provincia de Entre Ríos, tomó aquel lento, cada vez más lento acercarse a casitas de dos aguas, casitas retaconas, niños petrificados en medio de sus gritos, petrificados para siempre en la pobreza, bracitos  petrificados contra el cuerpo, llegada de las muñecas, llegada de las manos, azoro, azoro, el pantaloncito trémulo de los niños nacidos pobres, hambre petrificada para siempre en el soberbio atardecer entrerriano”

“Los búhos toman el atardecer casi en los arrabales del jardín. Alguien que no vemos les está sacando una fotografía. Exponen su máscara trágica ante un ser sobrenatural. Silencio interminablemente negativo”

“La niña que corre detrás de la pelota se va convirtiendo en hoja. Poco a poco, mientras corren, ambas se convierten en hoja”

“El viento me lleva, me saca lejos con mi máquina de escribir espectral, soy el fantasma que vieron, ceso de emitir señales, de escribir fotografías sobre un jardín amado, adiós, adiós, adiós…”

 

 

Todas las citas fueron tomadas de Iguana, iguana, de Arnaldo Calveyra, en Poesía reunida, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2012.

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