Videla
Martes 17 de abril de 2012
Para el autor de la nota la confesión de Videla debería quedar grabada a fuego en la historia argentina.
Por Juan Martini.
* Es un hecho histórico, cultural y político.
* Es un acontecimiento extraordinario.
* Es, por fin, la confesión.
* El periodista Ceferino Reato consiguió, inesperadamente, que el golpista, dictador, torturador, asesino y genocida Jorge Rafael Videla haya aceptado por fin que:
. la dictadura militar asesinó a 7.000 u 8.000 personas;
. necesitaban que no fuera evidente para que la sociedad no se diera cuenta;
. el plan fue denominado Disposición final;
. cada desaparición puede ser entendida como el enmascaramiento de una muerte;
. el ERP era más enemigo que Montoneros por su extracción ideológica;
. el golpe no era necesario y fue un error;
. la Masacre de los Palotinos y la desaparición de las monjas francesas fueron errores;
. la apropiación de bebés y menores fue un error;
. las desapariciones comenzaron antes del 24 de marzo de 1976.
* El periodista Ceferino Reato entrevistó nueve veces a Videla, el único sobreviviente de la Junta Militar que dio el golpe, en la prisión de Campo de Mayo entre octubre de 2011 y marzo de 2012. El resultado es su libro Disposición final (Sudamericana) recién aparecido. Los nazis llamaron al genocidio de seis millones de judíos Solución final. Para diferenciarse, Videla y sus socios optaron por Disposición final, jerga militar definida por el propio asesino como cuando se habla de ropa que ya no se usa porque no sirve o está gastada, o sacar de servicio una cosa por inservible o porque ya no tiene vida útil.
* También confiesa Videla que el genocidio perpetrado en Chile por Augusto Pinochet era un antecedente a tener en cuenta por la repercusión que había tenido en todo el mundo: otro motivo para hacer desaparecer los cuerpos de las personas asesinadas. El número de muertes confesado por Videla está muy por abajo del que se considera real: 30.000. Pero el solo hecho de aceptar que hubo un plan de exterminio y desapariciones convierte a su confesión en un acontecimiento de enorme trascendencia histórica, cultural y política.
* El reconocimiento de que para conseguir ese objetivo no era necesario el golpe del 24 de marzo de 1976 es comprensible. Los decretos firmados por Isabel Martínez de Perón e Italo Luder en febrero y en octubre de 1975 le habían ordenado a las fuerzas armadas el aniquilamiento de las organizaciones revolucionarias, conocidos también como Decretos contra la subversión, y refrendados por los ministros Carlos Ruckauf y Antonio Cafiero. De todas maneras también admite el genocida que “el objetivo era disciplinar a una sociedad anarquizada, salir del populismo peronista, disciplinar al sindicalismo y entronizar una economía liberal de mercado”. Hay que recordar que los Estados Unidos reconocieron rápidamente a la dictadura militar y que el FMI concedió de inmediato nuevos créditos.
* En el reportaje publicado el sábado 24 por el diario Clarín Ceferino Reato dice acerca del tono empleado por Videla en sus confesiones: El tipo habla de cosas que él hizo como si fueran hechos cometidos por otras personas. Cuenta las cosas con una distancia y de una forma tan descarnada y al mismo tiempo tan precisa como si él se colocara como un analista.
* En 1982 Silvia Labayru, hija de un general, tenía 25 años y vivía exiliada en Madrid. La conocí a través de amigos ex militantes porque quería dar testimonio de su cautiverio en la ESMA, donde había colaborado, y en ese momento ex montoneros masseristas la acusaban desde París exactamente de eso: de colaboración. Aparte de no ser torturada, de traducir documentos, de salir a marcar o señalar militantes, de participar con marinos en fiestas fuera de la ESMA, de hacer apología del coraje de Astiz, y de ser amante de su carcelero lo más grave que había hecho Silvia Labayru era haberse hecho pasar por hermana de Astiz –puesto que era rubia y alta y bella como él– en la iglesia Santa Cruz y en el caso de la desaparición de las monjas Leónie Duquet y Alice Domon. Silvia Labayru estaba dispuesta a confesar todo eso pero dando lo que llamaba su versión y que no era otra cosa que un incierto intento de apelar al síndrome de Estocolmo. Pero Silvia Labayru necesitaba quien escribiera su confesión o testimonio porque no se consideraba dotada para hacerlo. Yo vivía exiliado en Barcelona y en Barcelona convinimos reunirnos y grabar la conversación. Fue la primera vez que escuché una descripción con pelos y señales de lo que había pasado en el interior de la ESMA. Me sacudió el espanto y el tono gélido de Labayru en su relato me aniquiló. Entonces le dije que yo no podía escribir lo que ella quería. Muchos años después resolví escribir con ese material un relato fiel a los hechos descritos por ella. El texto se llama La colaboración, está incluído en el libro Rosario Express (Norma, 2007) y en él Silvia Labayru –igual que describe hoy Reato el tono de Videla– dice: Yo sé que hago un relato frío de esta historia. No es fácil hablar. No es fácil contarla. Y lo hago como si fuera una película que miro desde afuera, o la historia de otra gente, no la mía. Yo sé que a veces hablo como si no hablara de mí..., pero no puedo hacerlo de otra manera.
* Hay que grabar a fuego en la historia la confesión de Videla.
* Hay que escribirla en la memoria del país entero para que el golpismo civil siempre yacente recuerde y sepa las miserias y atrocidades que está convocando y sosteniendo. Para que el poder armado nunca más se alce contra la Constitución y la democracia. Para que los que se declaran hartos de lo políticamente correcto y no paran de ironizar y frivolizar el asesinato de 30.000 personas y para los que comienzan a encontrar atenuantes para golpistas, dictadores y asesinos como Aramburu sepan que la historia no se olvidará de los cínicos y los colaboracionistas sean cuales fueren los pretextos que usen.
* Ni olvido ni perdón.