Nace Sinfín, un proyecto para crear bibliotecas comunitarias

Lunes 30 de junio de 2025
A partir de libros donados por particulares, “Sinfín” buscará tender puentes y generar espacios para la lectura donde más haga falta.
Por Valeria Tentoni.
“En marzo de 2025 nos propusimos llevar a la práctica de manera concreta la misión que nos trazamos en Fundación Filba hace 17 años: generar un proyecto social, cultural y material en favor de la democratización de la lectura”, explican desde la Fundación. Así, diseñaron Sinfín, un programa de circulación de libros entre distintas comunidades para crear bibliotecas comunitarias de poblaciones vulnerables a partir de bibliotecas particulares. El objetivo es favorecer la inclusión cultural y social, generando oportunidades para que todas las personas, sin importar su contexto de pertenencia, puedan disfrutar de la literatura como una experiencia cotidiana.
El programa trabaja a través de instituciones educativas que involucran a su comunidad en la tarea de elegir, reunir e inventariar libros a partir de donaciones particulares. Estos libros serán la base de una nueva biblioteca y una nueva comunidad lectora. Simultáneamente, se realizan talleres y actividades que involucran a ambas comunidades en un proyecto de promoción de la lectura y en el intercambio cultural entre los participantes.
Actualmente Sinfín está en marcha en la Escuela del Jacarandá (Núñez) y la escuela Nuestra Señora de Luján (Parque Patricios); y en el Grupo de Teatro Comunitario Pompapetriyasos (Parque Patricios), la Fundación TEMAS, que trabaja en la promoción y el ejercicio de derechos de la comunidad de Villa 21-24, y los hogares de crianza singularizada “Monoliso” y “Tralalá”, de la Asociación Civil Cunumí, donde viven niños y niñas de entre 3 meses y 17 años. Además, Sinfín tiende un puente en colaboración con ALIJA para llegar con libros y talleres de mediación lectora a los Centro de Salud de la Ciudad con los que Alija viene trabajando.
Conversamos con Larisa Chausovsky, al frente de Filbita y también de Sinfín.
¿Cómo surgió la idea y cómo la piensan en sistema con el resto de los proyectos de Filba?
Sinfín es un proyecto al que llegamos luego de un largo recorrido de la Fundación o más bien, gracias a ese recorrido. Podríamos decir que se nutre profunda y silenciosamente de cada uno de los pasos que damos: con los festivales en Buenos Aires, en otras ciudades del país, de las distintas etapas del programa Filba Escuelas. De varias maneras, siempre buscamos contribuir a la circulación de la literatura y a los encuentros entre lectores, a hacer lugar a distintas narrativas y a voces diversas. Cuando digo silenciosamente, pienso en el silencio que permite la observación, la escucha, la lectura, el silencio de la respiración que acompaña la construcción de sentidos. Todo lo que hacemos en Filba va hacia ese camino: construir sentidos, con otros y otras. Con Sinfín sumamos a la propuesta de encuentros entre lectores, que es habitual en los festivales, otro aspecto: la posibilidad de favorecer el acceso material al libro en entornos que no lo tienen garantizado. Y esto sin perder de vista que, para construir y nutrir ambientes de lectura, hay que trabajar en las condiciones, y esas condiciones son tanto materiales como humanas: se necesitan los libros, pero también la disponibilidad de las personas, lectores que acerquen la literatura a otros lectores. Pensamos entonces en la circulación del libro como objeto cultural, pero también como facilitador de relaciones entre personas, entre lectores de los más variados entornos.
¿Cómo pensar lo comunitario desde Sinfín relacionado a las bibliotecas? ¿De qué modo van a trabajar?
Sinfín nace eminentemente pensando en eso, en cómo los integrantes de distintas comunidades pueden establecer o fortalecer vínculos gracias a los libros. En Sinfín lo comunitario aparece en una doble dimensión: en términos de comunidades de lectura y de tejido social. La lectura, la cultura, nos hace un lugar en el mundo: un lugar propio, pero también en relación con otros. La lectura nos da palabras y narrativas para contarnos a nosotros mismos, poéticas para habitar el tiempo y el espacio propios, y también nos conecta con otras épocas, biografías y geografías. Al hacernos ese lugar como lectores, entramos en relación con otros lectores. Y eso posibilita ampliar la conversación literaria, ejercer ciudadanía, y a través de lo que proponemos con el proyecto, encontrar un puente material concreto que tiene que ver con “pasar” un libro que ha sido significativo pero que ya no se volverá a leer.
Sabemos -justamente, por los varios recorridos- que hay libros que forman parte de bibliotecas particulares, que buscan nuevos destinos, bibliotecas en las que el acceso material a los libros está garantizado. Y al mismo tiempo, hay bibliotecas comunitarias o de entornos socioeconómicamente vulnerables que necesitan aumentar sus acervos, o una actualización, o instituciones en las que está la inquietud de hacer el espacio para la biblioteca, pero no están dadas las condiciones para lograrlo. ¿Y si los libros mismos circularan de una a otra? ¿Y si junto con los libros se ponen en movimiento las comunidades? Creemos que ahí hay un horizonte interesante para construir sentidos con otros, para encontrarnos con otros, para habitar esa ciudadanía.
La idea es, entonces, tender lazos. A un lado y al otro de ese hilo invisible, están las personas, los lectores, lo que los lectores hacen con sus lecturas y las muchas maneras de conectarse con otros. Para eso, además de reunir los libros y armar nuevos acervos, proponemos atravesar colectivamente la experiencia de que los libros, además de ser un objeto cultural, nos ayudan a construir vínculos con otras personas, de nuestra comunidad y de otras.
¿Qué pueden contarnos de los proyectos ya en marcha y de los que vendrán?
En este momento estamos trabajando con dos escuelas, una en el barrio de Parque Patricios, y otra en el barrio de Núñez, en donde vamos a reunir los libros. Al mismo tiempo estamos trabajando con instituciones que están geográficamente cerca, y que tienen características bien distintas: un grupo de teatro comunitario, un espacio de promoción de derechos en la Villa 21-24, un hogar de crianza singularizada y un centro de salud, a donde llegarán los libros. Más allá de que los libros vayan desde una comunidad hacia otras, lo que buscamos es que se produzcan encuentros e intercambios que se enriquecen mucho más allá de lo que imaginamos. Para que eso suceda, trabajamos conjuntamente en la comunicación, la convocatoria a familias para reunir los libros, la reflexión acerca de cuáles son los libros significativos para cada persona, y también para que estén presentes las lecturas a través de recomendaciones, dedicatorias, carteleras o lecturas en voz alta grabadas. A medida que vamos avanzando con cada espacio, delineamos una agenda de propuestas para los lectores y mediadores: actividades de lectura, reflexión y formación, talleres literarios, artísticos y de filosofía.
¿Y de la vinculación con ALIJA y TEMAS?
En el espíritu de Sinfín es central la idea de aunar esfuerzos, porque consideramos que somos parte de una trama que se construye colectivamente: como lectores, como ciudadanos, como receptores y transmisores de cultura, en las diferentes etapas de la vida. ALIJA y TEMAS son dos instituciones que valoramos desde siempre por el trabajo que llevan adelante, por la promoción de los derechos de las infancias, por mantener en agenda la importancia del acceso igualitario a la cultura. Con TEMAS habíamos tenido la oportunidad de compartir actividades en algunas ediciones de Filbita, y ahora, en el marco de Sinfín, vamos a volver a La Casita y al Taller de Aprendizaje Comunitario, en donde tienen una mirada enfocada hacia la literatura. Con ALIJA veníamos conversando desde hace un tiempo, interesados desde ambos lados en encontrar alguna propuesta de colaboración. Y ahora encontramos puntos en común entre las propuestas de Sinfín y lo que hacen desde la subcomisión Girapalabras (que trabaja en espacios de lectura en centros de salud y contextos de vulnerabilidad).