Leonora, escritora
El fantástico mundo de Carrington en palabras
Lunes 18 de octubre de 2021
Fondo de Cultura publicó los cuentos completos de Leonora Carrington, una excusa para recorrer los libros que escribió la artista surrealista mexicana que decía: "No pienso en términos de explicaciones".
Por Valeria Tentoni.
Criada en una mansión neogótica en Lancashire, Inglaterra, Leonora Carrington falleció en Ciudad de México con nacionalidad adoptada y 94 años de vida, una vida que comenzó en 1917. Pintora, dibujante, escultora, escenógrafa, musa del surrealismo que se quejó del machismo con que no lograron hacerla pasar por decorado, la mano de Leonora bajó de sueños y pesadillas larguísimos desfiles de figuras alucinantes, recargados de simbolismos y mensajes cifrados, capturas de su propia infancia, de su propia vida extravagante.
Misterios de todo orden, en las obras de Carrington hay procesiones, magias, ritos, fantasmas, laberintos, brujos, máquinas maravillosas y animales que se sientan a la mesa. Hay caballos, gatos y huevos por doquier. Cada detalle es emisario secreto de una fábula mayor que se entrega por partes, y los libros que Leonora escribió no escapan a este gran telar que puede comenzar en cualquier lado. "No pienso en términos de explicaciones", dijo cierta vez.
También encontramos, de luces y formas imposibles, numerosas máscaras. "Debo revivir toda esa experiencia porque, haciéndolo, creo que puedo serle útil; igual que creo que me ayudará, en mi viaje más allá de esa frontera, a conservarme lúcida y me permitirá ponerme y quitarme a voluntad la máscara que va a ser mi escudo contra la hostilidad del Conformismo", leemos en una entrada de 1943 en Memorias de abajo (Alpha Decay), el libro que escribió originalmente en francés sobre su experiencia en un sanatorio psiquiátrico en Santander al que había ingresado por orden de su padre, tras ver cómo un soldado se llevaba a Max Ernst a un campo de concentración.
Con apenas 20 años, Leonora se había fugado con Ernst, que tenía 46, a Francia, y allí fue donde entró en contacto con los círculos surrealistas de París. Antes había estudiado arte en Florencia y en Londres, tras una infancia llena de inadaptación e imaginación, que incluyó visiones y diálogo directo con lo sobrenatural. "Su costumbre de rechazar el mundo en que nació comenzó tempranamente y se mantuvo durante el resto de su vida", escribió Kathryn Davis.
Su primer libro de cuentos se llamó La casa del miedo y es de 1938. Ahora lo podemos encontrar en la edición reciente de Fondo de Cultura de sus cuentos completos, junto a los de La señora Oval: historias surrealistas, de 1939, El séptimo caballo y otros cuentos (1992) y tres inéditos que aparecen aquí por primera vez.
"Aunque no me crean / mi relato es hermoso. / Y la víbora que lo cantó / lo cantó al salir del pozo", escribió y se cita en el prólogo a estos cuentos que comienzan con una hiena haciéndose pasar por la joven que pretende escapar a su baile de debutante. "Iba al zoológico todos los días para escapar de la gente. El animal al que mejor llegué a conocer era una joven hiena. Ella también me conocía. Era muy inteligente; yo le enseñaba francés y ella, a cambio, me enseñaba su lenguaje".
Fantástico y en algún grado autobiográfico, este cuento puede leerse cerca de su autorretrato de misma época que ahora puede verse en el Metropolitan Museum de Nueva York, famosa estampa en la que está sentada en un sillón de brazos humanos, con pantalón de jinete, frente a una hiena con los pechos inflamados de leche. Detrás suyo un caballo blanco gigantezco de madera, en la ventana, al fondo, un caballo blanco corriendo por el campo. Las crines faltantes del caballo de madera se han encontrado en diversas lecturas como ocupando el pelo de la propia Leonora, electrizado por un movimiento que por fuerza es ajeno, ya que ella está en posición de reposo. La libertad que subraya esa pintura, coincidente con la época en que conoce a los surrealistas, es también la de la joven que queda relevada de cumplir con una convención social. "La debutante", por otra parte, fue el cuento de Carrington que André Bretón decidió incluir en su Antología del humor negro.
Otro cuento de Leonora comienza así: "Una dama muy alta y delgada estaba de pie junto a la ventana. La ventana también era alta y delgada". Las cosas y los animales son impostores, sustitutos de las personas, continuidad de un mundo infinito que se expande en la mente de los personajes y de la escritora, contaminando la de quien lea a su vez. Criaturas imposibles, voladoras, reinas que se vuelven locas, personajes que esperan cuarenta años escondidos a que alguien les robe un melón. La familia es otro de los temas que Carrington aborda, y siempre de modo insospechado. Hermanas, tíos, madres: "Mi madre es una vaca. Más bien, mi madre es un ventilador con cara de vaca. ¿Quién es ella? ¿Acaso vive oculta detrás de su ser ventilador? Una cara que oculta otra que oculta...¿quién soy yo para decirlo", leemos, otra vez las máscaras. Ovejas, lobos, zorros, conejos, palomas, jabalíes: la selva de Carrington es innúmera e incluye a los seres humanos y a las apariciones.
"Se preguntó por qué la gente en la calle no bailaba al ritmo monótono que resonaba en su cabeza. Lo escuchaba con un volumen alto y peligroso, pero era una melodía maravillosa", encontramos en el cuento "La espera", una pregunta que podría recorrer su obra entera. En su literatura, Carrington sacude al lector y a sus percepciones con un imaginario que contesta con diferencias, una y otra vez, las preguntas del espejo.
Con primera edición en francés en 1974, La trompetilla acústica nos llega en esta edición con traducción de Renato Rodríguez y una serie de láminas desplegables a todo color que la vuelven invencible. Como si la novela en sí misma no fuera ya de una maestría total, Fondo de Cultura nos agasaja con la visión de "La casa de enfrente", "Crookhey Hall" y "La giganta", entre otras pinturas.
Los cuentos de Carrington son extraordinarios, pero es en La trompetilla acústica donde alcanza su mejor versión como escritora: quizás la extensión le ofrecía otros dominios, quizás los años pulieron su pluma, pero la Leonora de esta novela casi podría decirse que es otra, siendo la misma. Encontramos a una vieja sorda que vive con su nieto, Galahad, y su familia, en un cuarto que da al patio. Su sordera complica las cosas en esa casa tomada de la que progresivamente comienzan a expulsarla. Su amiga Carmela, que vive a un par de cuadras, harta de gritarle le regala una trompetilla decorada con flores para que pueda escuchar música pero también para que pueda "escuchar y averiguar lo que tu familia dice acerca de ti". La trompetilla de contrabando deberá mantenerse en secreto para evitar se la secuestren y así se hace hasta que escucha que la van a mandar a un hogar de ancianos.
Lo que sigue ya no es de este mundo, aunque parezca. Ni siquiera la belleza con que Carrington ejecuta un sofisticado sentido del humor para hablar de la vejez en los años de su ingreso a la vejez. A la protagonista le dará un aquelarre, magníficas compañeras terernales de aventuras. Progresivamente, como su expulsión de la casa familiar y la sociedad en general, el ingreso al nuevo mundo del geriátrico la espera con sorpresas. "Estoy utilizando toda mi capacidad imaginativa para que seas de nuevo libre", le advierte Carmela por carta.
Leche del sueño, con adaptación infantil, es la libreta en la que la artista plástica plasmaba sus visiones más íntimas. Al igual que la novela, la edición ofrece despliegue de imágenes: es una edición facsimilar que conserva la poesía visual de los textos y dibujos originales.
"Para mí es muy misterioso el vínculo entre la imagen y la palabra", responde Carrington en una entrevista, de las pocas que dio, ya en sus últimos años de vida. "Todavía no sé exactamente cómo es, cómo se juntan. No es muy claro para mí".