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Lo performativo en lo político

Por Judith Butler y Athena Athanasiou

¿Cómo surgió el libro Desposesión, escrito por Judith Butler y Athena Athanasiou? Las autoras repasan el origen en este texto. "Nuestra conversación comenzó con la consideración de la posición posestructuralista que compartimos, concretamente, la idea de que el sujeto unitario sirve a una forma de poder que debe ser desafiada y deshecha".

Por Judith Butler y Athena Athanasiou.

Las dos nos encontramos en Atenas, Grecia, en diciembre de 2009, cuando Judith dio una conferencia en el Instituto Poulantzas, asociado con el syriza (Coalición de la Izquierda Radical), y habló en el Departamento de Antropología Social en la Universidad Panteion, donde Athena es profesora. Iniciamos una conversación sobre política, teoría, la encarnación [embodiment] y las nuevas formaciones en la izquierda política, concentrándonos primero en los modos en que la vieja política de izquierda puede responder a las mucho más recientes preocupaciones del feminismo y los colectivos queer, sobre todo enfocadas en los modos de resistencia frente a la precariedad. Nuestra primera conversación (que fue publicada en griego y se encuentra sin traducción), “Interrogando lo normativo, reconfigurando lo posible: feminismo, política queer y la izquierda radical”, apareció en el volumen Performatividad y precariedad: Judith Butler en Atenas.1

El trabajo de Athena hace foco en la teoría feminista y en el pensamiento social radical, trayendo a colación perspectivas sobre el trabajo de Luce Irigaray y Michel Foucault que consideran críticamente las relaciones entre masculinismo, tecnología y el pensamiento en torno a lo humano. El volumen de Athena, coeditado con Elena Tzelepis, Rewriting Difference: Luce Irigaray and the “Greeks” (Albany: Suny Press, 2010), va desde los tropos derivados de la mitología griega clásica a los contextos contemporáneos transnacionales y poscoloniales de prácticas críticas y corporales. Ha publicado un libro en griego llamado La vida en el límite: ensayos sobre el cuerpo, el género y la biopolítica,2 en donde ofrece una perspectiva psicoanalítica poshumana y poslacaniana de la tecnología, la diferencia, la corporalidad y sus cuerpos colegiados, concentrándose en cómo estos elementos dan forma a la organización social contemporánea en torno a la subsistencia, el deseo y la subjetividad genérica y sexual. También escribió un libro (La crisis como “estado de excepción”: críticas y resistencias)3 sobre las dimensiones corporales de la crisis griega; en el libro, la autora señala el indefinido “estado de excepción” establecido como una instancia de gubernamentalidad neoliberal llevado adelante en nombre de la emergencia económica e implicando fuerzas de racialización y feminización que fundamentalmente estructuran la condición del “convertirse en precario”. Su perspectiva general se concentra en las formas de la deconstrucción queer y en los modos feministas de la perfomance política, incluyendo las demostraciones públicas no violen tas de huelga, resistencia a los regímenes biopolíticos contemporáneos, como la acción conjunta con el movimiento transnacional, antimilitar y feminista Women in Black [Mujeres de negro]. Al considerar las manifestaciones concretas de performatividad de género subversiva, Athena fue inspirada por el trabajo filosófico sobre ética y política de Judith, labor que también abarca temas relacionados con género y performatividad queer, corporalidad, lenguaje, violencia normativa y violencia de desrealización, la vulnerabilidad de la vida humana y la pregunta en torno a qué hace a una vida “vivible”. Y Judith ha sido interpelada por la perspectiva antropológica y filosófica de Athena originada tanto en Irigaray y Heidegger como en los desafíos geopolíticos planteados por el neoliberalismo que han sido registrados de una manera tan terrible en Grecia. Como Judith, Athena se ha comprometido con los modos de acción no soberanos, la relacionabilidad del sí mismo, la libertad con otros, las preguntas en torno al reconocimiento del deseo, así como las implicaciones de género, sexuales y raciales en la exposición de los cuerpos entre sí. Así que nuestra conversación exploró de manera insistente estas cuestiones, a medida que buscamos verbalizar y mapear la labor política y afectiva de la praxis crítica.

Nuestra conversación comenzó con la consideración de la posición posestructuralista que compartimos, concretamente, la idea de que el sujeto unitario sirve a una forma de poder que debe ser desafiada y deshecha, lo que significa un estilo de masculinismo que tacha la diferencia sexual y levanta un dominio sobre la esfera de la vida. Reconocimos que las dos pensábamos que la responsabilidad ética y política emerge sólo cuando el sujeto unitario puede ser efectivamente entredicho, esto implica que la fisura de ese sujeto, o la puesta en evidencia de su constitutiva “diferencia”, se convierte en algo central para una política que desafía tanto la propiedad como la soberanía de maneras específicas. Aunque consideramos de un valor importante las formas de responsabilidad y resistencia que emergen del sujeto “desposeído” –uno que admite los vínculos sociales diferenciados a partir de los cuales ese mismo sujeto es constituido y a los que también se encuentra obligado–, también estábamos conscientes de que la desposesión constituye una forma de sufrimiento para aquellos desplazados y colonizados y que ese mismo término no podría seguir siendo un ideal político no ambivalente. Comenzamos a pensar juntas sobre cómo formular una teoría de la performatividad política que pudiese tener en cuenta la versión de la desposesión que considerábamos importante y valorable así como la versión a la que nos oponíamos abiertamente.
El libro que sigue representa un diálogo de amplio espectro que tuvo lugar a lo largo de varios meses en reuniones, conversaciones, escritos, pero, sobre todo, a través de mails, aunque nos encontramos en Londres en febrero de 2011 para planear la trayectoria de este intercambio. Durante ese encuentro, la revolución egipcia estaba en su momento más álgido, y en las últimas semanas de escritura de este texto en conjunto la izquierda griega planteó un serio desafío al neoliberalismo y su política de austeridad, abriendo la posibilidad de una nueva izquierda europea opuesta a la distribución diferencial de la pobreza y la supresión tecnocrática de la democracia. Nuestras reflexiones registran estos eventos de manera oblicua, y en el transcurso de este intercambio nos referimos a los diferentes movimientos políticos, manifestaciones y actos que nos ayudaron a formular lo que queríamos decir en torno a la idea de una política de lo performativo. Nuestros acercamientos al tema convergen y divergen. La posición geopolítica de Athena le da forma a sus reflexiones sobre los modos de resistencia y luto público, partiendo del trabajo de Irigaray, la crítica de Heidegger a la tecnología, la noción de Foucault de biopolítica y el psicoanálisis poslacaniano.4 El trabajo de Judith emerge de Foucault y la teoría del acto de habla, la teoría de género, el activismo queer y el psicoanálisis heterodoxo. Ambas retornamos a los mitos griegos para entender el presente, lo que significa que esos mitos están animados de una nueva manera, tal como sucede en un filme extraordinario que discutimos en nuestro intercambio, Strella (2009, dirigido por Panos Koutras), en el que un trabajador transgénero vive un mito de Edipo contemporáneo en la Atenas del siglo xxi. En el camino, buscamos modos convergentes de preparar a Hanna Arendt para un pensamiento de izquierda al cual ella misma no se hubiese unido, y entramos en las preguntas que atañen a los afectos y las éticas dentro del marco de lo político a través de la reflexión en torno a formas recientes de movilización.
Las dos nos encontramos volviendo a la pregunta “¿qué es lo que hace posible una responsabilidad política?”. El dilema de ser conmovido por lo que uno siente, ve y entiende es siempre uno en el que se encuentra al sí mismo transportado hacia cualquier lado, hacia otra escena o hacia un mundo social donde uno ya no es el centro. Y esta forma de desposesión es constituida como una forma de receptividad que da lugar a la acción y a la resistencia, a ese aparecer uno con otro, con otros, en un esfuerzo que demanda el fin de la injusticia. Una forma en la que la injusticia toma lugar es en la desposesión sistemática de las personas a través, por ejemplo, de la inmigración forzada, el desempleo, la falta de vivienda, la ocupación del territorio y los modos contemporáneos de la conquista. Así que realizamos la pregunta de cómo convertirse en desposeído del yo soberano y entrar en formas de colectividad que se oponen a las formas de desposesión que sistemáticamente echan por la borda poblaciones enteras de los modos de justicia y pertenencia colectiva.

 

 

1 “Amfisvitontas to ‘Kanoniko,’ Anadiamorfonontas to Dynato: Feminismos, Queer Politiki kai Rizospastiki Aristera”, en Epitelestikotita kai Episfaleia: I Judith Butler stin Athina, Atenas, Nissos, 2011.
2 Zoe sto Orio: Dokimia gia to Soma, to Fylo kai ti Viopolitiki, Atenas, Ekkremes, 2007.
3 I Krisi os “Katastasi Ektaktis Anagkis”: Kritikes kai Antistaseis, Atenas, Savvalas, 2012.
4 Ver Athena Athanasiou, “Technologies of Humanness, Aporias of Biopolitics and the Cut Body of Humanity”, en differences, 14 (I), Durham, Duke University Press, 2003, pp. 125-162.

 

 

 

 

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